La Mujer del Alfa

5-Guerra

El camino comenzó a volverse más estrecho, la luz del sol apenas comenzaba a iluminar el cielo, la neblina se volvió presente y cada vez más densa. Rane se mostraba sereno, miraba por el retrovisor en contadas ocasiones, pero el otro vehículo seguía allí detrás marcándoles el paso.

—¿Estamos en peligro? —cuestionó Marián nerviosa.

—No, solo están asegurándose de que estemos lejos de sus tierras.

—Son personas malas —dijo contrariada.

—Las personas de grønn by son cazadores, la mayoría vive de lo que caza, las pieles que venden. Son negociantes y muy celosos con sus territorios, no les gustan los forasteros. Únicamente necesitamos llegar al lago, nos dejarán en paz.

—¿Por qué en el lago?

—Allí termina su territorio —contestó con calma Rane.

—Espero que las personas de grønn skog sean diferentes —mencionó Marián suspirando e intentando calmarse.

—Somos diferentes —afirmó Rane con un tono pacífico —. Muy diferentes —agregó doblando en una división.

Marián iba a hacerle una observación a ese comentario, pero guardó silencio cuando el lago apareció y el paisaje se volvió mágicamente encantador. Había montañas resguardando el lugar, cientos de árboles esparciéndose en cada pedazo de tierra y sus hojas se adornaban de matices blancos gracias a la nieve, apenas eran unos rastros, nada comparado a la que había en las montañas en su parte más elevada.

—Esto es grønn skog —murmuró Marián maravillada.

—Es Snøhvit, así se llama el lago, grønn skog está detrás de esa colina —señaló Rane.

—Aún nos siguen —comentó Marián al darse cuenta de que el vehículo seguía detrás mientras pasaban cerca del lago.

—Parece que las cosas han cambiado un poco —mencionó comenzando a acelerar.

Marián permaneció atenta a los movimientos de quienes los seguía, ellos también aceleraron, estaban pisándoles los talones, por momentos parecía que los iban a alcanzar y eso la puso nerviosa. Apretó las manos contra el cinturón de seguridad.

No entendía por qué los seguían, y tampoco por qué el abogado de Oma buscaba alejarse. Eran cazadores, pero, eso significaba que también eran ¿peligrosos?, ¿podían hacer algo contra ellos dos? Tenía muchas dudas mientras las llantas se aferraban al camino terroso y húmedo.

Su corazón estaba empezando a acelerarse, las ganas de vomitar estaban llegando a su garganta, había sido demasiado movimiento para ella, al avión, el camino y sobre todo la falta de alimento. Marián notó un arma, parecía que sacaban algo por una de las ventanas.

—¡Tienen una pistola! —exclamó la castaña asustada.

—Agáchate —ordenó Rane duramente. Marián obedeció, dobló su cuerpo y se abrazó a sus rodillas. Esos malditos tenían un arma, les harían daño, era imposible procesarlo mientras las ideas buscaban acomodarse en su cabeza. 

No dispararon, pasó un minuto que se volvió eterno mientras Marián soportaba abrazada a sus piernas. La velocidad como tomaba el camino el vehículo la ponía nerviosa, las llantas tallaban sobre el suelo, podían sentirse las piedras, el desnivel, eso solo golpeaba su adrenalina.

Dejaron el lago atrás y los árboles comenzaron a tomar el camino, eran enormes, las montañas taparon la luz del sol que apenas quería tocar la tierra, eso solamente hizo más tétrico su avance. Marián llevó las manos a su boca para evitar gritar de la desesperación, Rane no erraba al conducir, realmente conocía muy bien ese lugar.

Marián alzó el rostro para mirar por el espejo de su lado, el vehículo seguía allí sin perderle el paso. Sin embargo, el arma ya no era visible. Desvió su atención hacia los árboles cuando sintió pasar algo entre ellos, pero no logró ver nada.

—¡Llegamos! —exclamó triunfante Rane. Marián miró hacia enfrente y un letrero anunciaba su destino. Giró el rostro cuando pasaron, y el vehículo que los seguía frenó metros atrás, se quedó allí mientras ellos se seguían alejando.

—No nos siguen —pronunció Marián levemente.

—Solo nos estaban acompañando —dijo con calma Rane intentando pasar el momento desagradable, aunque Marián no le creyó ni una sola palabra, ella estaba segura de que si hubieran tenido oportunidad algo más hubiera pasado.

—Hablaremos después de esto… —comentó Marián, parecía que esperaba una explicación de lo sucedido, estaba llegando al otro lado del mundo sin conocer a nadie, debía estar muy segura de lo que estaba ocurriendo.

—Lo haremos, señorita Hernández…

—Supongo que ya puedes empezar a tutearme después de esto —declaró acomodándose en el asiento esperando pasar el mal rato, las piernas le temblaban al igual que las manos.

—Me parece perfecto, Marián.

El tono de voz de Rane cambió, la castaña lo observó detenidamente por un instante antes de regresar su rostro al frente. El abogado de Oma debía no ser mucho mayor que ella, era joven, con una seriedad encima que exclusivamente se podía deber a su trabajo y el formalismo de la relación entre ellos.

Sin embargo, era un hombre atractivo y varonil, parecía que el bosque le sentaba bien, sus facciones estaban relajadas.




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