Al subir las escaleras, corre a su departamento y se da una ducha, dejando su ropa tirada en su habitación.
Cuando ya termina de bañarse, por un momento se imagina besando a Alejandro y coloca el agua fría que cae en su cara, hombros, brazos y cuerpo.
Buscando su mejor vestido, ya que es verano en Santiago, se reúne en un café en la calle Lastarria.
Las calles Santiaguinas tienen cierto aire Europeo, sobretodo las cercanas al bellas artes.
El aire tibio acaricia su piel. Ella solo disfruta de la brisa y su vestido negro con flores rojas, ajustado a su figura, baila con el viento y el escote resalta toda su femineidad.
Alejandro sentado leía un papel.
Ella al verlo no pudo contener el rubor en su cara y las palpitaciones de su corazón iban en aumento.
Él deja de leer y observa si ella viene de algún lugar, moviendo levemente su cabeza y cuando la mira, se para de su silla y la espera al lado de la mesa, sin quitar la vista.
Ella nota su camisa desabrochada, sus pantalones de color crema, justo a su medida.
Mira su cara y cuando está acercándose tropieza con la vereda santiaguina y cae en sus brazos, chocando su cara en el pecho de Alejandro. Tocando su piel.
Eso provocó un calor excesivo en ambos.
Alejandro tomando su brazo tratando de ayudarla, rosando su pecho sin querer, acercó su cuerpo, al suyo.
Alicia con su cara roja y sus ojos cerrados por la vergüenza lo abrazó para afirmarse, pero cuando sintió su mano en el pecho rápidamente se dio vuelta y protegió, con sus brazos su delantera.
Alejandro soltó el brazo de Alicia cuando ella giró y sintió que ella rosaba con sus caderas sus partes íntimas.
Ella le dio la espalda y él dio un paso atrás, quitando todo su cuerpo, al cuerpo de ella. Dando espacio para que no se sintiese acosada.
La situación fue tan abrumadora que no se miraron, esos segundos fueron eternos.
Alicia puso sus manos en la cara tratando de apagar el fuego de sus mejillas.
Trataron de salir de la situación riéndose, se sentaron.
Alejandro pidió al mesero que sé acercara.
Por mientras Alicia acomodaba su cartera y vestido.
El mesero llega, les dice que van a querer.
Alejandro mira a Alicia con una sonrisa. Le pregunta si está bien.
Ella sonríe y asiente con un gesto.
Ella pidió un agua mineral con hielo y él también.
Alicia estaba avergonzada, sentía que todo había empezado mal. No quería estar ahí y no sabía que decir.
Alejandro era muy considerado, reservado y dejaba que Alicia conversara. Pero esta vez, había mucho silencio. Así que habló para romper el hielo.
- Alicia lo siento. Quería que nuestro saludo fuera diferente, ¿Te encuentras bien?
Ella, alzó la mirada a los ojos de Alejandro y calmó sus pensamientos.
- Estoy bien. Dijo ella, apretando sus manos en sus muslos.
Alejandro sintió su nerviosismo y siguió hablando.
- Quería saber si podemos caminar, mi departamento esta cerca y podemos conversar tranquilamente.
Ella se sintió incomoda y lo demostró en su cara.
Alejandro se dio cuenta que sus nervios lo traicionaron, al proponerle ir a su departamento.
- Lo siento, lo siento, perdón. No quiero que te ofendas.
Yo también estoy nervioso.
Alicia quiso comprenderlo, pero no había excusa. La sinceridad es buena, pero en este momento, fue demasiado incómodo descubrir su verdadera intención, molesta le respondió.
- Alejandro no quiero que pienses que me estoy regalando, me siento muy avergonzada y prefiero que termine nuestra cita ahora.
Lamento hacerte perder el tiempo.
Alicia se paró de la mesa y se fue.
Alejandro se dio cuenta que todo salió mal, pero no quería que esto terminara así.