No podía creer lo que en unos instantes había acontecido ¿Por qué el señor Lluch había dicho aquello y no había intentado exponer la realidad? Seguro que si el señor Fuller hubiera visto la herida habría comprendido la situación sin necesidad de tal escándalo.
La señora Trick me intercepto por el salón y yo le supliqué que nos marcháramos, pensando que mañana todo aquello habría sido olvidado hablaría con el señor Fuller si era necesario. No obstante, no podía estar más equivocada.
La señora Trick había dispuesto todo para que yo regresara a casa al salir el sol. La verdad, no podía culparla. Ella solo había hecho que cumplir con mis deseos. Quizás aquello fuera lo mejor. Dejar todo lo ocurrido atrás y volver a mi pacífica vida.
-Aroha...Aroha...- la pequeña Zuzanny intentaba despertarme, pero mi cuerpo no deseaba volver al mundo, necesitaba recuperar fuerzas. Puesto que llevaba dos noches sin poder dormir por culpa del señor Lluch- ¡Aroha!
-No es necesario que grites....- dije abriendo un poco los ojos.- ¿Qué sucede?
-Te esperan abajo .... – dijo sin más.
-¿Quién?- Pregunté poco interesada volviendo a cerrar los ojos.
-El tío y un tal señor... Llun... no, Chun, no creo que era Lluch, sí, el señor Lluch.-Aquel último nombre me hizo saltar de la cama y salir disparada del cuarto. Ni siquiera reparé en que únicamente me cubría el cuerpo un viejo camisón.
-¿Tío ha sucedido algo? – Pregunté sin siquiera saludar. Mi tío sonrió al ver mi aspecto.
-Por lo visto sí, este hombre afirma ser tu prometido.- Dijo señalando al señor Lluch.
-Yo no soy la prometida de nadie, no pienso casarme.- Dije sin más. Quizás mis palabras sonoran demasiado duras, no quería ser grosera, pero no podían obligarme a aquello.
-Eso mismo le dije yo, pero al parecer el señor Fuller también afirma que ustedes están prometidos. -Insistió mi tío.
-No es así.- Pronuncié aquellas palabras con seriedad, pero pronto se vieron relegadas.
-Sí lo es.- Dijo el señor Lluch.- No puedo faltar a mi palabra y mucho menos después de lo que pasó la noche de tu último baile.
-¿Qué pasó?- Preguntó mi tío ahora enfadado.
-No pasó nada tío, fue un malentendido que no debería arruinar nuestras vidas.- Mi tío no pareció creerse mis palabras y supongo que mi sonrojo no ayudó a corroborarlas.
-Señor Sant le importaría que hablara a solas con su sobrina.- Preguntó el vizconde cortésmente.
-No hasta que me expliquen de qué malentendido hablan. -Exigió saber.
-Nos encontraron a solas en una habitación...- respondió el señor Lluch.- Y yo no tenía...
-Tío no paso absolutamente nada, de casualidad nos encontramos allí.- Dije excusándome.
-Aroha, cuando tú padre venga el dirá, pero si fueras mi hija no tendrías opción, jamás dejaría que alguien dañara tu reputación de esta manera.
Tras un largo discurso sobre el honor y la responsabilidad mi tío nos permitió hablar a solas.
-Antes de comenzar debería usted cubrirse.- Dijo mirándome de arriba abajo.
-Disculpe señor, pero aquí el intruso es usted y no pienso obedecer sus ordenes en mi propia casa.- Tenía ganas de llorar, no sólo mi tío se mostraba a favor de aquella locura, sino que encima ese malhumorado hombre se ponía a darme ordenes en mi hogar. No obstante, me acerqué al sillón y me cubrí con la manta. -No pienso casarme con usted.
-Me parece que no comprende que no hay elección, necesito que se case conmigo. Ya no sólo hablamos de una cuestión de honor, sino también de una cuestión de estado, hay vidas en juego.
-No lo comprendo.- Dije sorprendida ante su afirmación. -Creo que es usted un exagerado y no va a hacerme cambiar de parecer con esos argumentos.
-Yo ... mire seguro que hay algo que puedo hacer para que acepte casarse conmigo. -Dijo en un tono muy afable. -Ante mi mutismo añadió en tono más cortante. -No necesito que sea mi mujer de verdad, sólo estaremos casados por un tiempo y cuando encuentre lo que necesito usted podrá ser libre de nuevo sin repercusión alguna.
-Eso sí que destrozaría el apellido de mi familia. Usted no sólo me pide que me casa en contra de mi voluntad, sino que me asegura que transcurrido un tiempo me repudiaría... ¡Está usted loco!
-Mire si lo prefiere podrá ser vizcondesa toda la vida, yo no necesito ni quiero una esposa, pero parece que ahora debo contar con usted para lograr mi cometido. -Pronunció aquellas palabras más que enfadado.
-¡Será mejor que se vaya usted de mi casa antes de que pueda volver a insultarme! – Dije subiendo el tono de mi voz y señalando la puerta.
-Su padre no estará de acuerdo con esto.- Dijo seguro de sus palabras.
-Créeme que mi padre aceptará lo que yo decida.
Pensé que había ganado aquella batalla, aunque la verdad, había creído lo mismo la noche del baile...
La señora Terry se acercó a mí una vez el señor Lluch se hubo marchado.
-¿Cariño sucede algo? He escuchado gritos desde la cocina... no es nada propio de ti alzar la voz. – La señora Terry lucía muy preocupada. Era cierto que mi carácter era más bien tranquilo, odiaba la violencia y siempre intentaba resolver los conflictos de forma pacífica, pero aquella situación parecía salirse de mi control por segunda vez y no sabía si había ganado la guerra o sólo una pequeña batalla. A pesar de todo respiré hondo y dibujé mi mejor sonrisa.
-Está todo bien...- Le respondí estrechándole la mano con delicadeza. -Sólo... estábamos arreglando un pequeño malentendido, pero ya está todo resuelto y yo debo irme a la consulta.- Necesitaba refugiarme en aquello que se me daba realmente bien y que podía controlar. Lo mejor hubiera sido esperar a que mis padres volvieran y hablar con ello para aclararles todo, pero estar parada por dos horas era tarea imposible para mí.
No había terminado de ingresar en la consulta cuando la profunda voz del señor Hall llegó a mi oído.