La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 14

Capítulo 14: Disonancia.

[27 de noviembre del 2010, sábado]

*Katherine*

Nunca imaginé que un techo sería tan interesante. De hecho, ahora que lo llevo observando desde hace algunas horas, he encontrado imperfecciones bastante curiosas. Como la pequeña hendidura con forma de nube, o aquella mancha oscura producida por el agua filtrada. De vez en vez, hago formas con mis manos para que la luz que se cuela por la ventana, refleje la sombra de estas en el techo.

En estos momentos amaría tener un piano propio. Mi habitación es lo suficientemente grande como para que quepa uno y sería un muy buen distractor. Para olvidarme de los problemas, de las penas que van dejando marcas difíciles de borrar.

Los recuerdos bonitos ya no son un lugar seguro en los que pueda refugiarme. Porque en todos están ellos. Y sí, los dos, porque no puedo parar de pensar en la confesión de Deneb y… en ese beso. Sigo creyendo firmemente que lo que pasó ese día fue una terrible equivocación; sobre todo de mi parte, al creer que sentiría lo mismo que con su hermano, pero fue todo al revés. Sentí que estaba cometiendo incesto.

Me estremezco de solo pensarlo. Aguzo los oídos y no escucho nada fuera de mi habitación. Quiero salir, pero no voy a hacerlo si Clark merodea la casa luego de haberse vaciado un frasco de whisky.

La idea de volver a drogarme, ha tomado fuerza los últimos días. Aún más cuando ese peso intangible amenaza con aplastarme, con volverme nada y dejar que la corriente embravecida haga y deshaga con mi vida lo que se le apetezca.

Me levanto de la cama con pereza. Debo pegar un costado de mi cara a la fría plancha de madera y llego a la conclusión de que la calefacción ya no sirve para nada. El invierno se instaló en Abalee y la mayor parte del tiempo me la paso con los dedos agarrotados y los labios morados presos del frío.

No se oye nada. Salgo con la lentitud de un niño que está apunto de cometer una travesura y me desplazo con sigilo hacia la habitación contigua, la de mis padres.

Medio me asomo para ver si mamá está dentro de esta y no. Pero debo asegurarme de no ser sorprendida en plena intoxicación.

—¡Eleonor! —grito lo suficientemente alto como para que pueda escucharme hasta la planta baja.

—¡Estoy en la cocina! —informa y me congelo en el lugar por un instante. Solo me queda rogar para que se demore lo suficiente y me de tiempo de volver a mi habitación para pasar los efectos de la droga.

Ingreso en la estancia y cierro la puerta detrás de mí con un movimiento delicado. El olor fétido se toma mis fosas nasales, haciéndome arrugar la nariz. No entiendo como pueden dormir sobre toda esa mugre.

Un tanto dudosa, me apresuro a buscar la caja debajo de la cama y vuelvo a la misma posición de la vez anterior. Siento como si una roca enorme oprimiera mi pecho cuando develo el contenido de la caja, al ser consciente de que voy a hacerlo de nuevo. Que volveré a drogarme.

La culpa hace mella en mi cabeza y me quedo quieta. ¿Esto es lo que quiero? ¿Terminar como mamá? ¿Destrozar mi cuerpo de esta manera?

Sí, antes lo hice porque no soportaba el dolor que llevaba dentro, en el corazón. Pero ahora, ahora las cosas son diferentes.

Siempre creí que sin Deimos me iba a morir, que mi vida ya no tendría sentido. Que ya no me quedaría nada a lo que aferrarme. Pero me di cuenta que puedo vivir sin él. Que nuestros pulmones no son uno solo, que nuestros corazones no laten si el otro no lo hace.

Puedo vivir sin Deimos Sallow, pero no quiero.

Soy más que esto. Soy más que una dosis de estupefacientes y no voy a echarme a perder de esa manera.

Regreso todo los implementos a la caja, devolviéndola a su lugar. Salgo de la habitación lo más rápido posible y vuelvo a encerrarme en la mía. Orgullosa de haber tomado esa decisión, de no haber dejado que la tristeza me ganara. No esta vez.

***

[29 de noviembre del 2010, lunes]

Mantengo el trote por la raya roja del contorno de la cancha de baloncesto y a los segundos me detengo. No sirvo para la actividad física, mucho menos para algún tipo de deporte.

—¡¿Estás esperando una invitación, Black?! —vocifera el entrenador y retomo el trote con una mueca de desagrado. Ese señor no sabe hacer otra cosa que no sea gritar. Además, está panzón, no entiendo cómo es que nos da Deporte.

De reojo percibo como alguien se me acerca y empiezo a correr cuando en aquella sombra destaca un destello rubio.

—¡Kat espera! —grita Deneb. Corro más rápido.

—¡Aléjate satanás! —medio volteo para hacer una cruz con los dedos y retomo la huida con la respiración acelerada.

Cualquier esfuerzo por dejarlo atrás es en vano porque logra alcanzarme con facilidad. Maldigo internamente por no tener tan buen físico y por mis piernas cortas que no me permiten llegar muy lejos.

—Podrás correr, pero no esconderte.

—Eso sonó muy a película de terror.

—Verdad que sí —suelto a reír. Obligo a mi semblante a ponerse serio porque aún estoy enojada con él, no puedo reírme de sus chistes.

—¿Vas a besarme otra vez? —el rostro se le deforma en una mueca de desagrado y niega con la cabeza.

—Aunque quisiera, no podría. Tenemos público —señala hacia atrás. Volteo encontrándome con Deimos quien trota a una distancia considerable de nosotros y no despega la mirada de su hermano ni por un segundo.

>>Sobre eso… quería disculparme. En vez de intentar apoyarte solo pensé en mí y en lo idiota que había sido Deimos al rechazarte —la mención del susodicho me provoca un mal sabor de boca—. Actué por impulso y no debí confundirte de esa forma.

Solo distingo sinceridad en sus palabras y el alivio que me embarga me hace dedicarle una sonrisa sincera.



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En el texto hay: drogadiccion, romance, romance drama accion

Editado: 29.06.2022

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