La Mujer de Ruslan Bozkurt

Capítulo 7

La caminata al regresar había sido muy agradable, entre una que otra risa nerviosa, bromas y en ocasiones silencio, de ese que te hacía sentir tan cómodo que no querías que se rompiera nunca o al menos así era para Ruslan, quien había descubierto que conversar con la rubia era muy divertido y sumamente entretenido, aun mostraba recelo a acercarse a él o a hablar cómodamente, pero, para él eso era lo de menos. 
— ¿Que te pareció...? — El pelinegro evitaba a toda costa que ella supiera que era el lugar donde estaban, pues, ellos eran considerados criaturas mitológicas, de historias de fantasía, así que no quería saber cómo reaccionaría su descubriera que la había comprado una criatura extraña. 

— Bien... — Aun no hablaba mucho, pero, esa pequeña palabra para Ruslan ya era un avance. 

Después de llegar ambos subieron a sus recamaras, donde, meditando, el pelinegro no daba crédito a lo que el mismo había hecho. Se había mostrado suave, era una faceta de él que nadie conocía y eso no sabía cómo sobrellevarlo, la chica le inspiraba esa ternura natural que ni él podía evitar comportarse así, aunque, era totalmente tonto, un “secuestrador” no podía ser gentil, lo decía así, porque realmente él no se consideraba a sí mismo un secuestrador. 

— ¿Qué estás haciendo? — Se pregunto en un murmuro que solo él pudo escuchar y mientras lo hacía se tocaba la cara con desesperación — Pero, no puedo quejarme — Si, era obvio, la chica presentaba una gran tentación para él y no lo decía por su cuerpo, no, toda ella era una joya, lo podía decir basándose en las pequeñas y cortas conversaciones que habían tenido. Una sonrisa nerviosa se formó en los labios del pelinegro, quien solo se tocó la cabeza mientras se dirigía al baño para tomar una ducha y al fin poder descansar. 

Para mí, las coincidencias no existen, pero, puede que esta sea una, una mala, buena, da igual, cuando el resultado tal vez sea el mismo, a menos que uno de los involucrados se atreva a desafiar lo ya destinado, pero, si vives en una mentira no tienes noción de lo que realmente ocurre y eso es una gran desventaja que alguien más podría aprovechar. 

…............... 

Dafne y Ekrem eran fieles testigos de lo que estaba ocurriendo y para ellos era una barata pero bonita comedia romántica, aunque aún les causaba escalofríos ver a Ruslan reír. 

— No me puedo acostumbrar — Dijo Ekrem mientras se abrazaba así mismo. 

— Ni que lo digas... Es raro — Respondió la chica mientras caminaba a la cocina seguida por Ekrem. 

— ¿Qué crees que planea? — Pregunto curioso la beta mientras se sentaba en una de las sillas. 

— No lo sé, pero, debe estar loco — Ambos estaban preocupados de lo que el pelinegro estaba haciendo, ya que aparte de no ser normal, se estaba arriesgando a cometer una equivocación que le costaría mucho.  

— Si tan solo la Luna estuviera aquí — Eso, eso justamente le preocupaba a Dafne, algo escondía Ruslan, algo que no le agradaba para nada, ella conocía a la perfección a sus hermanos y podía saber cuándo le mentían y esa era una de esas ocasiones en las que no sabía cómo interpretar el comportamiento del pelinegro. 

Había pasado un mes desde que Aysel había llegado a ese lugar, mentiría si dijera que aún no se acostumbraba a estar en compañía de ellos tres, pero, a pesar de todo aun no sabía cómo reaccionar cuando muchos llegaban a la mansión buscando al “Alfa”, la palabra era rara y no entendía como era que el pelinegro se lo tomaba tan bien, deseaba saber que era lo que significaba tan extraordinaria palabra, pero, todos esquivaban su pregunta. 

— No es nada — Era todo lo que Ruslan respondía cuando ella decidía preguntar. 

Sabía que el hombre le ocultaba cosas, y no esperaba que fuera tan intimo con ella, aunque, extrañamente eso le dolía, pero, eran cosas muy innecesarias, pues, en su interior aun surgía ese miedo latente a ser abandonada. 

…..................... 

Esa noche, Ruslan tomaba una refrescante copa, mientras pensaba en el tiempo que llevaba compartiendo con la rubia, quien cada vez se mostraba más curiosa sobre él, algo que le provocaba una sonrisa pues ese era un gran paso, además cada vez eso se veía menos como un secuestro. 

— ¿Qué tanto piensas? — Pregunto Dafne entrando a su oficina. 

— Nada.... ¿Necesitas algo? — Respondió él rápidamente mientras su sonrisa se borraba. 

Dafne quería cortar el problema de raíz y era muy malo no saber lo que su hermano ocultaba, así que esperaba que él se diera cuenta por sí solo. 

— ¿Te gusta? — Pregunto ella, esperando que respondiera sincero. 

— No... — Lo había dudado y Daf ,lo sabía, no estaba siendo del todo sincero. 

— No seas tonto y afronta lo que estás haciendo — Así era ella, decía lo que pensaba de una forma extraña, Ruslan sabía que a ella no le agradaba para nada que él ocultara secretos y mucho menos si los involucraba a todos. 

Ella salió del lugar, dejando la decisión en las manos del pelinegro, quien después de terminarse su trago e irse a su recamara a intentar dormir no había podido, ¿Que le estaba pasando? Él no era asi, las cosas se habían complicado, todo eso no solo lo estaba involucrando a él y estaba ocultando más de lo que debería ¿Qué pasaría si Aysel dejara de confiar en él? Se pregunto mientras cerraba los ojos, no quería ni pensar en la respuesta, pero, su corazón estaba tan inquieto que cuando se dio cuenta ya estaba en la puerta de Aysel, tomando la fuerza para entrar y decir aquello que le estaba pasando y llevaba un mes ocultando. 

— Aysel... — Susurro contra la puerta — ¿Sigues despierta? —  Pregunto con esperanza, pero, al no obtener respuesta se preocupó y decidió entrar. 

— ¿Aysel? — Aun no dormía, era seguro que estaba en el baño, así que decidió esperarla. 

Si tan solo Aysel se hubiera dado cuenta antes de que el imponente hombre estaba en su habitación hubiera podido evitar aquello, habría intentado ocultarlo, había postergado tanto esto que no quería ni imaginar cómo se lo iba a tomar. Había cubierto su boca con ambas manos, mientras Ruslan se acercaba a ella, con un sentimiento extraño desbordando de su mirada, algo que ella no sabía cómo definir, ni si era para ella o para alguien más.  




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