La mujer pirata

Parte III, pequeña aparición de Luzarte

 

A TRAVÉS DE LOS OJOS DEL VIEJO LUZARTE

El viejo pirata Luzarte esquivaba el gentío del mercado; caminaba por las calles encorvado, agarrándose con una mano a un manto viejo y casposo de color gris que le rodeaba, cubriéndole todo el cuerpo y gran parte de la cara.

Con la otra mano se sujetaba el costado izquierdo, con fuerza, como si el corazón se le fuera a salir del pecho, no tan lejos de la realidad ya que estaba empezando a desangrarse de ese lado, la sangre ya oscurecía la mayor parte de la manta, dejándola más oscura y sucia.

Luzarte había soportado peores heridas en sus “hazañas piráticas” eso estaba claro.

Aunque no es lo mismo sus viejos tiempos como pirata, que ahora. Rondaba los cincuenta, era un anciano.

Luzarte nunca se llamaba a sí mismo “pirata”. Según sus criterios, él era mitad marinero, mitad ladrón y sólo por delante de esas cosas un amante de la marea.

Cuando se encontró solo, decidió meterse en un callejón, en el cual sabía que iba a morir si no recibía ayuda de un doctor, pero pensándolo fríamente, no sería la mejor opción.

Llevaba el típico atuendo del pirata; los pendientes de pirata, el pañuelo de un pirata y hasta sus cicatrices gritaban silenciosamente su pasado.

Nadie lo ayudaría con ese aspecto, y si lo hacían lo mandarían a la horca poco después.

Muchos ya creían que los piratas se habían extinguido.

Eso no era del todo mentira, ya que la época de oro de la piratería tuvo su momento y su deceso, la corona se encargó de eliminarlos arduamente, uno a uno. Pero tampoco era del todo verdad; allí estaba Luzarte para acreditarlo, o lo que queda de él.

Miró por última vez el callejón, mientras sus ojos se cerraban.

Se conocía aquella aldea como la palma de su mano, su mano antes de ser amputada por aquella infección.

-Por una astilla- balbuceó con sorna. - Por una astilla perdí mi mano.

Su honor rehusaba a morir en un lugar que no fuera alta mar o en batalla, pero admitió que aquella aldea no estaba tan mal, el lugar de nacimiento e infancia de su mejor amigo y compañero de aventuras, Coronel.

Cerró sus ojos por completo y sonrió; el último pensamiento en vida que tuvo Luzarte fue que si después de la vida navegando en los mares podría surcar los cielos, y si fuese así él esperaría a Coronel para ello.

 



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En el texto hay: piratas, amor, aventuras

Editado: 31.03.2019

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