El encuentro con Pablo y esa batalla con la pelota, aún no terminaba. Alicia tuvo que volver al primer piso a revisar los planos con él.
Ella al entrar a la oficina, le devolvio el pelotazo y le llego justo en la cabeza a Pablo, ya que él miraba los planos, apoyado en la mesa del escritorio.
La pelota siguió botando y ellos se miraron. Ella rió tapándose la boca y antes que reaccionara Pablo, le dijo.
-Empate.
Él se sobó la cabeza, mientras se arreglaba el pelo. Pablo se asustó, porque él golpe fue de improviso, pero él sonreía. Le daba oportunidad de hacer algo. Se preparó para cuando Alicia bajara a su oficina. Tenía su camisa desabrochada y su perfume exquisito que seducia. La oportunidad que buscaba la tenía ahora. Se volvió a apoyar en su escritorio con sus dos manos, pensando en lo que haría después y le dijo.
-Me dolió. ¡Bruja!.
Ella se sentó y seguía sonriendo. Miraba alrededor de la oficina con mucha seguridad y luego lo miraba. En ese momento, recordaba las oportunidades que pudo tener algo con este bello hombre. Pero ya no era posible y debía superarlo. Sin que Pablo dijera nada, ella le advirtió.
- ¿Te gusta hacerme enojar? A mi no me gusta perder. Menos contigo.
Después de decirle eso, ella lo miraba y comprendía la amistad que los unía.
Pablo se acercó y se sento en su escritorio, frente a ella mirándola.
-Quiero que me odies y sé como hacerlo. Enojona. Así veo que sientes algo más por mi. Dijo Pablo, desafiando.
Alicia se para del asiento, incómoda y cuando se estaba alejando, Pablo le toma el brazo y la apega a su cuerpo. Con sus dos manos, sujetándola.
Los dos sentían sus cuerpos, sus aromas y emborrachados por un momento intenso, de respiraciones agitadas. Pablo la apretó más a su cuerpo agarrando su cintura con una mano y la otra sujetando su brazo.
Alicia apoyada en el pecho de Pablo, embriagada de desear al hombre que la estaba abrazando y quedando frente a la cara de él. Quiso zafar, diciéndole.
-Pablo, deja de molestar. Tú no podrías estar con alguien como yo. No me gusta compartir lo mío y tú no eres un hombre que sea de una sola mujer. Por lo tanto no eres lo que necesito. Dijo Alicia, tajante y sincera.
Ella le dijo a Pablo una verdad y a él le dolió. Alicia fue muy directa y tenía razón, él no era un hombre de una sola mujer.
- Deja que te demuestre lo que puedo hacer. Dijo Pablo acercándose, para besarla.
Ella escondió su cara, apoyando su mejilla en el hombro de Pablo y rápidamente respondió.
- Sé que puedes hacer eso y más. Pero hace mucho que no me interesas. Porque no tienes lo que yo quiero. No tienes lo que necesito y no lo tendrás. Así que deja de insistir. Ya no eres mi tipo de hombre. Solo eres mi jefe.
Lo dijo, estando tan cerca de él y apartandolo con sus manos, empujando el pecho de Pablo. Ella reaccionó, se dio cuenta que no debía seguir jugando, tenía que parar.
-Sueltame Pablo. Perdóname, pero debo parar. Tenemos que parar.
Él la soltó. Quería besarla, pero las palabras de Alicia, molestaban en su cabeza y le dolieron. Era un juego que debía terminar.
Ella sentia que ganaba, una batalla tras otra, cuando decía lo que sentía. Cuando lo apartaba. Pero también se sentía culpable, porque ese juego de la pelotita provocaba cierta atracción de ambos, que debía terminar.
Alicia sacó agua que tenía Pablo en un lado de u oficia y la bebió. En ese momento se sintió aliviada de no caer en la tentación de besarlo.
Pablo estaba derrotado, sentía una profunda admiración por Alicia y en ese momento el podría haber robado ese beso, sin importar lo que ella sintiera. Podía haber descargado todas sus ansias de ella, sin pensar en un después. Pero quedó frío, después de escucharla, después de esa verdad. El era su jefe y debía parar. Era muy inmadura su reacción, ya debía terminar. Le dijo.
-Perdona Alicia. Me equivoque de nuevo. Malinterpreto nuestros juegos. Debemos parar. No corresponde y tienes razón. Somos compañeros de trabajo.
Ella lo miró desde la esquina de la oficina y le contestó.
-Pablo no debemos complicar nuestra relación, yo te considero como alguien admirable. Amo jugar contigo, me divierto y creo que somos imparables como compañeros de trabajo. Lamento hacerte creer que siento algo por ti. Eres un buen hombre, pero..
Pablo la interrumpe.
-Ya entendí. Dejemos esto y empecemos a trabajar.
Pablo estaba herido. Su ego se rendía. Comprendió que debía parar.
Alicia necesitaba tener esta discusión con él. Eran buenos compañeros y buenos jugadores. Ella no quería que se terminara esa complicidad, lo animaba a rendirse de una manera adulta, sin odios ni rencores. Cuidando la amistad, por el tiempo que se conocían.
Llega la hora de almorzar y van todos al casino. Pasan los demás a buscar a Pablo y él invita a Alicia para ir todos juntos. Las miradas y risas en el almuerzo eran muy particulares, ellos ya pasaron a otra relación. Pareciera que se habían complementado aún más.
En la tarde ella estuvo en su oficina terminando trabajos atrasados y paso rápido el tiempo.
Pablo volvió a subir y a molestar a Alicia, a desafiarla para un partido, con su grupo. En las pausas laborales subían a jugar un partido. Cuando llegaron a la sala de reuniones hubieron miradas, golpes y empujones entre Alicia y Pablo que los que estaban presentes se dieron cuenta que algo pasaba.
Alicia ya estaba tranquila, comprendió del porqué le seducia Pablo y era su complicidad, su buena onda. No quería perder esa magia.
Al terminar, agotados de correr se despidieron y quedaron de reunirse todos en la salida.
Alejandro la pasaría a buscar para llegar al pub juntos. Ella estaba bien cansada y este miércoles aún no terminaba. "El carrete" seria con mucha gente.