Capítulo 16: Que empiece la venganza.
[30 de noviembre del 2010, martes]
*Narrador omnisciente*
Los bosques de Abalee se tiñen de blanco gracias al rocío de los copos de nieve que caen del cielo. Casas y calles quedan cubiertas por aquel manto blanco, espeso, frío; que pronto volverá a su estado líquido con la llegada de la siguiente estación.
Algunos quisieran que aquella nevada fuera capaz de cubrir la oscuridad que los acecha. Pero esta siempre será visible, una llama viva que los consumirá hasta reducirlos a cenizas.
Y es que el destino de todos ya está escrito. Desdichados los que no se atreven a aceptarlo y se estancan. No asumen las consecuencias de sus actos o no aprovechan los tesoros que les regala la vida y los desperdician. Luego vienen las lamentaciones, los reclamos y las culpas.
Porque aunque la familia que ahora desayuna entre risas pretende llevar una vida normal, siempre se verá opacada por aquella mancha inmensa de una maldición a la que fueron condenados siglos atrás. Que tarde o temprano los hará sangrar. Les arrebatará todo aquello que aman y arruinará a la única luz que los ilumina.
Porque los malos nunca tienen un final feliz. Porque los que se han manchado las manos con sangre inocente siempre poseerán una cuerda invisible que los ata a esa oscuridad. Valientes los que aceptan su destino y deciden quedarse en ella. Acompañando a aquellos demonios para los que fueron creados; para amarlos a pesar de toda la oscuridad.
Aún es muy pronto para hablar del infierno que le espera a la familia Sallow Tolleman, al menos no ahora. Hay un dilema mucho más grande, uno que incluye a tres adolescentes y que no augura un desenlace grato.
Ya en el instituto, entre los celulares de los alumnos de Abalee, circula el bochornoso video de Katherine Black. Un muchacho logró esconder el aparato de las garras de los gemelos y ahora envía la grabación a todos los compañeros que puede. Estos, a su vez, lo reenvían hasta que se propaga entre los alumnos de los cursos inferiores.
Los rostros se deforman en muecas de desagrado y horror. Algunos son tan indiferentes que sólo lo ignoran mientras otros tienen el descaro de burlarse. Como si la violencia familiar fuera un chiste y no dejara estragos en la persona que lo sufre.
La pequeña chica de ojos grises que ahora se esconde en el baño para evitar las miradas penosas de sus compañeros, pero que sabe que pronto debe ingresar a clases y por ello reúne todo el valor para enfrentar a aquellos seres malvados que se atrevieron a dañarla de la peor forma.
Los reyes de la noche hacen acto de presencia y el aire en las instalaciones se vuelve pesado. Parece que todos se han convertido en momias, con los teléfonos en las manos y de fondo, los gritos de clamor de la pianista para que la dejaran en paz.
—Mira —Deneb le tiende el teléfono a su gemelo y echa a andar el video en la pantalla. Al rubio le hierve la sangre de la ira mientras escucha los llantos de su musa, y el recuerdo de que no pudo llegar a tiempo. Que no la pudo salvar.
Entre la bruma del coraje y la culpa, distingue algo que antes no. Los principales autores de tal atrocidad pueden apreciarse con claridad en el video. Tyna como la usurpadora y Kenny, quien pudo haber terminado con la broma, pero la ganó el morbo por ver al menos un poco del cuerpo de la que fue su pareja en el pasado.
Oh, qué hermosa es la mente de un Sallow cuando ficha a su próxima víctima. La forma en que se retuercen esos pensamientos y maquinan las formas más sanguinarias de tortura. La venganza no es un problema para ellos, no cuando matan por pasión.
El timbre los mueve a todos hacia el salón de clases y hasta antes de empezar la jornada, Deimos sabe quién va a ser el primero. Y sí que lo va a disfrutar.
Deneb se apresura en llegar a Katherine y la trata como si no hubiese pasado nada. La muchacha busca en la expresión del rubio algún atisbo de pena, pero nada. La trata como siempre lo ha hecho y eso de cierta forma la tranquiliza. Le hace olvidar aquel mal rato al menos por unos instantes.
La noche anterior no sabía si no había podido dormir por aquel suceso traumático o por las palabras del que durante años consideró el amor de su vida. Si de algo estaba segura, es que no se arrepentía de su decisión. Necesitaba tiempo para sanar su corazón malherido.
Las siguientes horas debe aguantar el exhaustivo escrutinio de sus compañeros y los murmullos cargados de suposiciones, pero Deneb se encarga de disipar todo eso, haciendo comentarios graciosos o contándole cualquier tontería que se le venga a la cabeza. Hasta la acompaña al salón de música y la escucha tocar el piano durante todo el almuerzo. Lo que no es problema para él, ya que detesta esa comida barata.
En la cafetería, Deimos ocupa una mesa solitaria. Tyna no es capaz de acercarse por la culpa y la vergüenza que la embargan. Sí, ella estaba celosa de Kat por lo cercana que era al chico que le gusta y disfrutaba de hacerle la vida imposible, pero no tenía ni idea de lo que escondía bajo las capas de ropa. Bajo esa toalla.
Una jugarreta para nada inocente que terminó en tragedia y probablemente marcó a una adolescente por el resto de su vida.
Deimos no puede parar de ver el video en su teléfono. Lo cree una clase de tortura, merecida. Porque aunque él no sabía por la situación que atravesaba su mejor amiga, jamás debió darle la espalda como un maldito cobarde.
Si no puede revertir el daño, al menos hará algo en lo que es experto. Vengará a su musa de todas las personas que se atrevieron a perjudicarla —excluyéndolo a él, claro está—, empezando por la morena a la que no le quita la mirada de encima.
Con pasos seguros se acerca hacia la mesa en la que se encuentra Tyna con sus amistades. La muchacha traga grueso al ver el semblante sombrío que se cierne sobre el rostro de aquel ángel de cabellos rubios. La apariencia engañosa de un demonio perverso.