La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 29

Capítulo 29: Segundas oportunidades.

[21 de abril del 2011, jueves]

*Deimos*

El sol me da de lleno en la cara cuando alzo la cabeza y debo entrecerrar los ojos para tener una mejor visión del árbol. Algunas de sus hojas están quemadas, secas, la prueba fehaciente de que el verano abraza a Abalee, aunque la mayoría de los días sean nublados. Las hojas amarillentas resaltan entre las verdes y muchas de ellas caen cuando el viento sopla con fuerza.

Bajo la vista un poco más, hasta el tronco, hacia el lugar en el que se encuentra mi musa. Katherine está de cuclillas, lleva más de quince minutos observando a un caracol que empieza su ascenso hacia la copa del árbol. Frunce el entrecejo, concentrada. No sé qué es lo que le causa tanta intriga de ese animal, pero se ve hermosa mientras lo contempla.

Nos encontramos detrás de uno de los edificios del instituto, un área verde que resalta por la presencia de aquel viejo roble al que mi novia ahora observa con atención. El profesor de historia faltó, y por ello, decidimos venir aquí.

«—Irán a manosearse y besarse por ahí».

Fueron las palabras de mi gemelo, acompañadas de una mueca de asco, mientras tomaba la mano de mi novia para alejarnos de él y Maryam. No mentía.

Ahora que la veo, no puedo evitar pensar en lo afortunado que soy. Estoy con la mujer que amo; el ser más increíble del mundo me eligió a mí de entre tantas bestias, unas peores que otras, pero ninguna tan mala como yo. Y aún así, abrazó esa parte de mi, la horrible. La recibió con los brazos abiertos, demostrándome que lo nuestro era mucho más sólido de lo que creíamos.

Ese amor disfrazado de amistad no fue más que los pilares de una estructura que luego se convertiría en un fuerte, sólido, impenetrable. Un lugar seguro en el que refugiarnos.

Se incorpora y se sacude la falda de cuadros antes de caminar hacia mí. Esboza una pequeña sonrisa y le devuelvo el gesto. Llega a mi lado, se sienta y extiende las piernas sobre el pasto al igual que yo. Detallo su perfil, el corazón martilleándome dentro del pecho.

—¿Te aburriste? —le pregunto y voltea a verme. El acero en sus ojos centella bajo la luz de la mañana, deslumbrante. Creo que sus ojos me hechizaron, no, estoy seguro de ello.

—No, pero va a tardar mucho en subir —responde y vuelve la vista hacia el tronco del árbol. El caracol no es más que un punto en medio de la corteza—. Creo que soy un caracol.

Suelto una risita, observándola con la ceja enarcada, pero la sonrisa se me borra al notar la expresión seria en su rostro. No lo decía como una broma, supongo que se trata de alguna metáfora.

—¿Por qué lo dices? —cuestiono adoptando el mismo aire de seriedad.

—Porque veo como la vida de todos avanza mientras yo me quedo estancada —aclara con molestia. Ladeo la cabeza; no estoy entendiendo muy bien.

—¿En qué sentido? —cuestiono en un vago intento por esclarecer mis ideas y, si me es posible, darle un consejo.

—Clark no está… por ahora —la mención de aquel hombre me hace tensar la mandíbula—, y eso me hace sentir tranquila, pero no mejor. Aún hay muchas cosas que me pesan, que me duelen, y aunque me repito que merezco ser feliz, no puedo serlo, no del todo.

La conmoción que me abarca hace que se me achique el corazón. Apenas conozco una gota del mar de problemas por los que ha atravesado Katherine. Las secuelas de todos esos traumas empiezan a hacerse presentes, pero confío en que los va a superar, tarde o temprano.

—Kat, no creo que te estés quedando estancada —la tomo de la barbilla para que me mire a los ojos. El que luzca triste me hace sentir como un jodido inútil, porque no puedo hacer nada. Solo me queda amarla y sostener su mano hasta en los momentos en los que la melancolía la alcanza—. Puedes tomarte todo el tiempo que necesites para superar las cosas. Es un proceso que solo tú debes seguir y no tienes porqué sentirte presionada.

—¿Y si nunca logro superarlo? —cuestiona como si yo supiera la respuesta. El miedo baila en sus ojos; esto la aterra mucho más de lo que creía.

—Hallaremos una solución, siempre lo hacemos —aseguro y la atraigo a mi cuerpo en un abrazo. Sus brazos se aferran a mi torso con fuerza. He notado que, cada vez que lo hace, es como si temiera que fuese a desaparecer y un nudo se forma en mi garganta. No la voy a soltar, no me voy a ir. Dejo un beso en lo alto de su cabeza.

Ya no quiero verla triste, y por ello, cambio el tema de conversación.

—¿Ya pensaste en la universidad a la que quieres ir? —lloriquea contra mi pecho.

—Ni siquiera creo que me acepten —admite—. Mi promedio es muy bajo, y necesito un buen puntaje en el examen de grado para poder alcanzar un cupo en medicina.

—Si vas a poder, ya verás…

—No mientas —me reprocha y levanta la vista para encararme—. No soy inteligente, ni he hecho actividades extracurriculares. Terminaré viviendo debajo de un puente.

—Pues yo me iré a vivir contigo —ríe con sarcasmo y ruedo los ojos. Lo que no sabe, es que estoy hablando en serio. Planeo vivir con ella, no debajo de un puente, pero sí en un puto castillo si así lo quiere, pues con el dinero que tengo ahorrado de los trabajos puedo comprar todo el pueblo si se me da la gana—. Tengo un tío en Londres. Si quieres estudiar allá, podríamos rentar un departamento…

—¿Estás planeando un futuro conmigo? —inquiere con ilusión.

—No veo otro futuro que no sea junto a ti.

Deshace el abrazo para posar sus manos en mi nuca y tira hacia abajo para besarme. Mi mano hace un recorrido desde su mejilla hasta su cabello y enredo los dedos en él mientras la dejo hacerse con mi boca. Succiona mi labio inferior, arrancándome un jadeo. Me encanta que no se cohíba, que tenga la confianza de experimentar conmigo. Así descubrimos lo que nos gusta y lo que no.



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Editado: 29.06.2022

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