La neblina que nos rodea

6: CIELO DE COLORES

Cuando la luz se esconde

las siluetas son transparentes.

Se bañan de colores

y el agua los acompaña.

¿Por qué estos momentos

no pueden durar para siempre?

 

Quiero, por primera vez en la semana, sentarme a ver el sol ponerse; con tranquilidad, en paz.

Mi segundo momento favorito del día es, precisamente, el atardecer. La luz se escapa y por un instante todo queda en penumbra, hasta que la luna hace su aparición. Es una transición mágica, que desearía poder detener por horas y así disfrutarla del todo.

Estamos cerca del centro, viendo cómo los humanos caminan de vuelta a sus casas desde lejos. Las luces de los faroles comienzan a encenderse aunque todavía haya algo de luz en el cielo, los veo mirar sus relojes con preocupación, como si la noche se los fuera a tragar si no se resguardan primero bajo techo.

Mirko se apoya de la baranda de la azotea y suspira, su mirada baila entre las siluetas bajo nosotros. Luce nervioso y respira de manera irregular, noto ligeros cambios en el tono de piel y su color de cabello. No lo culpo.

Yo me siento igual, observada, ansiosa. Quizás se deba al hecho de que sé que por estar en la zona de los humanos, si doy un paso en falso terminaré siendo arrastrada por alguno de los vigilantes de vuelta a la comunidad.

«Es estúpido que nos dejen caminar entre ellos, pero no dirigirles la palabra»

Él quiere hablar, pero cierra sus labios cada vez que los abre, y yo hago lo mismo.

Siento la cabeza ligera y los ojos pesados. Es imposible que mis pensamientos se aquieten, y rebotan de un lado a otro dentro de mi cerebro. Corren y saltan desde el vacío que siento en el pecho hasta Madre, luego Theo y Karim, la escena confusa que pasé ayer con Kariye. Trato de no pensar en nada, pero mi cerebro se empeña en pensar en todo.

Siento el peso del teléfono en el bolsillo y el de las miradas que me he convencido de que me acechan.

Entonces me mira, quizás buscando reconfortarme, sin saber cómo. Está bien, de todos modos no espero que lo haga. Es suficiente con estar aquí, conmigo. Callados y disfrutando juntos este momento.

Pero me cuesta verlo sufrir y fingir que nada ocurre, casi tanto como pretender que todo está bien. Y si es lo único que tengo, el único que al menos se acerca a algo verdadero. ¿No debería confiar en él?

—Las llamadas no son el único problema –Mi amigo tarda unos segundos en reaccionar, voltea a mirarme confundido, yo suspiro.

—Ellie, ¿de qué estás hablando? —responde y sus ojos titilan. Yo siento frío.

—El dolor que sentí en el pecho cuando estábamos en el ático —Intento pensar en mis palabras, elegirlas con cuidado, pero el cielo está comenzando a nublarse y me cuesta pensar— Siempre ocurre cada vez que recibo una.

—Por eso Madre… —susurra para sí, señalando el teléfono en mi bolsillo. Yo asiento— ¡¿Entonces por qué me pediste que lo tomara de vuelta?!

—Da igual —Me encojo cuando alza la voz y él baja la mirada, una de sus manos está comenzando a temblar— Esa noche, aunque no lo tuve conmigo, igual me dolió. ¡Te juro que no estoy loca, Mirko, pero es que ella no me creyó!

—¿Creerte qué? —Procura bajar el tono de voz, me mira frunciendo el ceño— Necesito que me cuentes todo, y que lo hagas ya mismo.

Respira profundo y se pasa los dedos por el cabello, no logro adivinar si está preocupado, irritado o simplemente confundido.

«Parece que va a comenzar a llover.»

—Mira, es que traté de explicarle que seguro me están pasando cosas malas porque no me he desarrollado. ¿Entiendes? —Las palabras se agolpan en mis labios, intentando salir todas al mismo tiempo— No sé el por qué de las llamadas, pero no es normal que me duela el pecho siempre que las recibo. Y uno de los días en los que estaban en las reuniones de Los Grandes escuché a Estela hablar con Marco de los fearas…

—¿Qué tiene que ver que te duela el pecho con que hayas escuchando algo que claramente no tenías por qué escuchar? —Su risa parece forzada, amarga— Además, esas cosas no son reales. ¿Avins malvados que te roban la energía? Pensaba que yo era el que estaba obsesionado con las películas.

—¿Y cómo explicas que esté teniendo pesadillas entonces? —Le saco la lengua y me cruzo de brazos, Mirko tose de golpe.

—No, no. Las pesadillas son como sueños, pero si fueran malos. Como ver una película de terror. —dice en tono condescendiente, yo solo asiento— Sabes que solo los humanos pueden tener pesadillas, ¿no?

Palidece, está comenzando a oscurecer y su piel irradia un brillo pálido, tenso.

—Sueños, pero malos. Feos. Horribles. —repito y mis labios comienzan a temblar, las gotas de lluvia empapan mis hombros pero no están frías— Y le dije a Kariye ayer, y fue un desastre. Estaba actuando muy extraño, como si me fuera a morir o algo.

—Ellie… —Se acerca a mí y estira una mano— ¿Por qué no me habías contado nada de esto antes? —dice en un susurro, con los labios apretados— Todo este tiempo pensé que era solo el estrés lo que te tenía así.

Niego con la cabeza, él se aparta y se sienta en el suelo, abrazando sus rodillas. Está tan preocupado como las otras dos, pareciera entender a la perfección algo que yo no tengo claro.

«Todos parecen saber más sobre mí que yo misma.»

–Lo siento –susurra, casi tan bajo que estoy segura que no era para mí.

–¿Qué? ¿Por qué? –pregunto confundida. Él sacude la cabeza y vuelve en sí.

–Porque quiero ayudarte, pero no puedo, ¡si no me dices! –Está visiblemente dolido, su piel ha comenzado a adoptar su brillo característico.

–No pensé que fuera importante hasta que vi que Kariye también se preocupó… —No sé si son gotas de lluvia o lágrimas lo que está corriendo por mis mejillas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.