La mujer pirata

Parte VI, sucesos

Miro a los lados, como esperando a que me dijera que es una broma, pero su silencio me obliga a hablar.

-Gracias por darte cuenta ahora- enarco una ceja, este hombre es idiota.

-No me estás entendiendo, a mí me da igual, pero los demás miembros de la tripulación no verán con buenos ojos que una mujer esté a bordo, es de mal augurio. Además de lo que te podrían hacerte…-

No parece amenazador, ni intenta meterme miedo por su tono de voz, está siendo objetivo, cosa que me duele en el cuerpo por muy verdad que sea.

-Vas a tener que disimular tu cuerpo con vendajes y ropa de hombre. –

-Entendido- digo convencida y conforme, no me costará nada desprenderme de este estúpido corsé.

-Y también…-

- ¿También? -

-Tu pelo-

- ¿Qué pasa con mi pelo? - pregunto alarmada posando mis manos sobre la cabeza.

-Tienes que cortártelo. – dice, sin vacilación, sin compasión, sin nada.

Monstruo.

-No, no, no, no.- lamento horrorizada.

-Escúchame.-

Frena en seco y se da la vuelta, acorta la distancia que llevábamos.

Me sujeta la barbilla con el índice y el pulgar, obligando a mirarle.

-Escúchame, niña, no hemos venido aquí a jugar a ser piratas. Te digo esto por tu bien, sería mejor que volvieras a casa, pero si no lo vas a hacer tendrás que hacerme caso. – su tono de voz es tan tranquilo que resulta aún más amenazador.

-De acuerdo- digo sin emoción.

Él asiente y vamos por un camino de tierra, hecho por los carros y los transeúntes.

Debo admitir que el paisaje es precioso, a ambos lados del camino, un inmenso lago se abre paso y se pierde en el horizonte.

Antes de llegar a este hay un verde prado, con muchas amapolas, justo en la orilla hay una pila de rocas, bastante grandes y lisas, es ahí a donde nos dirigimos.

Sin necesidad de mediar palabra me siento en una de las rocas, él se sitúa detrás de mí y saca el machete.

-Cuidado con el cuello.

Mi tono de voz es tranquilo, aunque sienta como se me va a saltar el pecho, noto las pulsaciones alteradas y desbordadas en mis oídos.

Me concentro en el paisaje, en las preciosas amapolas que se reflejan en el agua clara y azul del lago.

Veo a un grupo de patitos seguir a su madre pato por el lago, están solo ellos y un grupo de juncos sobresaliendo en aquella magnitud acuática.

Sonrío, siempre había querido tener animales, aunque Molly dijera que “los animales que no son para comer no tienen utilidad.” Tuve un perro que pude ocultar un par de años, no era mío, era callejero, negro y sumamente bonito.

Le alimentaba y le cepillaba su corto pelo todos los días, siempre estaba en un callejón, cerca del puesto de verduras y del puesto del chico francés.

El chico francés era toda una sensación en Megavissey porque, ¡sólo vendía pan! No tenía nada más, todos creían que fracasaría, pero no, resulta que hace pan de todos los tamaños, formas y sabores. Todos ellos de sabor exquisito, lo que daría por probar uno ahora.

Iba todas las semanas a comprar su pan, el chico, Louis Laforêt, era una maravilla de chico, creo que es uno de los pocos amigos que realmente tenía y sólo era un poco mayor que yo.

A los dos nos gustaba hablar de filosofía y disfrutábamos del buen pan; él creando nuevas recetas y yo, probándolas.

Recuerdo su cara de orgullo al ver como su comida estaba buena, sus ojos marrones claro con largas pestañas, su piel, algo rosada y cubierta de pecas.

Era muy alto, eso llamaba la atención, pero llamaban más la atención sus manos, como las de un pianista. Suaves y con dedos largos.

Aunque él no sabía tocar ningún instrumento, pero recuerdo que tenía un pequeño piano, algo viejo, lo veía cuando me invitaba a cenar.

Él a duras penas tocaba notas simples, pero se quedaba maravillado al oírme tocar.

Él decía que con eso valía la pena invitarme y que no hacía falta que llevara nada, pero me considero una buena invitada.

Siempre hacía un pastel de almendras con Molly para dárselo, Louis supuso que lo había hecho mi madre, y nunca tuve el valor de desmentirlo.

Nunca le hablé a nadie de la condición de mi madre, en verdad.



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En el texto hay: piratas, amor, aventuras

Editado: 31.03.2019

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