Alejandro se ofreció a llevarlas, cuando llegaron al hospital público, estaba lleno.
Las dejó en el hospital y se fué.
En urgencia encontraron a Yohana muy serena y con la Madre Superiora que estaba acompañándola.
Alicia y Myriam las abrazaron, con tristeza, liberando las emociones que no se podían contener.
Con Yohana eran amigas de infancia del colegio. Ella vivía en el orfanato, con su abuela que trabajaba de cocinera en el lugar. Siempre quiso ser monja. Se acostumbró al amor y a la calidez del servicio Pastoral. Ella tuvo un llamado espiritual a congregarse desde joven.
Desde su amor y entrega, ayuda a sus amigas con sus consejos y oraciones.
Siempre estaban unidas como hermanas, para cualquier urgencia se comunicaban y acudían en ayuda de la otra, se amaban mucho, las tres. No tenían hermanas de sangre. Pero tenían un lazo más fuerte, como el amor y la lealtad.
Esperaron a Yohana toda la noche y en la mañana, Alicia y Myriam tienen la mirada perdida en el suelo y en las paredes del pasillo del hospital.
La abuela de Yohana no tenía mucho tiempo de vida, su enfermedad agravó luego de una caída y llevaba postrada por semanas.
La madre superiora ya muy anciana, pendiente y atenta, con una agilidad que supera su edad, conversa con Alicia y Myriam.
- Mis niñas no queda mucho tiempo, espero que acompañen a Yohana. Las necesita en este momento tan difícil.
Ella, era muy cercana, era una guía espiritual para las tres.
Desde que eran unas niñas, sus palabras y consejos, fueron surcando sus vidas.
En ese momento, Yohana sale de la habitación donde estaba su abuela.
Con una sonrisa, les dice a sus amigas.
- Gracias por estar aquí, conmigo.
La madre superiora entra a la habitación de su amiga y luego se devuelve y les dice.
- Salgan a caminar o vayan al casino para despejarse.
Haciendo un guiño a Myriam y Alicia.
Cuando llegaron al casino pidieron un café y unos Browning.
Al sentarse Yohana, con su cara cansada y una leve sonrisa, les dijo.
- Le doy gracias a Dios, por haber tenido a mi abuela conmigo tantos años y por tenerlas a ustedes.
Ellas tomaron la mano de Yohana y la acariciaron, Myriam empezó a llorar amargamente y sus amigas también la contuvieron abrazándole. Muy triste y desconsolada, Myriam le dijo a Yohana.
- No sé cómo puedes estar tan tranquila. Supongo que Dios te da la fuerza para soportar esto.
Yohana nuevamente sonrío con sus labios cerrados y cerrando también sus ojos suspiro, diciendo.
- No es fácil, pero, ¿por qué dejarla conmigo, si está sufriendo? Sé y tengo la certeza, que mi Padre eterno la tendrá en su maravilloso reino.
Yohana sentía que Dios erá quien le daba paz y templanza. Estába tranquila.
Myriam no tenía consuelo. Su madre enferma la tenía con mucha tristeza.