Prepararme para el baile fue de lo más tedioso, las doncellas me hicieron bañarme dos veces; después, embadurnaron mi cuerpo con miles de cremas y perfumes. Parecían desear arrancarme la piel a tiras ¡Y cómo olvidar los tirones en mi cabello y el corte de respiración que me produjo el corsé! Todo aquello era demasiado. No obstante, cuando me contemplé en el espejo todo pareció valer la pena. No parecía yo, el reflejo que se proyectaba nada tenía que ver conmigo. Las doncellas sonrieron satisfechas con su trabajo y partimos hacia casa de la señora Trick.
El trayecto se me hizo largo y cuando llegué las doncellas insistieron en retocarme el peinado y arreglar el vestido de nuevo. Aquello era... digamos que ... difícil de sobrellevar. ¡Soportar eso una temporada entera! Se me hacía un mundo solo de pensarlo... que caro iba a salirme el no saber decirle que no a la señora Trick.
-No tengo palabras para describir lo increíblemente hermosa que te ves querida. – Dijo la señora Trick entrando en la habitación que habían preparado para mí. – Vas a ser el centro de atención. Si aceptaras quedarte conmigo toda la temporada... seguro lo disfrutarías más.- Dejó caer como quien no quiere la cosa.
Sus palabras me pusieron realmente nerviosa, yo no deseaba ser el centro de atención, porque aunque sabía que ser presentada acarreaba el convertirse en el punto de mira de los presentes, no quería serlo más de lo estrictamente necesario. Yo no deseaba buscar esposo, ya tenía suficiente con todos los problemas de casa... como para añadir un marido al carro.
La señora Trick y yo nos encontrábamos en la entrada recibiendo a los invitados. Aunque aquello no era lo más ortodoxo, puesto que yo debería haber permanecido en el interior de la casa hasta ser anunciada, la señora Trick decidió que la mejor forma de conocer a todos los invitados era aquella- Por lo que allí nos encontrábamos.
Según me había explicado la señora Trick el evento sería sencillo y no asistirían más de 50 o 60 invitados, pero pronto me di cuenta de que recordar 20 nombres ya era ardua tarea ¡cómo iba a lograr memorizar 50!
-Este es de tu interés querida. – Me susurró la señora Trick.- Señor Mander es un placer que haya podido asistir habiéndolo avisado con tan poco tiempo de antelación.
-Es todo un placer.- Dijo besando la mano de la anfitriona. – Habría sido una tragedia privarme de tan grata compañía.- Añadió sin levantar la vista de mí.
- Es un placer poderle presentar a la señorita Sant. -Dijo haciendo un ligero movimiento con el brazo.- Ella es la protagonista de nuestra velada.
-Un placer conocerlo señor Mander. - Respondí con una leve inclinación.
-El honor es todo mío querida.- Respondió el tal señor Mander antes de ingresar al salón.
-Es un importantísimo comerciante, por suerte ha decidido pasar unos meses aquí... no crees que es maravilloso.- Cuchicheó la señora Trick cuando el caballero en cuestión desapareció de nuestra vista.
Supuse que él era una de esas nuevas incorporaciones a nuestra pequeña sociedad por las que la señora Trick se había mostrado tan encantada. El entusiasmo que revelaba la señora Trick hacia dicho caballero era un tanto... preocupante. Bueno, o por lo menos para mí. Parecía que estaba decidida a entrelazar mi vida con el mejor postor. Debía tener una seria conversación con ella antes de que las cosas pudieran complicarse.
Mi preocupación inicial terminó disipándose y finalmente pude disfrutar de la noche. La velada fue más entretenida de lo que me habría atrevido a suponer. El tal señor Mander resultó un bailarín y un conversador estupendo y el resto de los invitados fueron la mar de agradables. La señora Trick tenía un círculo de amigos grande, pero todos ellos parecían encantadores. Es cierto, que alguno que otro me miraba con cierto recelo. Todos vivíamos en la misma zona, por lo tanto, todos conocían la historia de mis padres y por supuesto, la de mi hermana Gloria. Sin embargo, ninguno osó siquiera mencionar nada que pudiera ser ofensivo o desagradable.
-La velada llegó a su fin. -Comentó el señor Mander mientras me ayudaba a colocarme el chal.- Ha sido todo un placer conocerla querida.
-El sentimiento es mutuo señor Mander, espero verlo en la próxima velada. -Respondí con sinceridad. No iba a mentir, me lo había pasado muy bien con aquel caballero.
-No me privaría de su compañía por nada del mundo.- Respondió ayudándome a subir a mi coche.
-Buenas noches.- No fui capaz de decir nada más. Estaba poco o nada acostumbrada a los halagos y cuando alguien me los hacía yo no sabía que responder. Es más, las situaciones solían ser de lo más incómodas, porque mi cara se volvía roja y la gente sacaba conclusiones erróneas sobre mis opiniones, sentimientos o formas de actuar.
Transcurrió una semana hasta que volví a encontrarme con el señor Mander, pero en su ausencia, la señora Trick me presentó al señor Fuller. Sea dicho que en nada se parecían. El señor Fuller rondaría los 50 años, mientras que el señor Mander tendría unos 30, por no mencionar que el primero era de origen noble, lo que se notaba en su forma de comportarse y de hablar. No obstante, cada uno a su manera, terminaron por convertirse, si se puede decir así, en mis dos nuevos amigos. La conversación con el señor Fuller siempre se encontraba dentro de las normas sociales, lo que no hacía que perdiera su gracia o destreza, mientras que las que mantenía con el señor Mander solían ser más naturales y espontáneas. El señor Fuller era viudo, su difunta esposa era francesa y había vivido toda su vida en el extranjero. Siempre tenía alguna anécdota que contar sobre el muy reprobable comportamiento de los franceses. A pesar de ocultarlo bajo muchas capas de formalismos, se notaba que él continuaba amando a su esposa, tanto era así que a pesar de que ella ya no vivía el pasaba la mayor parte del año en el país de origen de esta.