La muñeca del rey [+21]

Capítulo VII

—¡John! ¡Mueve tu jodido trasero aquí! —grita el capitán Barry.

Gruño por debajo, estoy a nada de entrar en aquella habitación que tiene la puerta abierta mostrando varias camas a cada lado, algunas ocupadas por otros guardias. Giro y me dirijo hacia el llamado de Barry.

—¿Sucede algo? —pregunto al tenerlo cerca.

—¿No te han informado? —cuestiona él.

—¿Sobre qué?

—Ven, te lo mostraré —dice el capitán y sin perder mi tiempo le sigo el paso.

El camino es silencioso y eso me irrita más, pero mis emociones cambian al ver que caminamos hacia la salida de los guardias del castillo. El castillo está rodeado por una muralla y en cada esquina se encuentra un torreón circular, vigilado por algunos guardias; a mi lado derecho se encuentran los establos y la herrería, veo como el herrero golpea con fuerza el acero mientras que le va dando forma con el martillo; a mi lado izquierdo está la torre de homenaje, el hogar del rey y sus súbitos más cercarnos, no se nos permite el paso al menos que el rey lo ordene; algunos arbustos decorativos nos impide el paso a las entradas principales, escondiéndonos de la alta sociedad.

El rastrillo ya está arriba dejando ver un pequeño puente elevadizo y debajo de este pasa el río de forma tranquila; al frente veo aquel típico bosque que tiene Alaskia, con sus pinos largos y de troncos fuertes, alguno de estos árboles están cubiertas por una capa de nieve, y el suelo es entre tierra y nieve; en el camino libre de árboles puedo ver señales de pisadas de humanos y algo fue arrastrado con ellos.

—¿Qué es eso? —pregunto al pasar por el pequeño puente y seguirle el paso a Barry.

—Ya lo veras.

Nos entramos un poco en aquellos árboles y en eso puedo ver a dos aprendices de Barry junto con un cuerpo a sus pies, sus rostros están pálidos como si hubieran visto algún fantasma y este les quitara un poco de su alma. Bajo la mirada antes de replicar y veo el cuerpo de otro aprendiz sin vida.

—¿Qué le sucedió? —susurro al no creer lo que mis ojos ven.

Aquel aprendiz está boca abajo con sus pantalones abajo y la cintura levantada, con una rama gruesa entre su trasero; aparto la vista del asco y puedo entender lo que aquellos aprendices sienten, pero me obligo a seguir mirando y antes de caer de nuevo en aquella rama que le atraviesa, desvío con violencia hacia su rostro que se encuentra a un lado, con sangre seca y sin ojos, solo unas cuencas vacías y oscuras; mi vista vuelve a su trasero pero esta vez bajo un poco la mirada…

—No lo tiene —responde uno de los aprendices al ver cuál es mi siguiente paso—, al parecer se lo arrancaron.

—¿Qué ha sucedido? —pregunto y miro a Barry.

—Vamos, cuéntenle —habla su capitán a sus aprendices.

—Ayer sentenciaron a muerte a una chica por ser bruja, tenía una marca que lo comprobaba, su ejecución fue esta mañana —habla uno de ellos, asustado—, al parecer su hermana empezó a gritar en el medio de la ejecución y el escuadrón del capitán René la agarraron y la alejaron.

Suspiro al saber a dónde va la historia; puedo decir con los años que llevo aquí que René es un asco de hombre con todas las letras de todos los tamaños posibles, es una escoria pero uno de los favoritos del comandante Rodríguez.

—Por su estado, ellos abusaron de la chica y luego la encerraron en la jaula —prosigue y su voz aumenta el miedo—, y recuerdo que Brown y yo nos acercamos y él estaba ¿raro? Llegó a sentir lujuria por ella, yo le dije que no porqué el santísimo padre la quería para esta noche…

—¿El padre Bartolomé? —le detengo y el aprendiz asiente— ¿Por qué? Tengo entendido que él no puede tocar a ninguna mujer —y miro a Barry.

—No me veas así, eso escapa de mis manos y lo sabes John.

—Prosigue —le digo al aprendiz.

—Y me fui y lo dejé con ella… y… y cuando lo fui a buscar… lo encontré peor que esto…

—¿Y la chica?

—Sin rastro.

—¿Y René?

—Al parecer fue en busca de una niña —menciona el capitán Barry—, hubo un soplón.

Y siento como algunas tripas se aprietan al escuchar aquello, solo pienso en la niña Julie mientras disimulo mi malestar y rezo para que ella se encuentre salva.

—Y exactamente tuvo que ir él —suelto, aquello solo iba a traer desastre para aquella pobre familia sí resulta ser una niña.

—Pero el problema no es él —comenta Barry—, la chica está suelta y no sabemos en dónde está y por lo visto, es una bruja.

—Iré al centro de la ciudad a investigar —respondo—, envía a uno de tus hombres a los bosques, en un grupo, no sabemos con qué nos estamos liando.

—Bien —responde este, luego quedamos por un momento en silencio; Barry mira a sus aprendices—; Manuel, Adolfo, quítenle la rama.

Y puedo ver como aquellos aprendices se le va la otra mitad de su alma al escuchar tal orden.

—Luego lo llevan al cementerio, si desean pueden avisarle a algunos de los discípulos para que diga algunas palabras, aunque el idiota de Brown no era religioso.




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