El sol apenas asomaba entre las copas de los árboles cuando Alba, acompañada por los reyes y reinas, se adentró en el bosque. La bruma matinal flotaba baja, envolviendo cada tronco en un velo plateado. El aire estaba cargado de una energía antigua, casi eléctrica, que hacía vibrar la piel y el alma.
El aire en el bosque era fresco y vívido, como si cada hoja y cada rama estuvieran cargadas de la misma energía que pulsaba en el corazón de Alba. La guardiana Lira, con su etérea presencia, se movía con gracia entre los árboles, guiando al grupo hacia la parte más profunda y mágica del bosque.
Las criaturas de todas las especies la seguían con reverencia, sintiendo la antigua sabiduría que emanaba de ella.
A cada paso, las criaturas mágicas los observaban desde la espesura. El unicornio, solemne, marchaba a la cabeza del grupo, abriendo el sendero con su luz. La mariposa gigante revoloteaba sobre ellos, dejando destellos de colores en el aire.
Los duendecillos y las hadas se asomaban curiosos, mientras los árboles susurraban en lenguas olvidadas. Sus ojos reflejaban la sabiduría de siglos y la esperanza de un nuevo comienzo.
“Bienvenidos. Hoy, el bosque será testigo de una alianza que puede cambiar el destino de todos los seres”.
Dijo con voz profunda. Alba sintió cómo el suelo bajo sus pies latía, como si el corazón del bosque la reconociera. Cerró los ojos y dejó que la melodía interna, esa música que sólo ella podía oír, guiara sus palabras.
“Estamos aquí para restaurar el equilibrio. Cada uno de nosotros traerá su poder y su historia. El bosque nos necesita unidos”.
Anunció. Él rey de los lobos fue el primero en acercarse. Apoyó su pata sobre la tierra y murmuró una plegaria ancestral. La reina de las hadas esparció polvo de luz, mientras el rey de los vampiros ofreció una gota de su sangre, símbolo de respeto y compromiso.
La reina de las brujas entonó un hechizo suave, tejiendo hilos de energía en el aire. Lira los miró uno a uno, y por primera vez, una sonrisa iluminó su rostro.
“Este lugar está lleno de secretos antiguos, cada rincón guarda historias que han sido olvidadas, y cada sonido es una nota en la sinfonía de la vida”.
Comenzó la guardiana, su voz resonando suavemente entre las copas de los árboles.
“¿Qué tipo de secretos?”.
Preguntó uno de ellos, cómo así fuera un hechizo los hiciera olvidar algo importante, ansioso por descubrir. La guardiana se detuvo, volviéndose hacia ellos con una mirada profunda.
“Este bosque ha sido custodiado durante milenios. Su poder puede ser tanto una bendición como una maldición. Hay un equilibrio que debemos restaurar, y solo aquellos que comprendan la música de la naturaleza podrán hacerlo. Alba, has cumplido tu promesa. El bosque siente tu presencia y te acepta como aliada”.
Alba sintió como si una melodía fluyera a su alrededor; el murmullo del viento, el canto de los pájaros, el susurro de las hojas. Era como si el bosque estuviera hablando, contándole sobre su origen y su conexión con cada ser que habitaba en él.
Alba se acercó a Lira y, recordando su promesa, le susurró al oído el nombre que había elegido: Lira. Al pronunciarlo, una ráfaga de viento recorrió el claro, y el bosque entero pareció cantar. De repente, un temblor sacudió la tierra.
Desde las sombras, una figura oscura emergió, interrumpiendo la calma. Los reyes y reinas se pusieron en guardia, pero Alba levantó la mano, pidiendo silencio.
“No teman. El bosque nos pondrá a prueba, pero juntos podemos superar cualquier oscuridad”.
Dijo. Él claro se llenó de una luz dorada, y la música del bosque resonó con más fuerza que nunca. Alba supo, en ese instante, que el verdadero desafío apenas comenzaba. Alba sintió que cada palabra de Lira resonaba en su interior.
Ella había sentido esa música desde que era pequeña, pero nunca había logrado ponerle palabras hasta ahora. Era una profunda conexión que la unía a todo lo que poseía vida.
“¿Cómo podemos ayudar?”.
Inquirió un enano, su aspecto demostraba sabiduría, su curiosidad iluminando sus ojos.
“Necesitamos encontrar el Corazón del Bosque, es un antiguo relicario de poder que ha estado oculto durante mucho tiempo. Solo aquellos que estén en sintonía con la esencia del bosque podrán acceder a él y restaurar el equilibrio.”
Respondió Lira, mientras avanzaba por un sendero cubierto de flores brillantes. El aire se volvió más denso a medida que profundizaban, y la claridad de la luz solar se desvanecía, creando un ambiente casi onírico.
Las sombras danzaban entre los troncos, y los sonidos se multiplicaban y distorsionaban, como si el bosque respirara con una vida propia.
“Debemos unir nuestras voces. Sí todos cantamos juntos, quizás podamos despertar la esencia del bosque.”
Sugirió Alba, sintiendo que el impulso de compartir su conocimiento era esencial. Los rostros de ser mágico se iluminaron ante la idea. Cada uno comenzó a recordar las canciones y melodías que habían resonado en su propia cultura, y antes de que se dieran cuenta, comenzaron a entonar una sinfonía armoniosa.
Las notas flotaban en el aire, entrelazándose, formando un tapiz sonoro que reverberaba a través de los árboles. Con cada compás, el suelo vibraba bajo sus pies, como si el propio bosque respondiera a su llamada.
De repente, una brisa fresca sopló, llevando consigo el eco de sus voces. Las hojas comenzaron a brillar con un resplandor mágico, y el ambiente cobró vida. Las criaturas del bosque se unieron a ellos, creando un coro vibrante que llenaba el aire de esperanza y determinación.
“¡Sigan! ¡Estamos cerca!”.
Exclamó Lira, guiándolos con energía renovada hacia un claro que se abría ante ellos. Allí, en el centro, se erguía un árbol majestuoso, más grande que cualquier ser que hubieran conocido. Su tronco estaba cubierto de símbolos antiguos, y sus ramas se extendían con gracia hacia el cielo.