¿Pero qué había pasado? ¿Cómo llegue allí? ¿Cómo fue que me convertí en un despojo de mi misma? Eran preguntas que taladraban mi cerebro, quería tener las respuestas, me acerqué a la mesa donde había un espejo grande, temerosa de lo que vería, me pare en frente, con los ojos cerrados, tomando el valor suficiente para enfrentarme a mí misma, antes de hacerlo me pregunté, como podía ser tan difícil enfrentarme y lo supe de inmediato, quien podía ser más sincera contigo que tú misma.
Abrí los ojos... las piernas me temblaron, un nudo oprimió mi garganta, efectivamente mi aspecto me asombró lo suficiente como para quedar inmóvil y casi sin respiración por un momento, ¿quién era esa mujer? No era como me recordaba; ahora a mi abundante cabello negro, rizado y sedoso lo remplazaba una pequeña coleta de cabello maltratado y opaco, esos hermosos ojos cafés y largas pestañas que me esmeraba en maquillar y cuidar no estaban, ahora eran tristes, apagados y habían tomado un color amarillo oscuro, la piel blanca, suave, que fue acariciada por el sol de tantos lugares, elogiada por tantas personas, había tomado también un color amarillo, casi parecía una caricatura, las facciones de mi cara también se marcaban, las arrugas sobresalían, mi cuerpo esbelto y robusto ya no estaba, a cambio tenía un abdomen inflamado, dando la impresión de un embarazo a término. ¿Cómo fue te hiciste esto Marlyn? Pregunté, una voz dentro de mí contesto sin titubeos, ya lo sabes, siempre lo supiste.
Solo hasta ese momento comprendí, se dice que se debe tocar fondo para tomar el impulso necesario para salir a la superficie, sin embargo yo era como una roca grande, pesada, que había llegado al fondo sin poder salir nunca más, que tal vez había empezado siendo un pequeño grano de arena que fue lanzado al agua, con la libertad de ir donde quisiera, de convertirse en lo que fuera, pero en lugar de eso fue tomando todo aquello a su alrededor que no era más que basura pesada, sin darse cuenta se fue hundiendo, hasta que por fin toco fondo, enterrándose inamovible entre el fango. Así me sentía, había cargado sobre mí todos estos años basura que nunca me permitió flotar, tomé la decisión de cargar con el recuerdo de las malas experiencias en mi vida, con la falta de oportunidades, con el dolor de los demás y el mío propio, dejé que se alojaran en mí la desesperanza, el desamor, la culpa, con el paso del tiempo olvidé como vivir, como soltar y dejar ir para recoger nuevas experiencias, ocupé todo el espacio a mi alrededor quedándome ciega y lo que es peor, todo aquello lo elegí.
No supe cuando dejé de creer en mí ¿cuando perdí la fe? Verme en ese espejo había abierto una ventana hacia el pasado dejándome ver como espectadora y ya no como protagonista mi propia historia, entonces fue claro, por primera vez toda fue claro.
Pude ver esa niña del pasado jugando en la orilla del rió y quise entrar allí para abrazarla y decirle que la amaba, que confiara en ella, que todo era posible si lo deseaba con fuerza, pero no, solo me quede viendo, como cuando ves una película que ya has visto, pero que por alguna razón piensas que cambiará el final. Fue tan real que casi escuché la voz de mi madre llamándome para almorzar.
– ¡Marlyn! Entra a la casa, el almuerzo está en la mesa.
Tenía 10 años, vivíamos en una pequeña y humilde casa en la colina de un pueblito llamado Pueblo quieto, su nombre parecía una broma teniendo en cuenta que era de todo menos quieto, allí sucedían cosas todo el tiempo de las que uno se enteraba a diario; separaciones, infidelidades, matrimonios, peleas, chismes y era divertido ver como mamá le contaba a papá de los sucesos del día mientras él se mecía en una rechinante mecedora en el patio, asintiendo con la cabeza para que mamá creyera que la escuchaba, pero en realidad no lo hacía, mantenía su atención únicamente en su radio.
Mi padre era proveedor de la casa, tenía una farmacia en el pueblo, mejor dicho la única, la llaman el "hospital de lucho" porque mi papá tenía remedio para casi todo, las personas del pueblo preferían ir a consultarlo a él que perder el tiempo y dinero en el hospital, ya que era tedioso y desgastante poder ver al único doctor que había, para que después de semanas esperando la consulta, esté dijera que no había el medicamento requerido, o los instrumentos necesarios para tratar la enfermedad o dolor que los aquejaba, así optaban por los remedios caseros y muchas veces poco ortodoxos que recetaba mi papá.
Mi querido Luis, ¡cómo te extraño! Aún recuerdo su tierna mirada, siempre vigilante pero comprensiva, mi padre era mi héroe, mi guía, pasaba con él todo el tiempo que me fuera posible deleitándome con sus historias de guerra o sus hazañas por el país y aunque yo sabía que la mayoría era inventado me hacia infinitamente feliz escucharlo, pasábamos la tarde sentados en el patio de la casa, él en su mecedora y yo sentada en un banquito a su lado, para ese tiempo estaban estrenando las novelas por la radio, así que encendía su trajinado radio para escuchar "Caliman", el tiempo se detenía cuando estábamos juntos.