La muñeca del rey [+21]

Capítulo VIII

No te asuste bella criatura, tu tiempo llegará cuando ella te llame; por ahora solo corre, corre y corre, antes que la bestia te atrape. No te asuste bella criatura, que tu tiempo llegará.

Aquel canto me da un poco de paz. Estiro mis patas al frente y ellas se encajan en el tejado de aquella torre del castillo de Loringuel, dejando que mis garras destrozaran un poco de este. Hago temblar un momento mis alas y las acurruco a mi cuerpo, quedándome en una posición fija. La noche me acompaña con la luna menguando a un lado; observo el casi silencio de la noche, disfruto de la brisa helada que pasa a cada segundo y esta vez agradezco que no esté nevando como la noche anterior.

La magistral entrada entrar al castillo está silenciosa y tranquila, los soldados que se encuentra en el muro se marchan para dar paso la otra ronda de guardia. Visualizo a otro grupo de soldados entrar a su descanso y otros salir por aquella puertecita que da al bosque, para seguir explorando, para seguir buscando aquella mujer que la tacharon como bruja.

Mi atención cae cuando un soldado que tenía sus pies dirigidos en aquella habitación para su descanso, se detiene en la puerta y su vista cae hacia atrás. Se acerca hacia la parte trasera del castillo, donde hay otra persona esperándolo en la puerta de esta. Respiro profundo y aumento mi audición, para lograr escuchar aquella conversación; tengo aquella sensación de va a ser muy importante esa conversación.

—Oh, gracias a Dios que me viste —dice una voz suave y dulce, muy a la de una mujer—, estos lentes ya no me sirven de mucho.

—¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a la niña? —pregunta aquel guardia, con un tono de preocupación.

—No, no —niega rápido—, ella se está recuperando muy rápido —anuncia, y aquello me trajo alivio inmediato—, vine porque ella logró abrir los ojos por unos segundos.

—Oh, eso es bueno.

Mi piel se eriza antes aquellas palabras; «si en lugar de tener mis labios y no un pico, ya me hubiera mordido mi labio inferior de los nervios» pienso, «he llegado unos segundos tarde, esto posiblemente puede ser un castigo para mí». Dejo soltar un chillido, parecido a la de un cuervo, pero que no llega a alertar a ningún humano cerca. «Maldición» me reclamo en mi cabeza.

—Ella tiene los ojos esmeralda, John. —Y en aquella voz noto esperanza, siento alegría y poco a poco hasta algo de paz, en aquella mujer.

—¿Qué?

—La niña, la que cargaste en tus brazos, la de cabello negro… abrió los ojos y son del color esmeralda, eso puede significar… eso significa que puede ser ella…

—No, Zaray, eso es imposible —responde el guardia John con mucha seguridad; «y sé muy bien el por qué el guardia dice aquello: la niña Julie».

—¿Por qué? John, ella puede ser la que nombran en la profecía, cumple con las características…

Escucho unos pasos acercarse hacia ellos sin darse cuenta. Deslizo mis alas y con un movimiento brusco, envío una corriente de aire para aquella pareja; el guardia de inmediato mira hacia atrás y veo como empuja con rapidez a la mujer de nuevo por la puerta. John cierra la puerta y trata de caminar con tranquilidad hasta desaparecer en aquella habitación llenas de camas incomodas y olor putrefacto. Me impulso desde la torre y comienzo a volar hasta encontrar la primera ventana abierta; entro con mucha facilidad por aquella ventana y mientras voy caminando mi cuerpo va tomando forma humana, mis patas ya no son largas y con garras sino cortas y de diez dedos, cinco en cada pies; siento mi columna estirarse, haciendo ese sonido tan particular de los huesos romperse y moverse de sitio, las plumas de mi pecho van desapareciendo dejando piel al descubierto; mis alas en un parpadeo desaparecen, dejando delgados brazos con sus dedos en cada mano.

Juego con las sombras que se forman dentro del castillo, ocultando mi presencia de aquellas personas que aparecen sin aviso, moviéndose como un fantasma, sin hacer el menos ruido pero solo algo los delataba, sus respiraciones. Me detengo en una puerta y la abro con sumo cuidado y al saber que no hay nadie, entro por completo y me acerco a la única cama que está ocupada por una niña durmiendo.

Me quedo por un momento observándola, tiene una venda por todo su cuello y algunas hojas en sus brazos para reducir los posibles hematomas; su respiración es suave y relajante, mientras que su cabellera es larga con flequillos en su frente. Con mis dedos hago a un lado los flequillos que me interrumpe y miro mejor su rostro de cerca. La niña hace un leve movimiento, no muevo ningún musculo pero, se vuelve a dormir.

—Eres una niña preciosa —me sincero—, pero me temo que tu destino será doloroso y lamentable, espero que puedas soportar lo que se te avecina.

Escucho que su corazón da leves golpes en su pecho, trabajando de una manera tranquila y en paz; «una paz que esta niña aun no va a experimentar».

—La naturaleza te protegerá por algún tiempo —susurro—, pero un camino en falso y ella misma te castigara, por favor, toma bien tus decisiones de ahora en adelante, solo te quedan dos oportunidades, mi bella criatura.

Respiro un poco y coloco a una distancia minina mi palma de la mano entre sus ojos, recito algunas palabras en una lengua antigua y desconocida para el humano, noto como algunas luces pequeñas, del tono azul caen en los ojos de aquella niña.




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