La Necesidad Del EngaÑo

VI

Pestañeé varias veces, seguro me estaba delatando. No únicamente sentía las mejillas encendidas, sino que encima mis ojos lo buscaban. La verdad, no sólo lo contemplaba por el deleite que suponía, sino porque realmente estaba segura de conocerlo. No obstante, no lograba descifrar de qué me sonaba. Las fiestas y los eventos sociales estaban descartados, no podía haberme cruzado con él a lo largo de mi vida porque según tenía entendido no había pisado antes las tierras que poseía en nuestra ciudad. De qué lo conocía, si yo no salía de la consulta ... quizás simplemente me recordara a alguien.

-¡Mi madre!- Exclamé sin darme cuenta al comprender dónde había visto a aquel hombre antes.

-Señorita Sant. – Dijo el señor Fuller algo desconcertado por mis modales.

-Discúlpenme... creo que algo me pinchó.... - No me gustaba mentir, pero ¿qué otra explicación podía dar?

Recorrí toda la estancia con la mirada hasta dar con el señor Lluch. Definitivamente era él, era el hombre misterioso que había aparecido en la consulta del doctor Hall y no me había permitido atenderlo. La verdad, no parecía el mismo, aquel día vestía todo de negro y su semblante tenía un aire tenebroso. Decidí no darle más vueltas, ya le preguntaría por él al señor Hall. No obstante, parecía que aquel caballero tenía otros planes.

-Buenas noches señor Fuller, señorita Sant. – Saludó el señor Lluch al acercarse a nosotros. El señor Fuller no pareció muy contento con su presencia. – Pensaba que usted estaría en Francia. – Habló dirigiéndose al señor Fuller.

-Ya ve usted que no.- Aquella respuesta tan seca llamó mi atención. Era cierto que el señor Fuller no destacaba por su amabilidad o cariño, pero siempre se mostraba respetuoso con todos ¿Acaso no le caería en gracia el señor Lluch?

-¿Son ustedes viejos amigos? – Parecía que siempre me tocaba calmar el ambiente entre los caballeros.

-Conocidos más bien.- Respondió el señor Fuller.

-Quizás podamos estrechar más nuestra relación cuando vaya a Francia.- Dijo el señor Lluch.

Ambos caballeros continuaron hablando, el señor Lluch era pura amabilidad, sólo hacía que alagar al señor Fuller e intentar ganarse su afecto, mientras que este parecía reacio a ello.

-¿No cree usted que la señorita Sant lleva demasiado tiempo sin bailar? -Preguntó el señor Fuller cortando el intento del señor Lluch por lograr ser invitado por este.

-Sí, ninguna dama debería estar más de una pieza sin pisar la pista de baile. -Respondió el señor Lluch.

-¿Hará usted algo al respecto?- Preguntó el señor Fuller levantando las cejas tras comprender que el joven vizconde no había entendido sus intenciones.

-Sería un honor para mí si usted aceptara compartir esta pieza conmigo.- Me dijo el señor Lluch.

-Será un placer.- Respondí a aquella encerrona. No me gustaba que la gente se viera obligada a compartir su tiempo conmigo. -Siento que el señor Fuller lo forzara a bailar conmigo. – Me sinceré nada más comenzó el baile.

-Parece que el señor Fuller la tienen en muy alta estima. - Dijo como respuesta.- ¿Se conocen desde hace mucho?

-Poco más de una semana, pero me atrevería a decir que los dos gozamos de la compañía del otro. -Dije feliz.

-Es extraño.

-¿Qué es extraño? – Le pregunté curiosa.

-Conozco al señor Fuller desde hace más de dos años y nunca he conseguido que me considere su amigo. – respondió pensativo.

-Si me permite decirlo, creo que la amistad no es algo que se pueda forzar...- Dije intentando ayudar al señor Lluch, pero pareció que mis palabras no tenían el efecto deseado.

Cuando la pieza terminó el señor Lluch nos condujo de nuevo junto al señor Fuller. Este último, parecía haber estado observando nuestro baile con mucha atención.

-¿Qué tal el baile señorita?- Preguntó con amabilidad cuando llegamos a su encuentro.

-Ha sido una maravilla poder compartir la pista con una bailarina como ella.- Respondió el señor Lluch.

-Cree usted que la señorita Sant no podía responder por si misma a la pregunta. – La actitud del señor Fuller parecía agriarse en compañía de algunos, y al parecer el señor Lluch era uno de ellos.

-¿Qué le parecería acompañarme a la mesa de refrescos, señor Fuller? – Él me dedicó una amplia sonrisa y me tendió su brazo.

-Siento que haya tenido que presenciar eso...- Se disculpo una vez que tuvimos un vaso de limonada en la mano.

-No es a mí a quien ha tratado un tanto descortésmente...- Dije tímidamente. No deseaba que el señor Fuller se enojara conmigo por ser demasiado sincera, pero a él pareció gustarle mi respuesta.

-Hay poca gente como usted querida. La mayoría de personas se acercan a mí con engaños y mentiras. Todos desean lograr algo cuando lo hacen, pero tú eres transparente y sin doblez.

-¿Qué cree que desea sacar de usted el señor Lluch? Yo creo que sólo desea su amistad. -Respondí inocente.

-El problema, querida niña, es que no es una amistad sincera lo que busca. No deseo sonar pretencioso, pero mi amistad vale mucho... tengo contactos importantes no sólo en nuestro país, sino también en Francia y la mayoría de gente desea juntarse conmigo por mis influencias.

-Bueno, no todo el mundo desea sacar provecho de su amistad. Ni la señora Trick ni yo deseamos más que su grata compañía.

-Lo sé, por eso mismo las considero mis amigas. Y eso que a usted la conozco desde hace muy poco. Ustedes son sinceras... y encantadoras.

-Quizás deba darle una oportunidad a los demás... sino no podrán demostrarle si desean su amistad o sólo quieren utilizarlo. – Aquella situación era muy extraña para mí, no era tan ingenua para pensar que todas las personas son sinceras y tienen buenas intenciones, pero jamás podría rechazar de primeras a las personas sin darles antes una oportunidad.

-Querida... en ocasiones los actos preceden a las personas. – Dijo como toda respuesta.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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