Luego de conocerla, fue donde ella trabajaba. La excusa “visitar amigos”. La verdad, buscar información.
Sabía que Alicia no salía con nadie de la oficina y no tenía a nadie en el trabajo, pero sospechaba de alguien.
Pablo Arcaví, era el jefe del departamento de proyectos, trabajaba en el edificio donde trabajaba Alicia, en el primer piso.
Alicia y Pablo tenían una gran complicidad, había mucha química, que no podía ocultarse. Pero solo en el trabajo.Pero Pablo entendía que Alicia era inalcanzable.
Pablo Arcaví tenía un futuro brillante a sus 35 años ya tenía una carrera de liderazgo, la que empezó de muy joven.
Su padre uno de los fundadores de la empresa de ingeniería y su abuelo un judío de mucho dinero.
Su familia era muy conocida y respetable, tenía buen pasar.
Su soltería era conocida por ser mujeriego y seductor. Una de sus herramientas para conquistar, su desplante, su risa fuerte y galantería.
Muchos envidiaban la vida que tenía. Autos deportivos y un hermoso departamento en las faldas de un cerro.
Su familia judía, sólo permitían formalizar con alguien de su mismo nivel social y en la empresa había personas clasistas y no permitían una relación, con un subordinado. Él lo sabía y lo asumía.
Aun así tenían buenas conversaciones y un humor similar.
Cada idea que Alicia tenía, Pablo la apoyaba. Organizaban paseos, asados, juegos y regalos en Navidad para niños necesitados.
Pablo era de risa fácil y bueno para las bromas. Eso a ella le encantaba.
Alicia trabajaba en el tercer piso y antes de ir a trabajar, iba sagradamente a la piscina a nadar.
Pablo cuando la veía en la mañana, al llegar al trabajo, gritaba “Buenos días Alicia” y todo el mundo se enteraba que había llegado.
Jamás hubo nada entre ellos y aunque tenían encuentros en reuniones, sólo con las miradas y gestos se decían todo. Mucha complicidad, pero sólo amistad.