El silencio que siguió al despertar del Corazón del Bosque fue profundo, casi sagrado. Ninguno se atrevía a moverse. La luz que emanaba del relicario aún flotaba en el aire, palpitando suavemente, como si respirara al compás de todos los corazones presentes.
Alba sostenía la caja con delicadeza, sintiendo un calor suave recorrerle las manos y subirle por los brazos. Era una sensación extraña: no dolía, pero pesaba. Cada latido del relicario parecía responder al suyo, como si ambas voluntades se reconocieran.Lira dio un paso al frente, su figura rodeada por un resplandor etéreo.
El Corazón del Bosque ha despertado, pero aún no ha hablado.
Su voz resonó como una melodía grave y antigua.
Antes de revelar su mensaje, debe escucharos a ustedes.
¿Escucharnos?
Preguntó el rey de los lobos, frunciendo el ceño.
¿Cómo puede un objeto escuchar?
Lira lo miró con una sonrisa serena.
El Corazón del Bosque no es un objeto… es un espíritu. La música que lo despertó no es solo sonido, es verdad. Y ahora, cada uno deberá ofrecer su verdad.
El grupo se miró con desconcierto. El aire vibraba con una tensión suave pero palpable. Alba sintió que el relicario latía con mayor fuerza, como si esperara.La primera en avanzar fue la reina de las hadas. Se arrodilló frente a Alba y, con voz temblorosa, confesó:
Durante siglos quise controlar la belleza de la naturaleza, hacerla mía. Hoy comprendo que la belleza no se domina, se comparte.
Una ráfaga de luz azul surgió del relicario y envolvió a la reina, quien cerró los ojos mientras una melodía ligera, casi infantil, resonaba en el aire.El rey de los vampiros fue el siguiente. Su voz era grave, pero quebrada:
Yo temí al amanecer. Temí a la vida misma. Pero esta luz no me destruye… me purifica.
El relicario emitió un tono profundo, similar al tañido de una campana. Una chispa carmesí brotó y se unió a la luz azul, tejiendo en el aire un símbolo de unión.Cada uno habló, ofreciendo su parte de verdad. Y cuando todos callaron, solo quedaba Alba.
El bosque enmudeció por completo. Lira la observaba con expectación, y hasta los árboles parecían inclinarse hacia ella.Alba respiró hondo.
Yo… siempre escuché la música .
Dijo, su voz temblando.
Desde niña la sentí en el viento, en el agua, en los sueños. Pero también sentí miedo… miedo de no entenderla, miedo de ser diferente. Hoy sé que esa música no me pertenece; pertenece a todos los seres que respiran, que sienten, que viven. Solo soy su eco.
Sus palabras flotaron en el aire, puras, sin artificio. Entonces, el relicario brilló con una intensidad cegadora y se abrió, revelando en su interior un cristal líquido que vibraba como una nota sostenida. De su interior emergió una melodía que no provenía de instrumento alguno, sino del corazón de la tierra misma.
El bosque respondió. Los árboles se estremecieron, las flores se abrieron y las criaturas se arrodillaron, envueltas en luz. La música del Corazón llenó cada rincón, fusionándose con los cantos y las respiraciones de todos los presentes.Lira alzó los brazos y declaró:
El equilibrio comienza cuando el alma se reconoce en el sonido de los demás. La armonía no se impone: se escucha.
La luz comenzó a disiparse, y el relicario flotó suavemente hacia el centro del claro, donde el árbol ancestral lo recibió entre sus raíces. La tierra lo abrazó, sellando el pacto entre los reinos.Por un instante, todo fue paz.
Pero en lo profundo del bosque, un eco distinto resonó: una nota discordante, áspera, que rompió la perfección de la melodía. Alba la sintió, fría y cortante, como una sombra que se filtraba entre las hojas.Lira frunció el ceño.
No todos los corazones han aceptado la armonía.
Susurró.
Algo… o alguien… desafina el equilibrio.
Alba sintió que la calma del momento se transformaba en presentimiento. Apretó el relicario contra su pecho, y sus ojos se llenaron de una nueva determinación.Sabía que la música no solo podía sanar. También podía despertar aquello que dormía en la oscuridad.
Y en las profundidades del bosque, una antigua melodía comenzó a responderles.El verdadero concierto… estaba por comenzar.