La Necesidad Del EngaÑo

XXII

Nos encontrábamos en el interior del carruaje de camino a esa velada tan importante a la que el señor Lluch no había podido decir que no. Yo no tenía ningunas ganas de asistir, estaba cansada, el día había sido demasiado largo. El lado bueno de no poder ir al orfanato al día siguiente era que podría dormir un poco. Quizás me vendría bien.

El coche se paró ante una enorme mansión. Para mi sorpresa, no había más coches en los alrededores, ni el sonido de la multitud y la música se escuchaban desde la entrada. ¿Qué clase de fiesta sería aquella? El mayordomo nos recibió y condujo al interior de la casa. Estaba a punto de preguntarle a mi marido dónde estábamos cuando una voz muy familiar me hizo sonreír.

-Señores Lluch… es todo un honor que aceptaran la invitación a venir a cenar. -Dijo cortésmente el señor Fuller. Yo olvidándome de todas las normas de etiqueta y protocolo corrí hacia él y lo abracé.

-Siento la efusividad de mi esposa señor Fuller, pero ella no sabía que la cena era con usted.

-Oh esto es maravilloso, siento que ahora tengo a alguien de mi familia cerca. -La verdad, no era tan cercana al señor Fuller, pero le tenía un gran aprecio y en un país en el que no conocía de verdad a nadie, toda cara conocida era más que bien recibida. - ¿Cuándo ha llevado? ¿Ha podido instalarse bien?

-Llevo en París un par de días, pero tenía ganas de verla. ¿Qué tal su experiencia? ¿Ha ido ya a la ópera? -Preguntó tomando mi brazo y conduciéndonos hacía un saloncito de lo más acogedor.

-Es una ciudad preciosa, igual que su casa…- añadí contemplando lo hermoso que era todo.

-No puedo llevarme el mérito, mi mujer lo decoró…

-Su mujer tenía un gusto impecable. -Dije con una sonrisa sincera.

-¿Entonces ha ido a la ópera? -Preguntó volviendo a retomar el hilo de la conversación.

-La verdad es que no hemos tenido mucho tiempo… pero me encantaría ir dicen que es una experiencia embriagadora.

-¿Cómo puede no haber tenido tiempo de llevar a su esposa a la ópera señor Lluch? -Parecía que las pequeñas riñas del señor Fuller continuaban poniendo algo nervioso a mi marido.

-Oh, no es culpa de mi esposo… verá. Yo me he dedicado en cuerpo y alma a ayudar en un orfanato… el pobre James ha tenido que aguantar todos mis caprichos…- dije risueña.

-No es un capricho el ayudar a los demás, cariño. -Dijo el señor Lluch con una voz de lo más dulce que me pilló por sorpresa.

La noche transcurrió de la forma más amena posible, el señor Lluch no participaba mucho de la conversación y cuando hablaba lo único que hacía era complacer las opiniones y deseos del señor Fuller. Aun así, era mejor ese extraño comportamiento que la indiferencia que solía presentar para conmigo.

-Les haré llegar una invitación para que me acompañen a mi palco en la ópera. -Reiteró al despedirse de nosotros.

-La estaré esperando ansiosa. Esta noche ha sido fantástica… gracias por la invitación. -Respondí agradecida de corazón. -Necesitaba esto…- Le dije al señor Lluch una vez nos encontramos de regreso a casa. Él se acomodó en el sillón y extrañamente respondió a mi comentario.

-Lo sé… y además ha sido de lo más beneficioso para la causa.

-Un placer servir de ayuda… aunque he de decir que como no sé cuál es la causa, tampoco sé cuándo hablo de más o de menos…

-Lo está haciendo bien. -Dijo volviendo su rostro para mirarme.

-No me reconforta servir a un fin que desconozco.

-Pues su actuación suele ser perfecta. -Aquella noche el señor Lluch estaba más hablador que de costumbre… y eso me hacía sospechar que algo no iba bien.

-Ya sabe que yo no soy buena engañando a la gente, pero creo que usted puede continuar haciéndolo por los dos. Nadie podría dudar del amor y devoción que parece profesarle al buen señor Fulles. Aunque si pregunta mi opinión, y sé que no lo hace. -Añadí al ver la reacción de su rostro ante mi comentario. -Usted exagera demasiado cuando está con el señor Fuller, quizás por eso él no termine de fiarse de usted.

-¿Qué quiere decir? -Preguntó intrigado.

-Mmm… - dije dándole vueltas a la oportunidad que se me planteaba. -Bueno, quizás deba descubrirlo usted solo la próxima vez que el señor Fuller se contradiga a sí mismo para saber su verdadera opinión y usted le apoye en ambas ocasiones. O usted esta cegado por el amor o …

-No diga estupideces. -Su respuesta fue demasiado brusca.

-No se enfade conmigo, no soy yo la que no sabe relacionarse de forma adecuada con la gente.- Desde un comienzo había sentido curiosidad por el comportamiento de mi marido hacia el señor Fuller, pero consideraba que quizás mi sarcasmo había sido demasiado para el volátil carácter de mi esposo.- Era una broma. Con usted no hay forma… o finge que me ama o que no existo. Ni siquiera podría hacer el esfuerzo de que nos lleváramos bien. Parece que invierte todas sus energías en agradar al señor Fuller…

-¿Esta usted celosa? – Y lo había vuelto a hacer. Lograba girar las conversaciones para sacarse a él del centro y situarme a mí en él. De esta forma conseguía evadir responder a las preguntas y me hacía sentir incomoda.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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