La Necesidad Del EngaÑo

XIV

Lo siguiente que recuerdo es despertar en una sencilla habitación, seguía llevando mi mostoso vestido y sentía el cuerpo entumecido, pero me encontraba algo mejor. Me incorporé en la cama y bostecé sin ningún refinamiento.

-Estoy segura que después de tomar el baño se sentirá mucho mejor. -Yo pegué un bote del susto. -Disculpa querida, soy la señora Bernard, no era mi intención asustarla, pero mi sobrino pensó que se sentiría usted mejor si no despertaba sola.

-¿Su sobrino? ¿Dónde estoy? -La anciana sonrió y yo me percate de mis malos modales. -Perdone mi falta de modales, ha sido un viaje un tanto peculiar. -Respondí esbozado una sonrisa en mi rostro.

-No te disculpes niña. Estás en París, bueno más bien a las afueras de esta. El baño está preparado… Comprendo tu desconcierto, debes ser una chica estupenda para que James te escogiera y muy fuerte para aguantarlo…Con él nunca se sabe lo que puede acontecer. – Añadió risueña.

-¿James es …. Su sobrino? ... -Estaba muy confundida ¿De quién me estaba hablando esa mujer?

-Sí. Y ahora que usted se ha casado con él, tengo el honor de tener una sobrina. Necesita usted que alguien venga a ayudarla. -Yo negué con la cabeza. -Bien, en el armario encontrará todo lo que necesita. -Se dirigió a la puerta y antes de cerrarla añadió. – Es un honor que formes parte de la familia.

Yo parpadeé un par de veces, algo confundida. En el casi par de semanas que llevaba casada con el señor Lluch había aprendido a aceptar las cosas sin más. Por ello, decidí no darle vueltas a nada, ahora tocaba disfrutar de un buen y merecido baño.

La señora Bernard tenía razón al afirmar que en el armario encontraría todo lo que necesitaba. Abrí un lado del mismo y encontré toallas, jabones, aceites y perfumes. Sin pensármelo dos veces me deshice de todo lo que llevaba encima y me lavé muy afondo. Al salir de la bañera me sentía mucho más ligera y mucho más feliz. Abrí la otra portezuela del armario y encontré un par de sencillos vestidos. Me puse uno y sin siquiera retirarme la toalla de la cabeza salí de la habitación en busca de mi marido. Quizá ya iba siendo el momento de pedir explicaciones.

 

La casa no era muy grande, más bien lo contrario. Al parecer me encontraba en la segunda planta, recorrí un estrecho pasillo y me encaminé al piso inferior. Fue sencillo encontrar a mi marido, puesto que estaba manteniendo una conversación un tanto acalorada con su tía.

 

-Siento interrumpir. – Dije llamando a la puerta. Los dos parecieron recordar de golpe que yo existía.

-Señora Lluch, es usted una preciosidad… y eso que no está arreglada. -Aquello me hizo enrojecer. -Me he tomado la libertad de encargarle un par de vestidos, la mujer de un vizconde no puede ir así vestida… y mucho menos andar por ahí en el estado en el que llegasteis. -Le recriminó al señor Lluch.

-Puede usted llamarme Aroha y no debe preocuparse por mi atuendo, la verdad, soy feliz con el vestido que llevo. No debe tomarse tantas molestias.

-Querida, por mucho que me agrade la simplicidad, para encajar en este mundo vas a tener que hacer un gran esfuerzo. En fin, volveré mañana con todo lo que necesitáis. – Besó a su sobrino y se marchó.

 

-Bueno… -intenté comenzar mi discurso.

-Creo que mi tía ya le ha informado de la situación. Mañana nos acomodaremos en mi casa, pero no podíamos aparecer allí con las pintas con las que llegamos. De ahora en adelante deberemos comportarnos como corresponde a nuestro título, es de vital importancia lograr causar una buena impresión…. -Este hombre ya había comenzado a dar órdenes sin siquiera dejarme abrir la coba.

-Estupendo James…- Me gustó ver su reacción al escuchar su nombre. Mientras me bañaba caí en la cuenta de que hasta que su tía me lo había dicho, yo no sabía cuál era el nombre de mi marido -Por lo visto usted piensa que he nacido para acatar ordenes y nada más. - Dije con algo de ironía.

-Creo señorita Sant que no es el momento de discutir.

-Claro que no lo es, para usted nunca lo es. Simplemente se hace lo que dice y no se rechista. No sé si recuerda que no hace más de dos semanas que nos casamos. Bueno, más bien que usted me obligó a casarme. Después, sin siquiera consultarme nada, salimos del país. No quiero echarle esto en cara, porque sé que no es su culpa, pero tuvimos que saltar de un tren en marcha porque querían matarnos y el por qué es un misterio para mí; viajamos en coches sin siquiera descansar una sola noche, nos acinamos en un barco y ahora, despierto en París y lo único que tiene que decirme es que me comporte…. ¡Oh no, no señor! Usted señor Lluch me debe una muy buena explicación.

-No le debo ninguna explicación a nadie. -Dijo sentándose en uno de los sillones.

-A bien, si usted no le debe explicaciones a nadie entonces no comprendo porque iba yo a deberle obediencia a usted.

-Si no quiere obedecerme ahí está la puerta. -Su tono de voz no cambió, parecía como si le diera absolutamente igual. -Pero creo que no tiene a dónde ir.

-Está usted muy equivocado, seguro el señor Fuller está encantado de acogerme… si no recuerdo mal me invitó a su casa. -Mis palabras parecieron hacer saltar la alerta en mi marido.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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