Aysel había dormido muy cómoda esa noche, aunque se suponía que debía estar alerta, cosa que había olvidado, durmiendo plácidamente bajo el mismo techo que su comprador. La mañana se veía especialmente bonita, el sol entraba por la ventana y le daba una tonalidad muy vivaz a la habitación, era hermosos y relajante, lástima que no pudiera sentirse segura, no cuando estaba hay por el hombre que había pagado por ella.
Estaba tan concentrada mirando fijamente hacia la ventana que el ruido de la puerta al abrirse la había asustado mucho provocando que gritara.
— Lo siento, debí tocar más fuerte — Dijo Dafne mientras entraba a la habitación lamentando haberla asustado.
— E-está bien — Respondió la rubia con algo de incomodidad, pues no sabía cómo tratar a la chica.
— Oye... —Dijo de nuevo la chica mirando detenidamente a Aysel — Eres hermosa —La rubia no esperaba eso, así que rápidamente se sonrojo — Pero, entonces ¿Por qué te cubres? —Ni ella misma se había dado cuenta, pero, inconscientemente se había cubierto la mejilla derecha con la sabana.
— No... es nada — Respondió dudosa desviando la mirada.
— Vamos!! Debes lucir tu belleza — Fue lo que dijo la pelinegra antes de quitarle la sabana, dejando al descubierto la cicatriz de la chica, dejándola ahora a ella sorprendida — ¡¿Qué?! — Aun era joven y eso había sido una falta de respeto, pero, no imaginaba que eso era lo que Aysel escondía — Yo no... — Intento decir antes de que la rubia la interrumpiera.
— Ahora ¿Le dirás a tu hermano? — Tal vez ahora se desharía de ella y no sabía si era mejor regresar con su padre o morir y debía decir que prefería la segunda.
Dafne estaba apenada, una de esas tantas veces en las que su actitud extrovertida y amigable la metían en problemas, y lo que menos quería era incomodar a la rubia, cosa que parecía había logrado.
— ¿Quién lo hizo? — Pregunto Dafne preocupada al estar más consiente de la cicatriz que surcaba la mejilla de Aysel.
— Eso no importa — Parecía que a la rubia no le interesaba en lo más mínimo, lo que hacía más incomoda la situación, pues había cruzado los límites de la confianza, confianza que aún no se ganaba.
— Yo sé que no nos conocemos, pero, puedes confiar en mi... — La garganta de Dafne estaba seca, no podía ni imaginar el dolor que había sentido — Él... Ruslan no se enterara — Aysel no entendía la vergüenza y extraña amabilidad de la pelinegra, no era que le incomodara la actitud risueña de la chica, pero, tampoco deseaba que ella sintiera lastima por su gran cicatriz.
— Eso será inevitable — Respondió la rubia con la mirada fija en la chica.
— Yo no creo lo mismo — Dijo la pelinegra sonriendo.
— Entonces como evitare que no lo descubra — Parecía una tonta aferrándose a la idea de que él hombre no lo descubriera, pero, tal vez en el fondo aun deseaba seguir con vida y no ser desechada como algo inútil e inservible.
— Eso es fácil — El entusiasmo de Dafne cuando se acercó a la mesita de noche y tomo un gran estuche de maquillaje, dejaba muy en claro que la amabilidad ofrecida no era un error o algo infundado por terceras intenciones y eso la animaba a verle algo bueno a estar ahí, por que debía haber una buena razón detrás de todo, o eso esperaba.
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— Si que se toma su tiempo — Dijo Ekrem, malhumorado, pues parecía que Dafne no tenía prisa por regresar y él se estaba muriendo de hambre.
— Déjala, no creo que tarde mucho, además, aun es temprano — Dijo Ruslan sereno tomando un sorbo de su taza de café.
El humor del chico parecía empeorar, así era él cuando necesitaba comer de inmediato, su comportamiento era insoportable. La mesa estaba repleta de deliciosa comida, que olía magnifico, y que decir de la vista era apetitosa, en definitiva, se habían esmerado ese día.
— ¿Por qué será? — Murmuro Ekrem muy pensativo, con una pequeña sonrisa traviesa en sus labios.
— ¿Que estás pensando? — Pregunto el hombre con el ceño fruncido.
— Nada en especial Alfa, simples cosas triviales — Respondió sonriente, provocando que el hombre se irritara más.
— Mmm, pero que magnifico olor — Dijo Dafne en cuanto llego al comedor.
— Al fin — Dijo el chico esperando al fin poder comer.
— ¿Y Aysel? — La voz ronca delataba más de lo que esperaba, cosa que había provocado sonrisas picaras en ambos jóvenes.
— Tranquilo, hermano, ya viene — Respondió Daf, con mucho entusiasmo y sin poder evitar sonreír dirigió su mirada hacia la gran escalera.
Todos estaban perplejos ante lo que veían, Ekrem casi escupe la comida que había en su boca, y Daf estuvo a anda de soltar un chillido de emoción ante la incrédula mirada de su hermano.
No era algo nuevo, nada extraordinario para él, se decía, pero, no había podido evitar quedar anonadado ante la presencia de la rubia y su atrayente mirada bicolor, que sin duda se robaban toda la atención. Le había costado recomponerse ante semejante vista, desvío su mirada hacia el vaso de agua, con la cual intento aclararse la garganta, aunque aún así no había podido evitar que su voz sonara ronca al hablar.
— ¿Como dormiste? — Pregunto con fingido desinterés, intentado que la chica no pensara cosas erróneas sobre él, aunque eso era lo que menos podría pensar Aysel.
— Podría decir que excelente — Respondió segura la rubia, sin inmutarse.
¿Qué si eso lo había hecho sentir bien? No, eso lo había hecho sentir más que eso, se había sentido tan satisfecho que por poco y le es imposible evitar ocultar su sonrisa, pero, afortunadamente había evitado aquello, y tosiendo un poco al fin logro aclarar su garganta.
— Bien, ¿tienes hambre? — Pregunto lo más amable posible invitándola a sentarse junto a él, cosa que había provocado un pequeño escalofrío en Aysel, uno satisfactorio y sumamente extraño. No era incomodo, pero era inevitable que su corazón se alterara al ver al hombre, si, solo lo había visto unos minutos el día anterior, pero, el hombre le provocaba un sentimiento que la mantenía alerta y eso sería hasta que lograra descubrir si era algo bueno o malo.