La muñeca del rey [+21]

Capítulo V

Cierro con fuerza la puerta, con mi respiración agitada y gotas de sudor bajando por la frente, bajo la vista y veo mis manos llenas de sangre seca y tierra, reviso mi ropa y esta está pinta de la sangre de Boons. Gimo al recordarlo.

Había enterrado a Boons después de haberle llorado y por suerte, mis hermanos y mi mamá no han llegado. Empiezo a desnudarme mucho antes de llegar a la habitación, colocándome uno de mis vestidos viejos, me lavo las manos y el rostro con agua helada y acomodo mi cabello. Me detengo y vuelvo a respirar.

—Boons —sollozo pero a los segundos vuelvo en mí y camino rápido para deshacerme de la ropa manchada.

Me acerco a la pequeña chimenea, pero me detengo al ver que esta no ha sido encendida e iba a ser muy sospechoso cuando llegara mi madre. Vuelvo mi vista por toda la casa en busca de un lugar para ocultar el vestido, en eso mi pies derecho se tropieza con una roca, haciendo que pierda el equilibrio y caiga al suelo.

Gruño al sentir que mis rodillas se llevan todo el golpe y al girarme puedo ver aquella roca que se encuentra enterrada en el suelo; recuerdo que ese plan fue de Caster para cubrir los huecos, así Rui no se lastimaría al caminar por la casa. Me acerco a ella y trato de sacarla de su sitio, uso mis dedos como fuerza hasta sentir como me lastimo la piel hasta lograr sacar la roca y con un gran alivio, el hueco tiene suficiente espacio.

Tiro el vestido y luego coloco la roca en su sitio, le doy algunos golpes con mis manos para que quede firme con el suelo. Al ver que no me queda más por hacer, dejo que aquellos recuerdos me atormenten de nuevo, mis ojos se vuelven a cristalizar y esta vez no me contengo, llevo mis rodillas a mi pecho y me abrazo a sí misma, meciéndome de un lado a otro en busca de parar aquel dolor que cada vez va empeorando.

El silbido de Flora asecha mis oídos, poco a poco se escucha más cerca, doy mi última respiración profunda y me levanto del suelo con movimiento rápido, me acerco a la cubeta de la cocina y con el agua helada, me lavo el rostro con fuerza hasta no sentir nada por el frío. Levanto un poco mi vestido y me seco con ella, al mismo tiempo de que abren la puerta de la entrada.

—Davina, ya llegamos —anuncia Flora al cerrar la puerta, quitándose la bufanda del cuello.

Rui se sienta en el sofá mientras Caster se acerca a la chimenea y trata de encenderla, y por alguna extraña razón siento mi corazón en mi garganta, verlos a ellos hace que el dolor sea menos soportable.

—Estoy acá, mamá.

Flora se gira al tener la vista en la puerta de la habitación de Caster y mía, me regala una leve sonrisa pero luego cambia por completo, a una de preocupación, se acerca.

—¿Te encuentras bien? —pregunta colocando su mano por mi cuello y luego frente, tomando la temperatura.

—Sí —arrastro mis palabras.

—Te ves más pálida de lo normal —y en su voz hay preocupación—, no me mientas Davina.

—Te juro que me encuentro bien.

Ella no dice nada, pero sus ojos verdes se dirigen hacia abajo y mira los dedos de mis manos ensangrentada, la coge con delicadeza y me vuelve a mira.

—¿Qué te ocurrió? —pregunta y por un breve momento no se me ocurre ninguna mentira en la cual pueda salir de esta, trago y por un momento pienso en contarle la verdad, la vista se me vuelve borrosa al recordarlo—. ¿No me digas que estuviste sembrando con tus manos, de nuevo?

Aquello me agarra de sorpresa pero asiento con la cabeza de una manera tan veloz.

—¿Qué te he dicho, Davina?

—Lo siento —murmuro aun sin creer que me salvé de decir la verdad.

—Creo que me quedan algunas plantas medicinales —dice Flora acercándose a los pequeños armarios de arriba de la cocina y abriendo uno de ellos, al abrir el último salta un roedor pequeño hacia ella y con movimientos rápidos envía a la rata al suelo.

Suena aquel golpe tan particular cuando un ratón cae en la madera y de inmediato se mueve del lugar, trato de alcanzarlo pero se aleja de mí con mucha velocidad, Caster es el siguiente en esperarlo pero no tiene tanto éxito y vemos cuando el ratón sale por un lado de la ventana.

—¡La rata se escapó! —suelta Rui con mucha energía y riendo.

—Oh, mierda —suelta Caster al ver aquello.

—La palabra —recuerda nuestra madre con regaño.

—Oh, rallos —acomoda Caster con una actuación exagerada.

—Mejor; ven Davina —indica Flora al conseguir las hierbas, poco a poco me va vendando aquellos dedos que tengo heridos—. Ve a acostar a tu hermano pequeño, Caster y yo haremos el almuerzo.

—Bien. —respondo y al acercarme al sofá, Rui de inmediato levanta sus bracitos para cargarlo en mis brazos, sonrío ante aquello y lo llevo a su habitación que comparte con Flora.

Al estar adentro, siento a Rui a un lado de la cama y busco su ropa en el pequeño armario que tiene y sin mucha ropa en ella agarro una camisa gris.

—Vamos Rui, desvístete —indico al colocarme al frente de él, pero este solo eleva sus brazos, entrecierro mis ojos—. Sé que puedes desvestirte tú solo, Caster ya me contó.




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