A la mañana siguiente, Clarice tomó la maleta que hizo, se despidió de Elsa y de sus hijas y se dirigió al castillo de Mérida, ella todavía no sabía lo que Clarice quería hacer así que se sorprendió al verla tan temprano y con una maleta, sin pensarlo fue hacía ella con una gran sonrisa, pues esa maleta solo podía significar una cosa.
– Clarice, el que estés aquí, a esta hora y con esa maleta... no me digas qué... dejaste a Elsa. –Dijo Mérida.
– No... exactamente, decidí que tenías razón, Daniel también me necesita así que empaqué y me quedaré con ustedes un tiempo, si me aceptas. –Dijo Clarice.
– ¿Si te acepto? Por supuesto que puedes quedarte, pero ¿Elsa lo sabe? –Preguntó Mérida.
– Claro, se lo dije anoche. –Dijo Clarice.
– ¿Y dejó que te quedaras conmigo? –Preguntó Mérida.
– Ella confía en mí, además debo advertirte que si intentas algo me iré ¿Lo entiendes? –Preguntó Clarice.
– Sí. –Dijo Mérida.
– ¿Segura? –Preguntó Clarice.
– Sí. –Dijo Mérida.
– ¿Segura? –Preguntó Clarice.
– Sí. –Dijo Mérida.
– ¡Segura Mérida! –Dijo Clarice.
– ¡Sí, Clarice! –Dijo Mérida.
– Bien, ¿Daniel sigue dormido? –Preguntó Clarice.
– Sí. –Dijo Mérida.
– Correcto, entonces muéstrame en donde dormiré, espero que entiendas que debe ser en una habitación separada de la tuya. –Dijo Clarice.
– Eso no será problema, es un castillo, hay muchas habitaciones vacías. –Dijo Mérida.
– Excelente, entonces andando. –Dijo Clarice.
– ¿Me permites al menos ayudarte con tu maleta? –Preguntó Mérida.
– Está bien. –Dijo Clarice dándole la maleta.
– Clarice... te amo. –Dijo Mérida.
– Lo sé. –Dijo Clarice.
– Te agradezco que hagas esto por mi hijo. –Dijo Mérida.
– Nuestro hijo. –Dijo Clarice.
– Sí, nuestro hijo. –Dijo Mérida sonriendo.
Mérida le dio a Clarice una habitación que estaba al lado de la suya, así la sentiría cerca aunque no lo estuviera completamente, Clarice no tuvo objeción, le bastaba con no compartir el mismo cuarto que Mérida, no porque siguiera enojada con ella, o porque le desagradara, ni siquiera por la promesa que le hizo a Elsa, si no, porque una parte de ella sabía que si compartían la misma cama... tal vez la atracción que sentía por Mérida podría hacerla traicionar a Elsa y ésta vez no sería a causa de una poción.
Cuando Daniel despertó y bajó a desayunar, se sorprendió al ver que Clarice estaba sentada con Mérida desayunando, pero más grande aún fue su felicidad, sobre todo al enterarse de que ella se quedaría indefinidamente, se puso tan feliz que comenzó a correr y saltar por ahí, Mérida le insistía que se sentara a desayunar, pero él no le hacía casa, Clarice le aconsejo que lo dejara hacer lo que quisiera, que lo dejara expresarse; una vez que se cansó, corrió a abrazar a Clarice y ella lo abrazó también, después, él finalmente se sentó desayunar.
Después de ese día, Clarice estuvo con Daniel todo el tiempo que pudo, desde que amanecía hasta que anochecía, lo ayudaba a estudiar, a entrenar, jugaba con él, incluso Mérida se les unía y por primera vez sintió que tenía una verdadera familia con Clarice, le encantaba ver a su hijo feliz y tener a alguien que compartiera esos momentos con ella y que lo amara igual; cada vez le era más y más difícil a Mérida mantenerse al margen de Clarice, pero se esforzaba por hacerlo, aunque sabía que muy pronto iba a llegar a su límite.
Una noche, Mérida le pidió a Clarice que fuera a su habitación, claro que después de cenar y de que Daniel se fuera a dormir, Clarice aceptó ya que Mérida le dijo que solo quería hablar con ella de su hijo.
– ¿Mérida? ¿Estás ahí? –Preguntó Clarice tocando la puerta de la habitación de Mérida.
– Sí, pasa. –Dijo Mérida, Clarice entró y vio que Mérida había preparado unos bocadillos de queso y vino.
– ¿Por qué las botellas? –Preguntó Clarice.
– Creí que podrías tener sed, además... no recuerdo la última vez que bebimos juntas. –Dijo Mérida.
– Supongo que puedo aceptar una copa. –Dijo Clarice, Mérida sirvió vino en las copas y ambas comenzaron a beber; cabe mencionar que Clarice en realidad no bebió solo una copa.
– Me alegra que aceptaras venir. –Dijo Mérida.
– Tú me lo pediste, dijiste que querías hablar de Daniel, me parece que ya ha mejorado bastante su estado de humor así que muy pronto podré volver con Elsa y mis hijas. –Dijo Clarice, al escucharla, Mérida se inquietó.
– ¿Te irás? –Preguntó Mérida.
– Sí, sabías que eso iba a pasar. –Dijo Clarice.
– Sí, lo sé... ¿Cuándo te irás? –Preguntó Mérida.
– Ya estuve un mes aquí, tal vez en un par de semanas me vaya. –Dijo Clarice.
– Daniel...... te extrañará. –Dijo Mérida.
– Lo seguiré viendo, igual que antes, aunque tal vez un poco más seguido. –Dijo Clarice y Mérida se le comenzó a acercar.