La Necesidad Del EngaÑo

XXIV

Noté como James se desperezaba a mi lado, pero decidí no moverme. Sentí su brazo rodear mi cintura y sus labios se posaron en los mío.

-Espero que tengas un buen día. -Dijo más para él que para mí, puesto que mi esposo me creía dormida.

Cuando escuché la puerta cerrándose abrí los ojos de golpe y llevé los dedos a mis labios. ¿Por qué habría hecho eso? Quizás había interpretado mal a mi marido. Su comportamiento me confundía, pero por alguna razón sentía que él quería cuidarme y que yo sí que le agradaba. Su forma de ser era complicada, pero… quizá tenía una oportunidad para que mi matrimonio fuera bien. Después de haber descubierto hace unos días, que él había preparado sus habitaciones para un matrimonio con otra mujer no tenía muchas esperanzas en que nuestro matrimonio pudiera llegar a ser … de verdad, pero los últimos actos de mi marido me hacían pensar que quizás si podríamos llevarnos bien e incluso llegar a apreciarnos de verdad.

Me levanté decidida a cambiar algo. No tenía claro qué, pero sabía que tal y como me recordaba siempre el doctor Hall, la paciencia es un arma para quien sabe usarla bien. Y yo iba a ser paciente. Quizás estaba siendo exagerada o estaba sacando las cosas de contexto, pero no podía perder nada.

 

Al bajar a desayunar me informaron de que mi esposo no volvería hasta la noche y yo no dude en pasar mi día en el orfanato. Tomé la sorpresa que había prometido llevar a los niños y esperé a Daniel en la entrada.

-Buenos días Daniel. -Lo saludé cuando llegó a la puerta y nos pusimos en camino.

-La veo contenta. -Dijo buscando la trampa.

-¡Qué desconfiado eres! No entiendo que dobles intenciones podría tener al decirle buenos días. -Él me devolvió una sonrisa de medio lado. -Ya sé qué le ocurre… Quiere que le repita que le considero un buen amigo. -Él comenzó a reír. -Vaya… pensé que mis palabras tendrían otro efecto en ti.

-¿Quería acaso fastidiarme? -Yo sonreí. -No se preocupe… Se lo que dijo ayer era para poner celoso a su esposo. -Yo lo miré sorprendida. -No tiene que decir nada, sé que James puede ser… bueno, puede ser James. - La familiaridad que parecía tener con mi esposo me sorprendió. La tarde anterior lo había llamado por su nombre, y ahora parecía conocerlo muy bien.

-No lo dije con ninguna intención más que aclarar una realidad. No deseo que piense que mentí. Lo considero un amigo… quizás tenga su lealtad con mi esposo, pero ¿no somos uno al fin y al cabo? Si le eres leal a él, siento que también lo eres a mí.

-Eres estupenda Aroha, espero que James haga el esfuerzo de merecerte.

-¿Hace cuánto conoces a James? -Quizás Daniel sí que me proporcionaría algo de información sobre mi esposo.

-Desde… -Pareció meditar demasiado su respuesta. -No sé quizás 15 años… No sabría decirte con exactitud. -Al igual que mi esposo. Daniel sabía hacerme entender cuando no iba a rebelar más información, por eso decidí cambiar de tema.

-¿Sabes? -él me miró curioso. -No sabía que supieras decir tantas palabras… desde que nos conocemos suele ser Josh el que habla y tú el que escuchas. -Él pareció más que divertido con mi discurso. - Por cierto, ¿Dónde está Josh?

-Él ha tenido que atender otros asuntos estos últimos días, pero no crea que pasaré por alto su insulto doctora. - Entre risas Daniel y yo llegamos al orfanato.

Cuando comuniqué a los niños que tenía una sorpresa para ellos y vieron los dulces, casi se vuelven locos. Tuve que prometerles que tenía para todos para evitar que se mataran entre ellos. Dedicamos la mañana a jugar con los niños en el patio. Mientras me despedía de ellos para volver a casa me percaté de algo a lo que no le había dado importancia hasta el momento. En el orfanato no había niñas, aquello era extraño.

 

……….

A la mañana siguiente me desperté dispuesta a ir al orfanato, ese era el último día que tendría libre en mucho tiempo. Mi marido se había encargado de que nuestra agenda no tuviera ni un minúsculo hueco en blanco.

Por muchas fiestas y eventos a los que habíamos estado asistiendo, yo no lograba acostumbrarme a ellos. Antes de entrar a un salón siempre tenía que tomar aire y obligarme a dibujar en mi rostro una sonrisa. Por muy amable que quisiera ser con la gente, los eventos tan concurridos me aterraban. Ahora echaba de menos el tiempo vivido junto a la señora Trick y aquellas que había considerado grandes veladas. En París las fiestas y los invitados nunca parecían terminar. Era agotador.

-Creo que tendrá que cambiar sus planes para el día de hoy querida. -Dijo muy correctamente el señor Lluch mientras yo bajaba por las escaleras.

-Nada me impedirá disfrutar de este último día de descanso. No me va a obligar ¿verdad? -La seguridad en sus palabras me hicieron dudar de que yo pudiera elegir qué hacer.

-No osearía privarte de tu descanso… aun cuando este consista en trabajar como esclava en un lugar mugriento. -James parecía más animado de lo habitual.

-Ha despertado usted con muy buen humor… así que no interferiré. Que tenga un buen día. -No sabía el motivo por el que en ocasiones no me veía capaz de tutearlo y en otras me era imposible no hacerlo.

Me dirigí con determinación a la entrada, pero antes de llegar a ella un estruendoso trueno me hizo detenerme y escuchar con atención. ¿Cómo podía no haberme percatado de que llovía tanto?



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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