A la mañana siguiente, cuando Maléfica, Mérida, Elsa y Alison despertaron, notaron que Clarice aún no salía de su habitación, cosa que les pareció extraña, ya que ella se despertaba antes que todos para estar a lado de la reina de corazones; Alison creyó que podía deberse a que sí bebió el agua y al recuperar sus recuerdos perdió el interés en seguir fingiendo ser la sierva de la reina.
– Mamá, mamá ¿Estás ahí? Abre la puerta, mamá. –Repetía Alison mientras tocaba la puerta.
– Tal vez despertó más temprano de lo normal. –Dijo Mérida.
– No lo creo, Clarice no es alguien que rompa su rutina tan fácilmente, si tiene una hora para salir de su habitación, la seguirá hasta que la reina le ordene que cambie. –Dijo Elsa.
– Eso es verdad. –Dijo Mérida.
– Y yo lo respaldo. –Dijo Maléfica.
– Pero entonces, eso significa que mamá sigue ahí ¿Le habrá pasado algo? Tenemos que entrar. –Dijo Alison.
– Puedo abrir la puerta con mi magia. –Dijo Maléfica.
– Primero llamaré a su puerta una vez más. –Dijo Alison, pero antes de que pudiera tocar la puerta otra vez, Clarice la abrió.
– Chicas ¿A qué debo ésta visita? –Preguntó Clarice sonriendo.
– Ya es tarde y no salías de tu cuarto. –Dijo Maléfica.
– Nos preocupamos. –Dijo Mérida.
– Por favor, como si no me conocieran, ahora váyanse, tengo muchas cosas que hacer. –Dijo Clarice saliendo del cuarto y cerrando la puerta.
– Mamá... ¿Bebiste el agua? –Preguntó Alison.
– ¿El agua? -se detuvo un momento a pensar-, ah, sí la bebí. –Dijo Clarice, al escucharla todas se alegraron.
– ¿De verdad? Genial, entonces ya puedes recordarlo todo. –Dijo Mérida.
– Por supuesto. –Dijo Clarice y empezó a caminar.
– ¿Pero estás bien? –Preguntó Maléfica.
– ¿A dónde vas? –Preguntó Elsa.
– Con la reina de corazones. –Dijo Clarice.
– ¿Vas a devolverle su collar? O quizá quieres encontrar una nueva pista ya que el collar resultó ser inútil. –Dijo Mérida.
– No sólo voy a hablar con ella. –Dijo Clarice, en ese momento, Maléfica notó que ella estaba usando el collar.
– Clarice ¿Por qué estás usando ese collar? –Preguntó Maléfica.
– Porque quiero. –Dijo Clarice.
– ¿No crees que la reina se molestara cuando te vea con él? –Preguntó Elsa.
– No, no lo creo. –Dijo Clarice, ella caminaba sin detenerse y sin voltear a ver a nadie, ni siquiera cuando les decía algo a las demás.
– Clarice ¿Qué te ocurre? -Clarice no respondió y siguió caminando-, Clarice, ¡Clarice! –Dijo Maléfica; ella sujetó a Clarice del brazo para detenerla, en cuanto lo hizo, hubo un desello verde en los ojos de Clarice por unos segundos, pero ya que les estaba dando la espalda, nadie lo notó.
– ¿Qué te pasa? Estás actuando muy extraño. –Dijo Mérida.
– Demasiado para haber recuperado la memoria. –Dijo Elsa.
– No es mi intención preocuparlas, sólo sigo algo decepcionada por el fracaso que fue el collar. –Dijo Clarice.
– Descuida, ya encontraremos otra cosa. –Dijo Alison.
– Oigan, en serio tengo que reunirme con la reina ¿Por qué no van a explorar el lugar? Revisen cada rincón de los jardines del castillo, quizá encuentren algo importante. –Dijo Clarice.
– Sí, seguro Clarice. –Dijo Elsa
– Claro. –Dijo Maléfica; Mérida y Alison asintieron.
– Bien, vayan, yo seguiré mi camino. –Dijo Clarice sonriendo.
– Como digas, suerte Clarice. –Dijo Elsa y después se fueron.
Una vez que se quedó sola, Clarice -o más bien, Rasputín en el cuerpo de Clarice-, fue a buscar a la reina de corazones con el único propósito de hacer que le cediera el trono, ella y todo el país de las maravillas seguía bajo su control por lo que le sería muy fácil, sólo era cuestión de pedirlo.
– ¡Clarice! ¡¿En dónde estabas?! ¡Debías estar aquí desde antes de que saliera el sol! –Dijo la reina de corazones sentada en su trono.
– ¡Silencio! –Dijo Clarice, sus ojos brillaban con ese tono verde.
– Sí, señora. –Dijo la reina de corazones, sus ojos también brillaban, al igual que los de todos los naipes presentes.
– Fuera del trono -la reina obedeció-, dame la corona y el cetro -la reina obedeció-, ¡Ahora yo soy el rey... la reina! ¡Yo soy la reina del país de las maravillas y pronto...! ¡¡DE TODOS LOS REINOS!! –Dijo Clarice.
– ¡Que viva la reina! ¡Que viva la reina! –Aclamaban todos mientras Clarice sonreía con sus ojos brillantes.
Mientras tanto, Elsa, Mérida, Maléfica y Alison, buscaban pistas o cualquier cosa sospechosa para ayudar a Clarice, sin embargo no pudieron encontrar nada, excepto que notaron un comportamiento extrañamente "normal" en todos los habitantes del país de las maravillas, todos menos el gato rizón, pero con él no podían contar para nada; aunque también aprovecharon su tiempo para hablar de Clarice.