Esa noche, Johanna tomó una mochila y empacó todo lo que Alison le aconsejó, más un botiquín y una daga, después de eso salió el castillo en silencio, fue a las caballerizas, tomó uno de sus caballos favoritos y con él se fue de Arendelle; Alison lo vio todo desde la ventana de su habitación y oraba porque su hermana tuviera éxito y trajera a su madre de vuelta. A la mañana siguiente cuando Elsa despertó y se percató de que Johanna no estaba, se enfureció
– ¡¿Qué demonios hiciste?! –Dijo Elsa, ella estaba en la habitación de Alison.
– Sólo le dije a mi hermana lo que pasó. –Dijo Alison.
– ¡¿Dónde está?! –Preguntó Elsa.
– Fue a buscarla. –Dijo Alison.
– ¿La convenciste de hacer algo tan estúpido? –Preguntó Elsa
– No es estúpido, es valiente, es tener fe, Johanna confía en lo que le dije, sé que estará bien y sé que podrá encontrar a mamá. –Dijo Alison.
– Pero es peligroso, ella nunca había salido de Arendelle. –Dijo Elsa.
– No puedo imaginar un mejor momento para que lo hiciera por primera vez, ella la encontrará madre. –Dijo Alison.
– ¿Ahora soy tu madre? –Preguntó Elsa.
– Sé que lo que dije ayer fue... hiriente, estaba molesta, lo he estado desde que mamá se fue a la guerra y exploté, lo lamento. –Dijo Alison.
– Yo también tuve la culpa, es verdad que no te di la misma atención que le di a Johanna, es sólo que nunca supe cómo tratar contigo, siempre fuiste reservada, sólo hablabas con Clarice, creía que no me amabas a mí. –Dijo Elsa.
– Que irónico, yo creía que sólo amabas a Johanna. –Dijo Alison.
– Las amo a las dos y desearía que jamás hubiéramos tenido que llegar a tener esa discusión. –Dijo Elsa.
– Yo también. –Dijo Alison.
– Pero sigo molesta contigo, no debiste hacer que tu hermana se fuera a buscar a esa ladrona. –Dijo Elsa.
– Ella es mi mamá y sé Johanna podrá traerla de vuelta. –Dijo Alison.
– Tenías razón sobre mí, estoy avergonzada por haberla abandonado, tenía esperanza de que volviera por sí misma, pero no lo hizo, me pareció más fácil creer que estaba muerta a que nos había abandonado. –Dijo Elsa.
– Ella va a volver. –Dijo Alison.
– Nunca dejaras de repetirlo ¿Verdad? Bueno, ya no hay nada que pueda hacer así que supongo que tendré que esperar a que Johanna vuelva. –Dijo Elsa.
– Lo hará. –Dijo Alison.
– Eso espero. –Dijo Elsa.
Johanna cabalgó toda la noche, estaba tan entusiasmada que no sintió ningún cansancio, cuando amaneció ella ya se encontraba en el bosque en el que Alison se había enfrentado con Robín, una vez ahí, se bajó de su caballo y comenzó a buscar el sitio exacto del enfrentamiento, gracias a sus habilidades de rastreo lo encontró fácilmente, unos cuantos metros más adelante, encontró la cascada por la que se había arrojado, volvió a montar su caballo y fue al pie de dicha cascada, entonces volvió a rastrear lo que pudo.
– Si la flecha de Maléfica funcionó no pudo haber ido lejos, su mejor opción era saltar, y si por milagro no murió... -Johanna notó que algunas de las plantas que estaban cerca de la cascada estaban huecas por dentro-, puedo usar esto para seguir respirando bajo el agua, por eso no la vieron salir, ella permaneció sumergida, lo extraño es que mamá hizo ese mismo truco una vez cuando jugábamos; seguramente salió una vez que se fueron, pero ¿Por dónde se fue? -Johanna notó las hojas caídas de los árboles-, este camino tiene más hojas, me pregunto sí... -Se acercó a ese camino y removió un poco las hojas caídas, lo que encontró debajo de ellas fueron huellas-, lo que creí, mamá también hacía esto, esto, más lo del movimiento de pela, más ocultarse bajo el agua... no sé, creo que ya es mucho para una simple coincidencia, tal vez... Alison tenía razón. –Dijo Johanna, volvió a montar su caballo y siguió el camino en donde encontró las huellas.
Varios kilómetros adelante, Johanna encontró un pequeño pueblo prácticamente escondido en lo profundo del bosque y por lo que pudo observar a lo lejos, era un pueblo pobre y miserable, un lugar en dónde obviamente Robín se detendría para ayudar así que no dudó en ir ahí y buscarla, aunque después se arrepintió.
Los habitantes de ese pueblo, no eran tan amistosos, el hambre los había hecho violentos y sumamente desesperados, en cuanto Johanna puso un pie en ese lugar, ellos la atacaron, la bajaron de su caballo y le quitaron lo que tenía, la comida, agua, su dinero, todo, e incluso querían hacerle más; asustada, Johanna comenzó a pedir ayuda, pero nadie llegaba, sin embargo, antes de que las cosas se pusieran más feas, el grito de otra niña los detuvo.
– ¡Oigan! ¡Ya basta! -en ese momento los habitantes del pueblo pararon y soltaron a Johanna-, les traigo comida, les doy ropas, me pongo en peligro de mil maneras sólo para ayudarlos ¿Y así es como agradecen? Robando al cansado viajero ¿No les da vergüenza? –Preguntó Robín, ella aún tenía la cara tapada por la capucha de su capa.
– Discúlpanos Robín, es que no es normal ver a alguien más por aquí y creo que nos dejamos llevar. –Dijo uno de los habitantes del pueblo.
– ¿Robín? ¿Tú eres Robín? –Preguntó Johanna.