Capítulo 8: Bajo el agua.
[7 de octubre del 2010, jueves]
—Musa lo siento muchísimo —ruedo los ojos antes de acelerar el paso en un intento vago por perderlo de vista, pero sus piernas largas le permiten seguirme de cerca—. Kat, en serio lo lamento, lo olvidé por completo…
Dejo de escucharlo luego de que dice “lo olvidé”. Siento una opresión en mi pecho al recordar lo estúpida que fui ayer, esperando por una videollamada que jamás llegaría.
Después de dejar que Tyna estuviera con él en todo el almuerzo y sin importarle lo más mínimo que yo me fuese a la mesa de su hermana, prometió que recompensaría el tiempo perdido en nuestras usuales videollamadas hasta altas horas de la noche. El reloj dio las nueve, luego las diez y las once. La medianoche llegó y nada. Esperé un poco más, guardando la esperanza de que en cualquier momento se conectaría y me explicaría el porqué de haberme dejado plantada frente al computador. Sin embargo, no pasó.
Me fui a dormir no si antes dejarle un “Vete a la mierda” en el chat, aunque luego no dejaba de dar vueltas en la cama sopesando que tal vez le habría ocurrido algo malo y por ello no se pudo conectar. Ahora mientras me desplazo entre los pasillos del instituto, no me arrepiento de nada. Esta mañana apenas llegué, se me abalanzó cual mendigo a la limosna para rogarme que lo perdone, porque había quedado en salir con Tyna y su grupo de amigos.
Se juntó con la gentuza y eso es algo que no voy a perdonar tan fácil.
—Lo siento, lo siento, lo siento… —no deja de disculparse mientras camina a mi lado y yo hago como que no es conmigo. Deneb viene detrás de nosotros sin dejar de reírse. Al parecer le resulta cómica nuestra pelea infantil—. Pídeme lo que quieras, lo que sea. Seré tu esclavo por un mes, no lo sé, pero no me ignores.
Adopto una postura pensativa antes de negar con la cabeza, rechazando su oferta. Creo que le hablaré cuando se me pase el coraje, que probablemente sea en un par de horas porque me es imposible estar enojada con él tanto tiempo. No voy a negar que me molesta el hecho de que haya salido con Tyna, pero no tengo ningún derecho a reclamarle y eso es lo que más me jode. Que así ande con todas las chicas del instituto yo no tengo ni voz ni voto porque soy su mejor amiga.
—Kat, ¿sabes que es lo peor? Se llevó el Ferrari para poder recogerlos a todos y tú que eres la mejor amiga, ni en bicicleta te lleva —Deneb le mete cizaña al asunto y suelto una risa irónica sin poder creerme lo que está diciendo. Se pone peor cuando Deimos lo manda a callar, confirmando que sí lo hizo.
De seguro quería sorprenderla.
Intento disimular el malestar que me abarca al considerar que Tyna le atrae mucho más de lo que creía. Pero no se trata solo del hecho de que consiga novia, es que, tarde o temprano, va a terminar desplazándome. Va a querer privacidad con su pareja y ahí es cuando me pregunto: ¿Qué haré yo si la mayor parte del tiempo la pasamos pegados como chicle?
No, eso no va a pasar. Él siempre va a estar para mí, él nunca me va a dejar sola.
Divagando entre la tormenta de mis pensamientos, consigo llegar a mi casillero. Los gemelos no dejan de parlotear a mis espaldas y estoy por pedirles que se callen de una buena vez, pero los tres nos vemos interrumpidos por la repentina llegada de Kenny.
A Deimos le cambia la cara de manera drástica mientras el pelinegro me regala su mejor sonrisa y a Deneb solo le faltan las palomitas.
Dioses de las donas, ¿qué he hecho para merecer este castigo?
—Hola Black —dice antes de plantar un beso en mi mejilla. No me gusta que me llamen por mi apellido y al parecer le queda claro por la mueca que no me molesto en ocultar.
Deimos observa la escena con un cinismo que ciertamente da un poco de miedo. Su gemelo se mantiene al margen, pero atento a lo que hace o dice cada uno.
—Ya nos íbamos —le gruñe Deimos a la par que cierra su mano en una de mis muñecas para alejarme de allí lo antes posible. Lo que no se espera, es que deshago el agarre con brusquedad, consiguiendo que me observe estupefacto.
—Yo no voy contigo a ningún lado.
—Uhhh, esto se va a poner bueno —Deneb se frota las manos, extasiado.
Regreso al casillero para tomar mis cosas, sintiendo los tres pares de ojos en mi espalda. Kenny se aclara la garganta, un tanto incómodo por la reciente escenita hasta que por fin se anima a decir:
—Quería hablar contigo, a solas —lo encaro creyendo que se trata de una broma, pero no. Está hablando en serio.
Deimos se roba la atención de los tres, cuando de su boca brota una carcajada de lo más falsa.
—Estás idiota si crees que te dejaré hablar con ella, a solas —el tono posesivo que emplea me deja la piel de gallina. Es como si de un momento a otro se hubiese transformado en una persona distinta.
—¿Ah no?
—No, cualquier cosa que tengan que arreglar lo pueden hacer aquí, conmigo presente.
—¿Ahora son siameses? —esta vez la pregunta va dirigida para mí.
—No.
—Sí —observo a Deimos con los ojos entrecerrados. Se ha vuelto completamente loco, se está comportando como un inmaduro, arrogante y posesivo. Lo único que le falta es encerrarme en una cajita de cristal.
—Hablamos después, ¿si? —le prometo en un deje de cansancio. Deimos niega sin abandonar esa sonrisa cargada de cinismo y Kenny asiente conforme con mi propuesta. Se retira no sin antes chocar contra el hombro del rubio a propósito. Temo porque empiecen a pelearse, pero sorprendentemente Deimos lo deja pasar.
—¿En serio vas a hablar con él? —inquiere exaltado, o más bien, decepcionado.
—Sí, ¿tienes algún problema con eso? —medio volteo para estrellar la puerta del casillero y poder alejarme de ambos, no estoy de ánimos para continuar con la conversación… si es que se la puede llamar así.