La Mujer DetrÁs De La Copa

Capitulo 1

Eran más de la 3:00 de la madrugada tal vez y allí estaba, en una habitación oscura y vacía, se podía sentir el ambiente pesado, tanto que casi me impedía respirar; una extraña combinación entre el alcohol barato de un vaso de plástico y el olor de la comida del día anterior, que no pude o mejor no quise comer, sentada en una cama vieja, muy vieja, tanto que parecía que se mantenía unida por mi peso sobre ella, ya que cada vez que me movía crujía como pidiendo que no lo hiciera, o tal vez era una más de mis escusas para no levantarme, por primera vez me di cuenta de que no estaba sola, estaba acompañada, acompañada de mi soledad, suena irónico y en mis condiciones un poco desequilibrado, pero es cierto, la soledad se convirtió en mi única y mejor compañera, aquella que no me juzgaba ni me pedía nada a cambio más que mi compañía, era tan real que casi podía verla, sentirla, olerla, llenaba todo el espacio de mi habitación en forma de polvo y partículas que dejaban ver el débil rayo de luz que entraba por una sucia y angosta ventana todas las mañanas, me hablaba al oído en el profundo silencio de mis días, me abrazaba dándome calor con esa pesada cobija de lana todas las noches y lloraba conmigo cuando lo necesitaba, sin preguntar ¿por qué? ¿Cuándo? Solo sentía que se acurrucaba a mi lado hasta que se secaban mis lágrimas.

Estuve sentada mucho tiempo imbuida en mis pensamientos, hasta que alguien golpeo a mi puerta, supe que ya había amanecido y el rayo de luz por la ventana me lo confirmó.

Entonces escuché – ¿Marlyn? Ábreme, te traje desayuno.

Escuchar mi nombre era casi como escuchar que le hablaban a otra persona, a una que no reconocía pero de la que tengo recuerdos, entonces contuve la respiración como si creyera que me escucharía respirar, guardé silencio esperando que se fuera ya que no quería que me viera o recibirle otro plato de comida de no probaría, pero no fue así.

 

-¡Marlyn! se que estas adentro, porque no has salido de la habitación en días, ábreme y recíbeme el plato. -Dijo Loreta con tono dulce y casi suplicante.

Loreta era una dulce y trabajadora mujer que vivía en la pensión, con sus dos pequeñas hijas, habíamos logrado entablar una amistad, se preocupaba por mí siempre, así que sentí que estaba en la obligación de atenderla. Me levante lentamente y sentí como mi cuerpo no respondía, se negaba a moverse, como si la gravedad fuera mayor en esa habitación, hasta que por fin llegué a la puerta y abrí.

-hola Loreta, estaba dormida discúlpame. -Dije con voz tenue y la mirada perdida.

-voy a creerte solo porque ya abriste y espero que comas todo, en un rato paso por los platos. -Dijo como si con eso me obligara a comer.

-muchas gracias. -dije al levantar la cabeza para verla, fue triste ver el asombro y lastima en sus ojos al ver mi aspecto, casi pude ver mi reflejo en sus ojos llenos de lagrimas pero que contenía, tal vez para evadir un tema que ya se había tocado por que era una realidad innegable.

Cerré la puerta y puse el plato sobre la única mesa dentro de la habitación, que hacía las veces de comedor y tocador, aunque deseé comer esta vez, no tenia apetito, tragué saliva animándome para llevar el cubierto a mi boca, entonces recordé mi último intento de comer... fue una tortura, primero sentí el efecto de saciedad, después eran como piedras en mi estomago que no tardé en vomitar y hacerlo dolía, ardía como si hubiera tragado fuego, sin embargo comí algunos bocados, era curioso porque esta vez no sentía nada, ni siquiera el sabor de la comida, ni llenura, ni nauseas pero tampoco deseo de seguirlo haciendo, dejé el plato sobre la mesa nuevamente, me recosté una vez más en la cama, me acurruqué abrazando mi cobija e intenté dormir.

Quería dormir el resto de mi vida, quería dejar de sentir, dejar de lamentarme por todo aquello que hubiese querido que fuera pero que nuca fue y para ser realistas ya nunca seria, cerré los ojos y cuando los abrí estaba en un prado lleno de astromelias, mis flores favoritas, podía sentir su aroma que inundaba todo el ambiente, había un cálido sol que calentaba delicadamente mis blancos hombros descubiertos, mi cabello se movía con el viento, me sentía feliz, plena, llena de vida como tal vez nunca me sentí... levanté la cabeza para ver el hermoso cielo azul que las nubes despejaban para mí y lo contemplé por horas, ¿estaba muerta? No lo sabía, pero aunque lo estuviera quería permanecer allí para siempre, encajaba perfecto en ese lugar, esa era yo, feliz y completa, volví a cerrar los ojos sintiendo como la realidad volvía a mí, otra vez, sola con mi querida soledad.

Por más que me negaba a mi misma lo que estaba sintiendo, mi cuerpo me delataba, la ansiedad, el temblor y la angustia se apoderaban de mí, mientras liberaba una lucha conmigo misma, me percate de que ya me había levantado como por inercia de la cama, estaba bebiendo a bocanadas el alcohol del vaso de plástico, era una lucha que sabía que ya había perdido desde hacía mucho tiempo atrás. Serví otro vaso y tal vez otro, en realidad no recuerdo por que en algún momento perdí el conocimiento, cuando volví en sí, nuevamente ya era de noche, todo estaba oscuro y silencioso, más que de costumbre.



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En el texto hay: pasion, baile, amor

Editado: 19.10.2018

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