El lunes llego y poco después de las ocho un carruaje enviado por la señora Trick vino a recogerme. La verdad es que la presentación en sí no era algo que me emocionara muchísimo vivir, pero tenía ganas de disfrutar de un par de bailes. Aunque el hecho de tener que ausentarme de la consulta para ello me dolía mucho.
El coche se paró justo delante de la tienda de una modista.
-Querída...- Me saludo alegre la señora Trick.- ¿Qué tal el recorrido?
-Buenos días. Gracias por enviarme el coche. Es muy confortable. -Ella rió ante mi respuesta.
-Eres un verdadero encanto ¿Estás preparada para dejarte mimar? -La señora Trick era la mar de extraña. Había heredado de su difunto marido una suma considerable y tenía un carácter alegre y chicharachero, pero no deseaba ir a Londres como el resto de damas. Para ella, las malas lenguas podían encontrarse en cualquier sitio, y no comprendía la razón de ir lejos para que hablaran mal de una. – Señora Muffle- Dijo saludando a la dueña del lugar.
-Qué alegría tenerlas aquí. Si gustan podemos tomar el té mientras les enseño algunos modelos.
-No sabe cómo le agradezco que me haga este favor.- Dijo la señora Trick.- Con el poco margen que le he dejado seguro es un milagro que aceptara. Creo que lo mejor será que comencemos de inmediato.
-Me gustan los retos.- Respondió la señora Muffle risueña.- Ahora veamos .- dijo tendiéndome la mano.- Le tomaremos las medidas mientras la señora Trick termina de ver los diseños. Bueno, a no ser que desees verlos.
-Seguro son todos preciosos, pero considero que el gusto de la señora Trick será mil veces mejor que el mío.- Aquello era muy cierto, a mí todos me resultaban bellos.
Me situé encima de una tarima y la señora Muffle comenzó a tomarme medidas.
-Tiene usted unas curvas estupendas. -Dijo ella satisfecha.- Creo que no tendré que hacer muchos arreglos ¿Señora Trick se ha decidido?- Dijo saliendo de detrás de la cortina.
Yo me miré en el espejo, jamás habría considerado que tenía las curvas adecuadas. Era cierto que tenía una cintura muy estrecha y unas caderas anchas, pero de ahí a una buena figura...
-Con este estará arrebatadora... seguro todos los caballeros la mirarán todo el tiempo y con ese cabello tan rizado...- Dijo la señora Muffle volviendo a entrar donde yo me encontraba con un vestido azul clarito en sus brazos. Una vez me ayudó a ponérmelo y marcó los ajustes que debería hacerle abrió la cortina para que la señora Trick pudiera contemplarme.
-Radiante... - Exclamó.- Simplemente perfecta. -Yo no pude evitar ruborizarme.
-Sabía usted que corre el rumor de que el nuevo vizconde de Legrintown está de visita en la casa que tiene a las afueras de nuestra pequeña localidad. -Comentó la señora Muffle.
-No me diga.- Respondió la señora Trick.- Sería maravilloso tener más caras nuevas... y más pretendientes ¿verdad querida?- Aquello último lo dijo mirándome a mí.- No dudaré en invitarlo a tu presentación, junto al resto de caballeros de la zona. Que alegría, justo cuando vas a hacer tu aparición en público se reúnen a nuestro alrededor tan buenos pretendientes.- Yo no quería desilusionarla, pero tampoco motivarla. Por ello, no pregunté qué otros caballeros habían aparecido.
-Pasemos al siguiente modelo. – Dijo la señora Muffle.- Seguro que está usted cansada de que se lo digan señorita Sant, pero tiene un pelo envidiable....
-Tantos halagos no deben ser buenos...- Dije volviendo a ruborizarme.
-Querida... los halagos nunca son suficientes y mucho menos cuando son ciertos. -Respondió la señora Muffle terminando de retirarme el vestido.
-Siempre he pensado lo mismo que usted, su cabello es envidiable... sin necesidad de emplear las tenacillas tienen unos rizos perfectos.- Corroboró el alago la señora Trick
Volví a contemplarme en el espejo tímidamente. La verdad es que mi rutina diaria no me permitía perder el tiempo en arreglarme y por ello agradecía tener el cabello tan rizado, puesto que un sencillo moño lucía como una gran elaboración. Mi oscuro cabello contrastaba en demasía con el claro tono de mi piel, el cual se tornaba rojo con excesiva facilidad, lo que me hacía revelar mis emociones quisiera yo o no.
La mañana y parte de la tarde transcurrieron rápidamente entre vestidos, tocados y zapatos. Fue un día entretenido, pero cuando llegué a casa no pude evitar sentirme mal, había malgastado todo un día, seguro el señor Hall no pudo atender a todos los que acudieron a la clínica porque no contaba con mi ayuda... Tendría que lograr encontrar el modo de decirle a la señora Trick que no podía dedicar un día entero al ocio cuando había tanta gente a la que ayudar.
Por ahora ya había logrado que ella aceptara que las primeras semanas de la temporada las pasara en mi casa y acudiera únicamente a las veladas nocturnas, lo que me permitía acudir a la consulta por la mañana y parte de la tarde. Sin embargo, a cambio había prometido pasar otras dos semanas en casa de la señora Trick, lo que suponía participar de la temporada al cien por cien. Por ello, estaba casi segura de que la señora Trick no aceptaría que me escaqueara de ninguna manera.
Ese mismo viernes, cuatro días después de ir de compras, me llegaron a casa cinco increíbles vestidos, dos pares de guantes, un par de zapatos de baile nuevos y algunos tocados para el cabello. Zuzanny estaba emocionadísima solo de pensar que algún día ella podría usar esos vestidos. Yo tampoco quedé indiferente ante aquellos maravillosos trajes.
Cuando el sol se escondió, se senté ante mi escritorio, y tras un par de intentos quedé bastante satisfecha con la respuesta que le había escrito a Camille. Volví a leer la carta detenidamente.
Querida hermanita,
Tus palabras reflejan tu gran pasión por descubrir y conocer cosas nuevas. No dejes que tu estúpido plan estropee el resto de tu vida.