Capítulo 18: Demonio con cuerpo de ángel.
*Katherine*
Cabeceo cuando el sueño me vence y bato la cabeza para no dormirme. Siempre me han gustado las presentaciones navideñas del instituto, pero este año han estado demasiado flojas. Cubro mi boca con la mano cuando un gran bostezo me toma y la chica que está a mi lado también lo hace. Esto es aburridísimo. En la tarima, unos chicos de segundo año de secundaria, cantan un villancico de la forma más desafinada posible. Al menos me hacen reír un poco.
Las mejillas me arden al evocar el momento que tuve con Deimos en el salón de música. Esa conversación… extraña, juguetona; y el hecho de que estuvimos a punto de besarnos. No pude. Estaba nerviosa y confundida. Sé que ya han pasado tres semanas desde lo sucedido, pero no me sentía lista. Aunque no se lo dije, agradecí que lo hubiera entendido.
Se lo veía tan desesperado. Estuve a punto de decirle, de rogarle, que no abandonara su promesa. Que me esperara hasta que estuviera completamente lista y, aunque suene egoísta, que me asegurara que no posará sus ojos en alguien más. Pero, como siempre, fuimos interrumpidos. O es que en realidad aproveché el momento para salir corriendo.
¿Y si se está cansando de esperar?
Doy paso a los miedos y las inseguridades, que crean escenarios en mi cabeza sin siquiera notarlo. Él, con otra chica, así como con la desaparecida de Tyna. No voy a permitir eso, no otra vez.
Tengo que decírselo.
Me armo de valor para ponerme de pie y, aunque algunos me abuchean porque no les dejo ver la aburrida presentación, salgo de las butacas. Encaminándome hacia las escaleras que me llevan arriba, a los últimos puestos.
Busco a los gemelos con la mirada. No los encuentro por ningún lado, pero sí al par de mejores amigas que ahora duermen una sobre el hombro de la otra, con las piernas encima del espaldar de las butacas de abajo. Me acerco a ellas y doy un par de golpecitos en el muslo de Alya, sobresaltándola. Jade también termina despertándose por el movimiento brusco que hace la rubia cuando se endereza.
—Niñas, ¿saben en dónde está Deimos? —les pregunto y Alya, que estaba somnolienta, ahora me observa con los ojos bien abiertos.
—¿Para qué lo buscas? —inquiere con la voz ronca, tan afilada como la hoja de una cuchilla. Entrecierro mis ojos hacia ella.
—Porque quiero hablar con él, ¿sabes en dónde está? —vuelvo a preguntar y esta vez se encoge de hombros—. Bien, iré a buscarlo.
—¡No! —se levanta de un salto. En mi rostro se dibuja la incredulidad pura, ya que jamás la había escuchado alzar la voz. Nunca había sido más que un susurro.
—¿Por qué? ¿Pasó algo malo? —inquiero con la voz temblorosa. A veces detesto ser tan sensible, pero no puedo evitarlo. Y justo ahora me estoy imaginando lo peor. Que Alya lo está encubriendo de algo que seguramente no quiere que sepa.
No me responde. Sus ojos revolotean mientras busca alguna excusa para que yo deje de insistir y entonces me doy la vuelta, dispuesta a buscarlo. Más mi partida se ve interrumpida por la mano de la rubia que se cierra sobre mi muñeca.
—Se fue al… —se lo piensa por un buen rato y yo tiro de mi brazo para deshacer el agarre, pero aprieta más fuerte, empezando a lastimarme—, al baño. Si, al baño. Es que le dio diarrea.
Todo en su cara, su postura, me grita “mentira”. Y es que lo único que tiene de malo Alya Sallow, es que no sabe mentir. O al menos eso es algo que siempre recalcan sus hermanos.
Me zafo de su agarre con brusquedad y, sin mirar atrás, me dirijo a la salida del auditorio. Puedo escuchar sus pasos apresurados detrás de mí, no sin antes decirle a su mejor amiga que la espere allí.
—Katherine no, espera… —farfulla con la respiración acelerada. Apuro el paso intentando dejarla atrás, pero por momentos se aferra a mi abrigo, reteniéndome.
No entiendo que es lo que no quiere que vea, pero su actitud empieza a molestarme. Ya no camino, ahora troto por los pasillos, viendo hacia los costados por si en los corredores aledaños tengo un vistazo de él.
Paso por el salón de música y nada. Alya no desfallece en su intento por cortarme el paso, mas no permito que eso me detenga y como puedo la aparto intentando no verme grosera.
—No —dictamina posicionándose frente a mí. Es solo un poco más baja que yo, por lo que trato de rodearla, pero vuelve a bloquearme el paso como si fuera una estrella de mar. Los brazos y las piernas bien extendidos.
—Alya… —advierto e intento por el otro lado, pero vuelve a obstaculizarme el paso con una velocidad surreal.
—¿Puedes volver al maldito auditorio? Mejor lo buscas mañana.
—Mañana no vamos a vernos —aprieta los labios hasta que estos forman una fina línea y creo escucharla gruñir.
—No voy a dejar que pases —establece con determinación.
—¿Qué? ¿Vas a matarme?
—Tal vez —hago un puchero y junto las manos a modo de súplica para que se aparte del camino, pero luce decidida a no moverse ni un milímetro.
Tengo que hacer algo para distraerla, lo que sea. Pero ¿qué podría llamar la atención de Alya? Si solo se la pasa con cara de culo y la única persona con la que mantendría una conversación decente es Jade…
Bingo.
—¡Mira allá va Jade! —gira la cabeza hacia donde apunta mi dedo y baja la guardia, dándome la oportunidad de escapar.
—¡Mentirosa! —la oigo gritar tras mi espalda sin dejar de correr. Creo que esto ha pasado de buscar a Deimos a huir de Alya.
Sigo mirando hacia los pasillos de los costados, hasta que el último lugar que queda por ver es el campus. Reduzco la velocidad ante las enormes puertas dobles que se encuentran abiertas de par en par y me detengo por completo bajo el umbral cuando obtengo una vista de su espalda.
Al menos no está con otra chica, pero lo que llama mi atención es la enorme mancha roja que se extiende bajo sus pies. Deneb está a unos pasos cerca de él, de frente hacia mí. Sostiene una cadena de metal, gruesa, entre las manos. Ninguno me ve, por lo que doy un paso hacia adelante, vacilante.