La Necesidad Del EngaÑo

XXI

No había terminado de entrar por la puerta bajo la anonadada mirada del mayordomo, cuando los gritos de mi esposo me recordaron que este ya había vuelto a casa.

-¡Aroha! ¡Cómo te atreves a irte sin…! - Sus gritos pararon en seco y corrió a mi encuentro y comenzó a inspeccionarme de arriba abajo. -¿Te encuentras bien? ¿Estás herida? ¿Qué ha ocurrido?

-Yo estoy bien… porque iba a …- En ese momento me miré las manos ensangrentadas.- ¿cómo he podido olvidar limpiarme? Perdón estaba tan absorta con todo lo que había ocurrido que no … -No pude seguir hablando porque el señor Lluch me sorprendió rodeándome con sus brazos… ¿Me estaba abrazando? Estaba muy confundida, pero pronto comprendí que había muchos ojos observándonos y que con la vuelta de mi esposo el teatro volvía a abrir sus puertas. -Bienvenido a casa. -Dije sin saber que más decir. Quizás un ‘te he echado de menos’ o un ‘Me alegro mucho de que estés de vuelta’ sería lo correcto, pero no pensaba mentir.  

-Preparen un baño para mi esposa y vuelvan a sus tareas. – Dicho esto me tomó de la mano y me arrastró a nuestra habitación.

-¿Dónde demonios estabas? He despertado y nadie del servicio parecía saber decirme dóndete habías metido. Me han dicho que tus actividades estos días han sido de lo más extrañas yo… porque no me escribiste para informarme… si queremos que esto cuele como un buen matrimonio no puede saber más la servidumbre sobre tú que yo.

-Ya decía yo que parecía demasiado preocupado… -Dije irónica.

-No es momento de bromas Aroha, esto es serio. Daniel y Josh no aparecen.

-¿Qué? ¿Cómo que no aparecen? Esta mañana me han acompañado al orfanato, pero después ha habido un accidente y he tenido que salir corriendo a ayudar a un hombre al que habían disparado y cuando me he querido dar cuenta…

-¿Qué? -Se notaba que el señor Lluch estaba haciendo un gran esfuerzo por controlarse. -¿Podrías comenzar por el principio? -No esperé que su reacción fuera esa. Y quizás por eso me sentí cómoda y comencé a relatarle los hechos. Cuando terminé de relatar los acontecimientos que habían tenido lugar las últimas tres semanas, mi marido parecía muy pensativo.

-Voy a seguir yendo. -Sentencié.

-¿Crees que te voy a decir que no puedes ir?-Parecía dolido por mi reacción.

-No lo sé, la verdad es que… bueno, no te conozco. Llevamos dos meses casados, y tres de esas semanas las hemos pasado separados. -Mis palabras no sonaron a reproche, simplemente eran hechos. – Yo estoy feliz con la vida que he empezado aquí… el orfanato… tienes que venir un día…

Nos quedamos unos interminables minutos en silencio, la verdad la discusión no había ido tan mal, simplemente habíamos expuesto los hechos sin más… quizás por esa razón tampoco habíamos intentado encontrar una solución juntos.

-Se que no necesitas mi aprobación para todo lo del orfanato, pero la tienes. -Yo sonreí la mar de feliz. Contar con su consentimiento facilitaba mucho las cosas. -No obstante, debemos concretar algunas cosas… eres vizcondesa y como tal está bien visto que hagas obras de caridad, pero no puedes aparecer por la puerta principal de la casa, en la que debemos aparentar ser unos vizcondes ejemplares, cubierta de sangre, sin tu escolta y sin que yo sepa dónde demonios has pasado todo el día.

-Y supongo que yo también deberé estar informada de tus actividades. -Realmente me importaban poco, pero consideraba que si yo iba a decirle donde estaba en todo momento, él debería hacer lo mismo.

-Es lo justo. -Dijo sin más.

-Bien.- Respondí la mar de satisfecha.

-Ahora me iré para que te asees, supongo que tu baño ya estará preparado. Por cierto. -Dijo antes de abandonar la estancia. -Esta noche debemos volver a aparecer en público.

Me dio rabia que no me preguntara si yo deseaba hacerlo, pero al fin y al cabo ese era el acuerdo, y llevaba casi un mes sin tener que cumplir, por lo que no podía quejarme.

Después de darme un buen baño y frotar todo mi cuerpo, me sentí bastante mejor. Pero el ánimo desapareció cuando al ir a la biblioteca a leer un rato me encontré con mi marido gritando a Daniel y a Josh.

-¡Me da igual que tuvierais que descubrir vuestra tapadera! ¡O que tuvieras que informar al mismísimo Dios! ¡Habéis dejado a mi mujer a merced de esos mafiosos! – El enfado era tan patente en la voz de James que temí por Johs y Daniel.

-Señor eran unos simples mandados, pero al que habían disparado era el…

-¡Josh cómo vuelvas a justificar tus actos no respondo! -La voz de mi marido era bastante aterradora, por eso creí conveniente salir en defesa de esos buenos hombres.

-Creo que no es necesario que sigas riñéndoles como si fueran dos críos. Si no he comprendido mal, su función es protegerme y estar a mi servicio. Y la verdad, no podría quejarme de nada. Ellos me han ayudado tanto… Cariño -Dije abrazándome a la cintura del señor Lluch, lo cual le tomó por sorpresa. -Creo que ahora que estás aquí podrías darles unos bien merecidos días de descanso.

-Bien, mañana tenéis el día libre…- dicho esto los hombres se marcharon.

-Crees que me voy a creer que no los reprenderás de nuevo cuando yo no esté. -Dije divertida por la cara que puso.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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