La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 38

Capítulo 38: Predicciones.

[31 de mayo del 2011, martes]

*Deimos*

Acomodo las bebidas sobre la bandeja para que Norah las lleve a su respectiva mesa y le regalo una pequeña sonrisa que la hace sonrojar. Aunque no sea más que un gesto cordial, siempre se pone nerviosa.

Busco a Katherine con la mirada y la encuentro atendiendo a la pareja que recién acaba de llegar. No hay rastro de aquella mirada melancólica que estaba a punto de sacarme de quicio, ahora luce un poco más tranquila. Supongo que el visitar a sus padres le dio algún tipo de impulso, la fuerza para no rendirse.

Especialmente después de ver a Clark. Aunque el miedo la paralizó durante casi toda la visita, una extraña determinación se apoderó de ella después de eso. La promesa que hizo con su madre, tal vez le dio la fuerza suficiente como para no derrumbarse.

Cualquier pensamiento desaparece cuando se acerca mientras aparta la trenza de su hombro. Su gran apetito ha vuelto y desde entonces no se salta ninguna de las comidas; las pesadillas no se van, pero al menos intenta despertarse por su cuenta y quiero creer que esto es algún tipo de avance. No quiero verla más en aquel pozo oscuro en el que se sumerge y del que luego se niega a salir.

Se detiene del otro lado del mostrador y me tiende la pequeña libreta en la que acaba de anotar la orden. Debo dársela a Lyla para que prepare las bebidas, por lo que le dedico una sonrisa ladeada antes de perderme en el pasillo que lleva hacia la cocina de la cafetería.

Al regresar, encuentro a Katherine aún de pie frente al mostrador. Su rostro está tenso y mis cejas se hunden mientras mi cerebro hace un recuento de mis acciones en los últimos minutos. No creo haber dicho o hecho algo inapropiado; me cansé de causarle tantos disgustos, de hacerla llorar y sentirse culpable por situaciones en las que la culpa es solo mía. Ahora busco ser un mejor novio para ella, porque lo merece. Y estoy dispuesto a hacer de todo por verla feliz.

—¿Qué sucede? —cuestiono despacio.

Dirige una mirada fugaz hacia la entrada y al instante entiendo el porqué de esa mirada trágica.

El muchacho por el que peleamos el primer día de trabajo, ingresa con una amplia sonrisa. El gesto es tan contagioso que yo también sonrío, ignorando el letrero imaginario de “mátame” que se alza sobre su cabeza. Con gusto lo haría, pero eso espantaría a los clientes.

Ocupa la mesa de siempre, tal y como lo ha hecho todas las veces que viene a la cafetería. Katherine le había pedido de favor a Norah que lo atendiera solo para no verme molesto y jamás refuté. Algo egoísta de mi parte, pero prefería eso a tener que ver como el tipo le coqueteaba abiertamente a Katherine.

Cosa que hoy, sin duda, cambiará. Pues Norah se encuentra atendiendo a una de las mesas y la única mesera disponible es Katherine.

Despego la vista del susodicho para enfocarla en mi musa y quiero cubrirme la cara por la vergüenza que me embarga. Katherine me observa como si tuviera que pedirme permiso para atenderlo y un malestar se instala en mi pecho. Nunca creí haberme portado tan bestia, pero lo hice y la única forma de remediarlo es demostrándole que soy mejor que esto.

—Yo me encargo —le aseguro mientras rodeo el mostrador. Ella parpadea repetidas veces, confundida.

—¿Estás seguro? —inquiere alarmada. Asiento dedicándole una pequeña sonrisa y tomo la libreta junto al bolígrafo de sus manos. Está tan pasmada que ni siquiera me contradice, solo me observa mientras me alejo hacia la mesa del idiota que no deja de sonreír.

—Bienvenido a Gillian’s coffee —fuerzo mi mejor sonrisa y la de él se transforma en una mueca. Reprimo las ganas de soltar una sonora carcajada—, ¿qué puedo servirte?

—¿Por qué no me atiende tu amiga? —eleva la barbilla en dirección a Katherine y me digo que es muy pronto para corregirlo. Quiero divertirme con él un poco más.

—¿Te molesta que lo haga yo? —el tono meloso que empleo lo incomoda y celebro para mis adentros.

—No —mentiroso—. Es solo que… ella me gusta mucho.

—¿En serio? —finjo asombro.

—Sí —acepta y me dan ganas de estrellarle la cara contra la mesa—. Es muy linda, ¿verdad?

—Sí, mi novia es muy linda —volteo a ver a Katherine que está de piedra detrás del mostrador y elevo los pulgares hacia ella, dándole a entender que la situación está controlada.

Vuelvo la vista hacia el susodicho que ahora me observa estupefacto y esbozo una sonrisa triunfante.

—Y bien, ¿qué vas a servirte? —le pregunto con toda la tranquilidad del mundo y él parece no salir de su espasmo.

—Un café —habla en un hilo de voz—, sin azúcar.

Anoto la orden y le sonrío una vez más. Siento que no podré aguantar más las ganas de reírme en su cara, así que desisto de la idea de seguir jodiéndolo.

—Bien, tu pedido estará listo en unos minutos —me alejo de la mesa con pasos perezosos.

Apenas llego a la parte trasera del mostrador, Katherine me acorrala contra uno de los mesones. En otra situación, me hubiese resultado provocativo, pero el que mantenga los ojos bien abiertos y sus manos tiemblen como si padeciera de Parkinson, me demuestra que esto no es ningún juego de seducción.

—¿Qué te dijo? ¿Qué le dijiste? —cuestiona aterrada—. ¿Lo amenazaste? ¿Le dijiste que harías su cuerpo picadillo antes de lanzarlo al río?

Aprieto los labios en una fina línea y me trago la escandalosa carcajada. Aunque no paso por alto el trago amargo que me provoca el saber que no confía del todo en mí.

—Me dijo que le gustas —palidece y noto cuando traga grueso—, y que eres muy linda. No pude estar más de acuerdo.

—¿Entonces no harás su cuerpo picadillo antes de lanzarlo al río? —niego con la cabeza.

Entrecierra los ojos hacia mí en busca de la mentira, el sarcasmo, pero fue lo que pasó y depende de ella si me cree o no. Apoyo las manos en sus hombros antes de regalarle una cálida sonrisa y baja los escudos. Suspira con fuerza. Niega con la cabeza y cruza los brazos con fingida molestia.



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Editado: 29.06.2022

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