– Haz crecido mucho. –Dijo Madeleine.
– ¿A qué viniste? –Preguntó Robín.
– Sólo quería verte. –Dijo Madeleine.
– Creí que ya te habías olvidado de mí, o que no querías volver a verme. –Dijo Robín.
– Claro que no ¿Por qué pensaste eso? Quiero decir, la que se fue fuiste tú, tú me abandonaste. –Dijo Madeleine.
– Pero tú nunca trataste de encontrarme, no fuiste tras de mí. –Dijo Robín.
– No creí que quisieras que te buscara. –Dijo Madeleine y Robín comenzó a llorar.
– Tonta. –Dijo Robín.
– Lo ciento, después de todo lo que lograste, creí que habías decidido que estarías mejor sola, que ya no me necesitabas. –Dijo Madeleine.
– Tonta, era una niña, claro que te necesitaba, me fui porque quería saber si preferías estar conmigo o seguir tu camino, estuve esperando en el pueblo que estaba justo en frente, pero nunca llegaste, entendí que preferiste seguir tú sola, sin mí. –Dijo Robín llorando, en ese momento Madeleine la abrazó.
– Oh, Robín, lo ciento, yo también te necesité todos estos años. –Dijo Madeleine llorando.
Todos los que estaban presentes las miraron en silencio, no las querían interrumpir, a algunos les daba gusto ver a Robín feliz al fin, aunque a otros les daba celos, sobre todo porque habían esperado toda una vida para que Clarice los abrazara así y aquel momento les recordó que Robín ya no era la mujer que conocieron y que no podían hacer nada al respecto; Mérida y Elsa también estaban observando, ellas fueron parte del grupo que sintió celos.
– La perdimos Elsa, perdimos a nuestra chica. –Dijo Mérida.
– No me daré por vencida. –Dijo Elsa.
– Te diste por vencida hace 2 años cuando la diste por muerta y ¿Sabes qué? Tenías razón, la Clarice que conocíamos murió para que Robín pudiera nacer, la mujer que amamos ya no regresará. –Dijo Mérida.
– Tal vez lo haga. –Dijo Maléfica.
– ¿Cómo? –Preguntó Mulán.
– Bueno, si hay algo que sabemos todos los villanos, es que no existe magia más poderosa que el amor verdadero, eso y que todo hechizo se deshace con algo, aún no lo hemos intentado todo. –Dijo Maléfica.
– ¿Qué tienes en mente? –Preguntó Elsa.
– Clarice es tu esposa, o al menos lo fue, así que... creo que es hora que intentes reconquistarla. –Dijo Maléfica.
– ¡¿Qué?! –Preguntó Elsa.
– Ya se enamoró de ti una vez, puede volver a pasar. –Dijo Maléfica.
– Mérida habla con ella. –Dijo Elsa.
– En realidad estoy de acuerdo con ella. –Dijo Mérida.
– ¿Disculpa? –Dijo Elsa.
– Creo que podrían tener razón. –Dijo Anna.
– ¿También tú? –Preguntó Elsa.
– Escúchalo bien y piénsalo, Clarice te eligió a ti, ella siempre te amó más que a cualquiera, un amor así no puede desaparecer ni con magia, créeme el amor que Clarice te tuvo sigue ahí, dentro de Robín, lo único que tienes que hacer es ayudarlo a salir. –Dijo Maléfica.
– Pero mírenla, es una niña. –Dijo Elsa.
– No, no lo es. –Dijo Anna.
– Físicamente lo es, según ella lo es, sé que en realidad es mi Clarice, pero... no puedo, lo siento, es demasiado. –Dijo Elsa.
– ¿Qué tal si lo intenta una de sus hijas? El amor que le tiene una madre a sus hijos también es amor verdadero, además recordemos que Clarice le tenía un amor muy especial a Alison. –Dijo Anna.
– Sí, pero el problema sigue siendo el mismo, Robín es una niña, una niña que siempre estuvo sola, no entiendo el amor maternal, nunca sintió amor maternal, si intentamos hacerla sentir algo por Alison... podría confundir los sentimientos y entonces tendríamos un severo problema, pasaría lo mismo si lo intentáramos con Johanna o Daniel. –Dijo Elsa.
– No te entiendo Elsa, deseas recuperar a tu mujer, pero te da miedo intentarlo, es exactamente por eso que Clarice pasó 5 años en una celda subterránea, por tu debilidad. –Dijo Mérida.
– Jamás me dejarán olvidarlo. –Dijo Elsa.
– No, ¿Y te digo algo más? Ésta vez no quedaré cruzada de brazos. –Dijo Mérida.
– ¿Qué quieres decir? –Preguntó Elsa.
– Que si tú no intentas reconquistarla, yo lo haré, después de todo alguna vez también sintió algo por mí. –Dijo Mérida.
– No lo harás. –Dijo Elsa.
– Lo haré, y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. –Dijo Mérida.
– No lo hagas. –Dijo Elsa.
– ¿Te asusta que lo logre, que se dé cuenta de que yo soy su verdadero amor y te abandone? –Preguntó Mérida.
– Sólo no lo hagas. –Dijo Elsa.
– Ya te lo dije, no me detendré, si quieres impedir que yo rompa el hechizo, trata de romperlo primero. –Dijo Mérida.
– Bien. –Dijo Elsa y se dirigió hacia Robín y Madeleine.
– Sabía que la convencería. –Dijo Mérida.