La propuesta la había tomado por sorpresa, había pensado que no tendría la oportunidad de salir de esa casa y ahora estaba ahí pensando si aceptar o no.
— ¿Puedo? — Pregunto curiosa mientras dejaba los cubiertos en la mesa abruptamente.
A los ojos de Ruslan, la rubia parecía un pequeño cachorrito emocionado, parecía que había bajado la guardia con él, aunque sabía que la chica solo se estaba dejando llevar por la emoción de salir de allí. — Creí que tenías miedo — Dijo el pelinegro sincero mirando detenidamente a Aysel a los ojos.
Escuchar su voz lo había relajado, pensó que mostraría recelo al verlo, pero, al final ella parecía solo un poco ansiosa y sorprendida y ¿Quién no lo estaría si su comprador la invita a dar un paseo? En ese momento ruslan se daba cuenta de cuan extraño era eso.
— Entonces cuando termines de desayunar saldremos — Dijo él seguro, y no dudo en reír al ver la emoción en los bonitos ojos de su acompañante.
Era sin duda una magnifica escena, pero, no quería mostrarse tan suave, aunque, era inevitable. Si seguía con esa forma tan amable sería un gran shock para la chica, pero, estaba pensando de más, y eso solo quitaba valioso tiempo, el cual podría invertir en mostrarle toda la manada a la simpática rubia. Justo cuando Aysel termino de comer, el hombre se levantó pidiendo que retiraran todo y que saldría.
— Regresaremos para la cena — Dijo Ruslan, mientras avanzaba para la salida. Aysel no entendía que tanto harían allá afuera, según ella recordaba todo era solo bosque, entonces que cosas tan entretenidas harían? De pronto paro en seco en la entrada de la mansión mientras miraba a la nada, ¿Tal vez quería matarla? ¿Y la enterraría en el bosque? Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando Rulan se acercó a ella. El pelinegro ante esto, golpeo suavemente la frente de la rubia con el dedo índice, sacándola de su trance.
— ¿Qué locas ideas piensas? — Dijo él en tanto ella se masajeaba ligeramente a frente.
—… Nada... — Dijo dudando, provocándole una sonrisa a Ruslan, quien no dudo en revelar lo que seguramente estaba pensando.
— ¿Acaso, estas creyendo que te matare? — Pregunto con diversión, acercándose más a la chica hasta el punto de ponerla nerviosa.
— Para nada — Afirmo ella apresurada.
— Bien, porque no lo hare — Respondió el dándose la media vuelta, dejando mucho más tranquila a la rubia, pero, esa no era la última palabra del pelinegro — Eso lo hago los martes, y hoy es viernes... — Posteriormente siguió caminando soltando sonoras carcajadas, mientras una Aysel, temerosa, extrañada y algo divertida lo seguía.
— Es broma, ¿cierto? — Preguntó la rubia con un nudo en la garganta y una media sonrisa dudosa.
— por supuesto, ahora respira querida, que solo estoy jugando — Le divertía asustarla, parecía que su nueva obsesión seria esa, asustarla, sus expresiones eran muy tiernas y no pensaba privarse de ellas.
Aysel aun no entendía a donde iban, cada vez que avanzaban más y más se daba cuenta que aquello era como un pueblo, uno muy pintoresco, fresco y rodeado de naturaleza, una vista simplemente hermosa.
— ¿Qué opinas? — Preguntó él al verla tan encantada por la vista que la manada brindaba.
— ¿He? — Así estaba de emocionada que ni siquiera le había puesto atención a la pregunta del hombre junto a ella.
— ¿Qué te parece? — Pregunto Ruslan nuevamente con toda tranquilidad.
— Es hermoso... — Murmuro ella con una dulce sonrisa en sus labios, mientras ambos seguían caminando hasta adentrarse por fin en el verde bosque, porque lo verdaderamente bello se escondía ahí.
— Pero, aún nos queda mucho por ver... — Esa promesa era tentadora, tanto que Aysel no dudo en seguirlo, podía sentir que junto a él todo prometía ser una aventura, una de las más maravillosas y extrañas.
El hermosos verde los rodeaba, distintas tonalidades que deslumbraban por completo a la rubia. El aire era tan fresco, que sin duda Aysel entendía el poque todos vivían ahí de ser posible, ella estaría encantada de vivir allí, era tan hermosos que podría ser hasta irreal.
— Puedes salir cuando quieras y tantas veces como lo desees — Dijo Ruslan de pronto con amabilidad y suma cautela.
— ¿Enserio? — Aysel no entendía, era extraño que el siendo el comprador dejara que su adquisición vagara por todos lados como si fuese la dueña del lugar, así que al escucharlo quedo totalmente sorprendida.
— Aysel, tal vez te compre, pero no eres mi esclava ni estas en cautiverio, solo... no te escapes, ¿entendido? — Aysel no sabía que pensar, no sabía si era amable o tonto, estaba confundida, pero, eso no quería decir que no estuviera tan feliz por la idea de salir de vez en cuando a ver aquella hermosa vista.
— Si — Respondió sonriendo, acción que provoco que Ruslan le acariciara la cabeza.
Ante aquello el pelinegro solo pensó en lo pequeña que era la chica, era tan linda he inocente, además de bonita, su cabello rubio era muy largo y radiante como el oro, sus ojos eran una extraña, pero magnifica combinación, que podría atreverse a decir que para cualquiera seria hermoso, pero, lo único que estropeaba esa obra de arte era el exceso de maquillaje que seguro Dafne había puesto en Aysel.
— ¿No te incomoda? — Pregunto tocando suavemente el rostro de ella, quien alarmada se alejó de las grandes manos del Alfa.
— No — Respondió aceleradamente, tocándose la cara.
Ruslan solo cerro su mano con desilusión al ver que la chica rehuía a su toque ¿Qué esperabas? Se preguntaba él mismo con sarcasmo ¿Qué estuviera feliz?, todas esas ideas lo ponían de mal humor, así que en lugar de seguir pensando en cosas innecesarias propuso que siguieran con el recorrido.
— Más adelante hay una cascada, ¿Te gustaría verla? — Afortunadamente para el pelinegro esa idea lo había salvado, pues inmediatamente ella respondió con entusiasmo.