Los siguientes días se volvieron sumamente aburridos, mamá había conseguido otra canasta para empacar las empanadas, no, sin antes advertirme que debía ir a buscar la anterior canasta, que mamá pensaba que había dejado olvidada en una tienda del pueblo, cuando en realidad la había dejado en la casona.
Decidí ir a buscar la canasta, tenía que salir de una vez de ese paso amargo, al fin de cuentas ya había dicho lo peor y no había recibido respuesta alguna, por que habría de ser diferente. Al llegar a la casona pude verificar que aun no había conseguido reemplazo para la bailarina, lo cual me entristecía mucho, no solo por mí sino por la señora Miller, eso parecía afectarle incluso más que a mí, que ya era mucho decir, cuando estuve en frente de la puerta, sentí vértigo, parecía un agujero negro, nuevamente me temblaban y sudaban las manos, pensé en irme pero recapitulé lo sucedido asegurándome que había sido sincera y que no le debía nada a nadie, tome impulso y toque la puerta con más fuerza de la necesaria.
Un momento después abrieron la puerta, era Mario, mi querido amigo dije irónicamente para mis adentros.
-buenas tardes, que pena incomodar de nuevo. -dije mirando fijamente a Mario quien arrugaba el entrecejo mientras detallaba mi expresión. –no se preocupe que no vengo a pedir que me deje entrar, solo quiero que me devuelvan mi canasta, es que la deje aquí el otro día. -Termine diciendo en tono un poco brusco, no estaba de ánimo para aguantar la grosería de este tipo una vez más.
-no te preocupes Marlyn, pasa y búscala tu misma. -respondió Mario muy cordial para ser él.
-preferiría no entrar, gracias. -dije contradictoriamente ya que mis ojos escudriñaban dentro de la casa.
-está bien, ya la busco por ti. –se encogió de hombros y se adentro dejando la puerta abierta, como si fuera una manera de incitarme a entrar también, que por cierto era muy tentador.
Pasaron los minutos y empecé a impacientarme parada allí afuera, nadie salía, había abierto un hueco en el lugar donde estaba parada de revolcar la tierra bajo mis pies, entonces sentí ese aroma, ese inconfundible aroma a colonia costosa y muy varonil, se me erizaron los bellos de los brazos al percibirla, inmediatamente deje los pies quietos, al reconocer que era el aroma de Aron, claro que lo reconocía, si jamás había percibido un aroma igual, quise emprender mi huida lo más pronto posible, baje la escalinata sin mirar aun quien estaba en la puerta aunque ya lo sabía, entonces escuché.
-Marlyn, espera, no te vayas. -pidió Aron con un tono amable y casi suplicante.
Su voz lograba en mí cosas que jamás había sentido, me giré para mirarlo y estaba igual de guapo que de costumbre, pantalón negro de lino y camisa de seda color vino tinto, su cabello estaba mojado pero perfectamente peinado, tenía ese rostro fresco y tez blanca que se había quedado grabada en mi mente desde que lo vi ¡hay Dios! Yo que estoy pensando, sacudí la cabeza para pensar en otra cosa.
-Marlyn, no te sientas apenada, disculpa nuestra actitud hace unos días…-es solo que quedamos de una sola pieza con lo que nos contaste. -Murmuró Aron muy dulcemente.
-por favor pasa y hablemos más cómodos, la señora Miller se va poner muy feliz de que estés aquí, ella está igual de apenada que yo. -Continuó Aron diciendo mientras me señalaba la entrada para que lo acompañara.
Aron me señaló nuevamente la entrada de la puerta, a lo que accedí dudosa pero lo seguí, me llevo de nuevo al salón de baile en el que habíamos estado días antes, donde gracias a mi apunte técnico había descubierto mi procedencia, se sentó y me pidió que lo hiciera a su lado, me senté justo a su lado, podía sentir su proximidad, hasta su calor, el aroma de su colonia era aun más intenso y agradable, ese hombre lograba que hasta las piernas me temblaran, pero aun no comprendía de donde provenía aquella sensación, intentaba convencerme de que era debido a que era el primer hombre ajeno a mi casa que se acercaba tanto a mí, además no era cualquier tipo de hombre, era la encarnación de un ángel con una mirada endemoniadamente sexy, por supuesto reitero que en aquel momento no conocía si quiera la palabra “sexy” pero el tiempo me permitiría aprenderla en todo contexto.
Estuvimos hablando por largo tiempo, Aron me preguntó más acerca de mí, de mi vida, a lo que yo respondí muy tranquila, ya sabían lo peor, que diferencia tendría que supieran lo mejor, ¿había tal cosa? No lo sé, pero Aron parecía muy interesado, tal vez la historia de una joven pueblerina enamorada del tango llamaba su atención.
-es increíble todo eso que me dices, Marlyn. -Murmuraba en tono bastante sincero.
No sé porque su actitud hacia mi había cambiado tanto, el día que nos conocimos fue muy altivo y hasta prepotente, pero hoy tenía una actitud tranquila, relajada incluso amable, sin duda esta nueva faceta era más encantadora, a mi pesar, porque si bien se comportaba indiferente hacia mí, mantenía los limites, pero cuando se comportaba interesado, borraba ese límite, que sin duda yo quería cruzar, ¿Qué? ¿Esperaba algo más de ese hombre? No… no… deja de pintar paisajes donde obviamente no los hay.