Rane regresó a donde Galt lo esperaba, su cabaña estaba en medio de la comunidad, cerca de lo que fue su hogar. Había incomodidad en su cuerpo, sabía que podía toparse con ella en cualquier momento y aún no sabía cómo debía actuar frente a su madre. Menos después de esa noticia, Markus había muerto.
Pero, ¿por qué ella jamás se lo dijo? Tantas cartas y no hubo nada en esas letras, tampoco es que estuvieran muy comunicados, sin embargo, lo intentaban, solo eran palabras justas de su madre. Eyra estaba encargada de tener a la manada unida, como mujer del Alpha se encargaba de la seguridad de todos, la comodidad de los veteranos en la comunidad y los nuevos que arribaban, también de la salud de los mayores y la educación de los más jóvenes.
Una posición que llevaba mucha responsabilidad, Rane supo que ese peso tenía a sus padres ocupados, siempre les enseñaron a sus hijos a estar preparados para asumir esa posición con los demás, porque eso era lo que esperaban de ellos. Los humanos también eran parte de grønn skog, nunca fueron un grupo grande, pero por generaciones estuvieron viviendo en sana convivencia.
Se anunció en casa de Galt quien bebía cerca del fuego. Estaba solo, así que la conversación sería privada, pero no había señales de su hermano.
—¿Dónde está?
—En las montañas —contestó Galt con calma sabiendo a quién se refería, al único que faltaba en esa habitación.
—Pensé que lo mandarían llamar.
—Él no baja a la comunidad, solo lo necesario, se mantiene en las montañas —afirmó bebiendo de nuevo.
—Mi madre…
—En cama, Eyra no ha tenido buenos meses, además que vivir sin Markus le ha sido muy difícil. — Aquellas palabras dolieron, su madre no estaba bien y su hermano parecía ajeno a su propia manada, porque sin duda él ahora era el Alpha de grønn skog.
—¿Qué pasó en grønn skog? La vida se ve tan distinta y no es que esperaba encontrarlo igual de como me fui, pero ahora no se siente como un hogar.
—Toma asiento, Rane… grønn skog vive en guerra y su Alpha perdido en su odio. Sobrevivimos porque somos hombres lobo, estamos hechos para prevalecer, pero no sé por cuanto tiempo la manada pueda soportarlo.
—Sé que había llegado a un acuerdo de paz con la gente de grønn by, mi madre me lo dijo en una de sus cartas, que mi padre logró después de tantas muertes.
—Tu hermano jamás estuvo de acuerdo, Torden siempre creyó que era un error, pero Markus no lo escuchó. Él era el Alpha y uno solo debía obedecer. Los siguientes años fueron tensos, pero poco a poco logramos tener ese equilibrio. Sin embargo… —Galt guardó silencio.
—¿Qué pasó? —insistió Rane.
—El trabajo en las cuevas se volvió cada vez más demandante así qué más trabajadores llegaban. Una joven desamparada y muy hermosa apareció buscando refugio. Eyra la adoptó desde el primer día, realmente captó la atención de todos, pero principalmente de Torden. Aunque él seguía manteniendo su posición de no confiar en los humanos.
—Él siempre discutió con papá por eso, las conversaciones se tornaban difíciles.
—Y continuó de esta manera por un tiempo. Sin embargo, Torden comenzó a bajar ese muro poco a poco gracias a ella.
—Se enamoró —dijo Rane con una ligera sonrisa en sus labios incrédulo de lo que escuchaba. Su hermano con una humana.
—Se casaron, unió su vida a ella… la reconoció como su pareja —afirmó Galt bebiendo de golpe lo que quedaba —Torden bajó la guardia, obedeció lo que Markus decía, dejaron que más hombres de grønn by trabajaran en las cuevas, fueron buenos tiempos de armonía. —La voz de Galt cambió repentinamente al igual que su postura—. Pero solo era una farsa…
—¿Qué quieres decir?
—Nos engañaron a todos y ella era parte de ese plan.
Rane apretó sus manos aquellas palabras calaron en su pecho, no quería escuchar lo demás, saber del dolor de su manada y su ausencia cuando más lo necesitaron sus padres y su hermano.
—Hace tres años mataron a mi padre —aseguró Rane con la voz contraída y la mirada perdida. No necesitó que Galt lo dijera, estaba claro. Su padre había sido asesinado por la gente de grønn by…
—Necesitas sacar a esa humana de estas tierras, corre peligro aquí —declaró Galt.
Rane no esperó a terminar esa conversación, debía ir con Marián, sacarla de allí, sin embargo, esa mujer ya no tenía nada. Además, no tenía la culpa de lo que pasó… pero no sabía que tan dañado estaba Torden, y de que sería capaz al encontrarla en esas tierras.
Marián estaba congelada con el plumero en lo alto, la niña parecía muy asustada la forma como la miraba dolía, dos lágrimas recorrieron sus mejillas. Estaba sucia, con el rostro manchado, sus uñas se notaban llenas de tierra eso apachurró el corazón de la castaña. La pequeña era rubia con unos ojos verde preciosos, no debía pasar de los seis años.
—No te haré daño —dijo Marián sin siquiera saber si ella le entendería. Bajó el plumero alejándolo de ella mostrando sus manos en paz. La niña se aferró más a su cuerpo sin dejar de verla —¿Cómo te llamas?
Era imposible que pudiera entenderla, buscó rápidamente la comida que Rane le había dejado, sacó unas galletas y regresó donde aquella pequeña de cabellos rubio seguía. Abrió el paquete y eso llamó su atención, parecía que tenía hambre. Estaba demasiado descuidada, su cabello tenía algunos nudos y también hojas de los árboles, la nieve en sus pies no paso desapercibido para Marián.