La musa de mis melodías [sangre Oscura #0.5]

Capítulo 39

¡Advertencia!

El siguiente capítulo tiene contenido sexual explícito (?) Yo sé que esta historia no se trata de eso y por eso dejo esta advertencia, si a alguien le incomoda puede saltarse a la parte en la que se encuentran los tres asteriscos ***

Capítulo 39: Sonata de medianoche.

[10 de junio del 2011, viernes]

Poso la mano sobre mi boca cuando esta se estira en un gran bostezo. Parpadeo repetidas veces para enfocar la vista en el libro que reposa sobre las sábanas, pero no logro concentrarme. Lo único que quiero es recostar la cabeza sobre la almohada para dormir por unas veinticuatro horas.

Han sido noche tras noche en las que me he quemado las pestañas estudiando. Trato de retener la mayor cantidad de información posible y practico con los gemelos por medio de trivias. Algunas veces, solo lanzan preguntas al azar; la mayoría las respondo con rapidez, pero hay otras que aún me cuestan.

Debo seguir estudiando, de eso no hay duda, pero me alegra tenerlos a ellos para apoyarme e impulsarme a aprender mucho más.

—Ey —Deimos chasquea los dedos frente a mí al estar a punto de quedarme dormida con la cabeza colgando hacia un lado—. No sabía que podías leer con los ojos cerrados.

—No seas tonto —me tallo los ojos. Enfoco la vista en su rostro, pero su torso desnudo se roba toda mi atención.

Debería ser un delito lucir así de comestible, pero no es su culpa. Yo llevo la camiseta de su pijama.

Estira el brazo por sobre el montón de cuadernos y hojas, hasta alcanzarme la cara. Con el pulgar, hace como si limpiara algo de la comisura izquierda de mis labios.

—¿Qué haces?

—Limpiándote la baba —tomo el primer cojín que tengo a la mano y se lo aviento a la cara.

Se ríe escandalosamente. Aferro mis manos al borde de la camiseta, estirándola; como si de pronto fuera consciente de que debajo de esta no llevo nada más que las bragas. Ni siquiera sé por qué me avergüenzo, no es como si fuera la primera vez que estoy así frente a él, pero por alguna razón, esto se siente diferente.

Deimos parece notar eso y empeora las cosas haciendo un recorrido desde mis muslos desnudos hasta mi cara. Mi respiración se vuelve pesada. Aparta los libros y las hojas con sumo cuidado, como si un movimiento en falso desencadenara una oleada de desenfreno total. Un éxtasis que acabaría por consumirnos a ambos.

Se acerca despacio. El colchón suspira bajo su peso cuando se desplaza hasta llegar a mis pies. La luz que emana de la pequeña lámpara en mi mesita de noche es suficiente para percibir el deseo y el hambre en sus ojos. Mi piernas se tensan bajo su intenso escrutinio. No puedo sostenerle la mirada, por lo que fijo mi vista en sus manos.

—Quiero que esta noche hagamos algo diferente —susurra con la voz ronca—, solo si tú quieres.

, pero la respuesta no sale de mis labios. Me ha robado el habla; cualquier pensamiento racional desaparece cuando posa sus manos en la parte trasera de mis rodillas.

Suelto un largo suspiro cuando, a palma abierta, hace todo un recorrido por mis muslos. El tacto de sus manos callosas en mi piel envía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. Tiemblo cuando sus dedos rozan la cara interna de mis muslos e instintivamente me aferro a sus hombros.

Va a matarme si sigue así. Continúa con las caricias, pero estas van más allá. Juguetea con el borde de mis bragas y aprieto los labios tanto como puedo, reprimiendo el impulso de decirle que me hará tener una taquicardia con aquel manoseo indiscriminado.

Abro los ojos cuando se aparta de repente, pero no tarda en volver a poner sus manos sobre mí. Esta vez, toma los bordes de la camiseta de su pijama que llevo puesta.

—Esto me estorba —masculla con voz gutural antes de sacármela por sobre la cabeza y la envía al otro extremo de la cama.

Apoyo mi espalda desnuda contra la cabecera de la cama y el frío hace que mi cuerpo se estremezca.

El frío, ¿a quién quiero engañar? Es mucho más que eso. La excitación, los nervios… todo hace que mis extremidades tiemblen con violencia.

La respiración de Deimos es dispareja mientras detalla mi torso desnudo. La vergüenza me hace apretar las piernas y mi mano busca aferrarse a la sábana para poder cubrirme con ella.

Deimos nota mis intenciones y atrapa mi muñeca en el aire. El movimiento es tan rápido que me hace pegar un respingo. Vuelve a dejar mi mano donde estaba y acerca su rostro al mío. Sus ojos no pierden de vista mis labios mientras se apega un poco más, hasta que nuestros alientos se mezclan. La mano con la que antes atrapó mi muñeca ahora se apoya sobre el colchón y con la otra acaricia mi mejilla.

Sin previo aviso, invade mi boca con tal desenfreno, que es capaz de robarme el aire. No es un beso tierno, ni mucho menos delicado; es posesivo. Un beso cargado de deseo que reafirma que soy suya, que él es el único que puede ponerme así, a su merced.

Arqueo la espalda en busca de profundizar el beso y de su garganta emerge un ruidito parecido a un gruñido cuando nuestros pechos se juntan. Jadeo cuando me toma por las caderas para sentarme sobre su regazo.

Dioses de las papas fritas, ¿esto en verdad está pasando?

Mis ojos se abren en demasía al sentir su dureza contra mi sexo. Estoy segura de que moriré de una taquicardia si esto continua, pero no quiero que pare. Necesito saber… quiero saber lo que sigue.

Aferra sus manos a mis caderas y yo llevo las mías a su nuca. Estoy temblando tanto que, en cierto punto, resulta un tanto vergonzoso, pero él no se fija en eso. Es como si el hecho de tenerme entre sus brazos fuera una bendición, y yo también creo lo mismo. No me imagino sobre el regazo de otro, de ninguno. Es él y siempre será él.



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Editado: 29.06.2022

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