Ni siquiera eran tan cercanos, ¿no?, si era así, entonces ¿Por qué dolía? Dolía como si algo se incrustara en su pecho, odiaba esa sensación, creer que en él había podido encontrar a un amigo, alguien con quien hablar, ese había sido su error... Era tan tonta, si no se hubiera ilusionado, en ese momento sería fácil esperar la respuesta intrigante del hombre.
— Aysel.... — Las palabras no salían, todo se había complicado, había un sin fin de cosas que explicar, pero, lo que más le preocupaba era quien se había atrevido a decirle todo, para él aun no era el momento — ¿Quién te lo dijo? — Pregunto mirándola directamente a los ojos, cosa que irrito mucho a la rubia.
Aysel no había dicho nada, para ella ya era inútil hablar cuando él descubría todo escuchando sus pensamientos, eso no solo la había asombrado al principio, tan bien la había decepcionado.
— Veo que es muy saber las cosas — Ruslan si parecía sorprendido ante la serenidad de la rubia ante el hecho de que sabía que escuchaba todo lo que pensaba — Sabes, yo no escucho tu mente como tú, pero, ahora tu expresión me dice que eso es cierto... Siempre lo has hecho — Su voz había salido seca, sin sentimiento, cosa que al pelinegro le partía el alma.
— Fue por tu bien... — Gracioso, eso pensaba ella, cada vez más era evidente que evadía responder, y se excusaba con una falsa protección hacia ella, pero, le había mentido ¿cómo podría creerle?
— Solo dime... — Se mojo los labios antes de seguir hablando — Acaso, ¿creíste que te creería? — Por dónde empezar eso se cuestionaba él, ella parecía resentida, enojada y lastimada, lo estaba y con justa razón, pero, él no quería decir más que la pudiera dañar, aunque todo iba para esa dirección.
— No es así — El mismo cada vez se perdía más, ¿Qué quería decir?, ¿por qué evitaba lo evidente?, ¿por qué no podía decirlo y ya?, miedo tal vez, pero si ella ya sabía todo y no había huido era porque no le temía, por que aun esperaba una justificación, una sola cosa que la sacar de su error y poder quedarse.
— Lo intente, intente darte el beneficio de la duda — Dijo ella tomando su chaqueta para poderse ir de ese lugar ¿A dónde? No tenía idea, pero, estar en el mismo ligar que él la asfixiaba.
— Aunque no lo creas fue por ti, por mí, por protegerte — Era la más pura verdad, y eso esperaba trasmitir, sinceridad.
— POR FAVOR, deja de mentir — Estaba alterada, enojada, frustrada, tanto, que ya comenzaba a grita.
— Y NO LO HAGO — Le costaba decir lo que sentía, pero, era hora, había llegado el momento de dejar ir el recelo hacia todo lo que evitaba que pudiera sentir, soñar... Amar — ¿Sabes cuánto me ha costado no besarte? ¿No quieres estar todos los días junto a ti? No tienes idea de cuanto me ha costado dormir por las noches pensando en cómo decirte “Cariño sabes, tu padre me debía algo y lo mate” No es fácil, no cuando tú lo consideras un padre después de todo — La había agarrado de la muñeca, porque, en ese momento sabría todo, se desharía de la última parte de la burbuja que la envolvía, y si ella decidía seguir, volvería a reconstruirla, pero ahora sin mentiras — No pude decírtelo, ¿cómo le dices a la persona que amas que intentaste alguna vez lastimarla? ¿Cómo le explicas que no eres lo que aparentas? — Entre más hablaba, sus ojos más se llenaban de lágrimas, al igual que a ella — Nunca quise mentirte, pero, él no merecía tu lastima, no te merecía como su hija, y yo... — La voz se le entrecortaba en cada palabra, las mejillas corrían por sus mejillas sin control — Y yo, no quería lastimarte, no sabes cuanto te he esperado... — Aysel ni siquiera había hablado, pero, no había sido necesario, porque, Ruslan sabía perfectamente todo — Eso también lo sabes, eres mía, siempre lo has sido, no sé quién te lo dijo, no sé qué es lo que decidirás ahora, pero, sea cual sea, solo deseo que algo quede claro — Sus miradas no habían titubeado en ningún momento, a pesar de las lágrimas nunca habían alejado la mirada — Si decides irte te encontrare donde sea que estes... — Y la soltó, ¡¡Diosa!! Le había costado mucho y el dolor de su pecho fue grande, pero, no tan insoportable como cuando la vio salir de la habitación, eso sí que lo había derrumbado, tanto fue el dolor que no pudo evitar caer de rodillas mientras lloraba, lloraba como un niño pequeño a quien habían abandonado, aunque lo segundo no era mentira.
No sabía si el cielo quería ser sarcástico o y se estaba burlando de él, ya que había comenzado a llover en cuanto Aysel había salido del lugar, dejándolo destrozado, lleno de dudas, intrigas y dolor, un profundo dolor.
— Aysel...
.....................
La rubia no sabía que estaba haciendo, aun no podía cruzar aquella inmensa puerta de madera y sabía que la lluvia no era el problema, era ella la razón de que su cuerpo no respondiera como su mente le decía, porque, su corazón se aferraba a lo que había pasado en ese mes, en lo que él había hecho por ella, en lo que habían hecho juntos. No le dolía ni sentía lastima por su padre, ni siquiera le dolía el hecho de que en algún momento lejano hubiera querido lastimarla, lo que dolía era la mentira, ella no había pedido esa protección, pero, mentiría si decía que en su corazón no lo deseaba. Mientras veía las gotas caer se preguntaba ¿Qué estaba haciendo? Por más que su mente le dijera vete, en realidad no lo deseaba, había descubierto muchas cosas que aun debía procesar, pero, solo algo tenía claro, y era que no deseaba irse, estar con Ruslan no sería volver a estar en una jaula, porque la comodidad y tranquilidad que sentía cuando estaba con él solo lo podía justificarse con amor, tal vez aún era una palabra mayor, pero no inalcanzable y ella estaba a punto de abrazar aquella emoción para nunca dejarla ir. Por primera vez, Aysel decidía por sí misma, por su futuro, su bienestar y su felicidad.
— Al carajo — Dijo antes de salir corriendo, pero ahora nuevamente hacia la habitación donde había dejado a un inseguro lobo destrozado.