La Necesidad Del EngaÑo

XXX

Al día siguiente desperté bien entrada la mañana. El cuerpo de mi esposo se pegaba al mío, el cual sentía algo dolorido. No pude evitar sonrojarme al pensar que estábamos desnudos y una risita nerviosa se escapó de mi garganta.

-Nos hemos despertado de buen humor eee…- James no había abierto todavía los ojos, pero en su rostro se dibujaba una sonrisa de felicidad.

-Sí, pero no estoy muy segura del por qué…- La velocidad con la que él abrió los ojos me hizo reír.

-Quizás … señora Fuller… deba volver a hacerle el amor para recordárselo. – Sus palabras me hicieron desviar la mirada. – ¡Ei! -Dijo James alzando mi barbilla para que lo mirara. – No hay nada de lo que debas avergonzarte. Se que esto es nuevo, pero eres estupenda y ahora que se lo buena que eres como amante no pienso dejarte salir de esta cama nunca.

-¡James! – Exclamé todavía más avergonzada.

-Eso es exactamente lo que quiero escuchar salir de tu boca…- Su voz rasposa me hizo olvidarme de todo lo demás. Estábamos a punto de besarnos cuando alguien llamó a la puerta. - ¿Qué pasa? -Preguntó James malhumorado por la interrupción.

– Milord, el señor Gordon lo espera abajo desde hace un rato.

-Creo que tendremos que seguir en otro momento. -Dije igual de fastidiada que él.

-Yo creo que el señor Gordon puede esperar media hora más. –Respondió apoderándose de mi boca.

 

Cuando James abandonó la habitación para reunirse con Gordon no pude evitar abrazar su almohada y embriagarme de su aroma. Me avergonzaban mis propios pensamientos, pero… ¿Cómo podía James haber soportado que compartiéramos cama sabiendo lo que podíamos estar haciendo? Los libros de medicina deberían incluir algo más para explicar lo magnífico que era realizar aquel acto… Moví mi cabeza intentando quitar de mi mente esos pensamientos. Si seguía así me convertiría en una fresca… aunque pensándolo bien… quizás entre esas cuatro paredes no me importaría ser un poco indecente.

……

 

Al cerrar el orfanato, mis días habían vuelto a ser un tanto aburridos. James me había regalado algunos libros de medicina y yo me encontraba devorándolos en la biblioteca cuando el mayordomo me anunció que tenía una visita.

-¿De quién se trata? – Pregunté imaginando que sería la tía Agnes.

-La mujer no ha querido dar su tarjeta señora… únicamente me dijo que usted la había invitado.

Yo salí de la biblioteca intrigada y al llegar al saloncito en el que me esperaba mi visita y descubrir su identidad y me giré para que la doncella que me acompañaba se retirara.

-Anna es un placer verte. – Dije una vez cerrada la puerta.

-Siento el misterio, pero no quiero que oficialmente relacionen tú nombre con la reputación que yo me he ganado en esta ciudad.- Dicho esto se sentó.

-No tienes que preocuparte por eso… la verdad a mí no me importa en lo más mínimo. ¿Quieres que pida el té o algo para comer?

-No gracias. -Respondió con un tono algo diferente en su voz.

-¿Ocurre algo? Pareces preocupada.

-No, bueno… no quiero cargarte con mis problemas, pero eres la primera mujer que conoce mi situación real…

-Y además somos familia. – Dije animándola. -Para mí es un placer que confíes en mí.

-Es simplemente que… no se hoy es uno de esos días malos… Es mi aniversario de bodas ¿saber?

-¡Enhorabuena! -La felicité emocionada.

-Hoy hace dos años que Marco y yo nos casamos…

-Debe ser muy duro no estar junto a él. -Dije comprendiendo su pesar.

-Es irónico… fingimos ser amantes durante casi un año y justo cuando nos casamos nos dieron la orden de separarnos y venir a París.

-¿Tu familia sabe a qué te dedicas? – Pregunté curiosa. Anna se hacía pasar por prostituta, de alto nivel sí, pero no dejaba de ser una prostituta. Si su familia sabía que era espía comprenderían que los rumores eran falsos, pero si no lo sabía… Anna debería pasarlo francamente mal.

-Mi padre es uno de los altos cargos del servicio secreto, mi madre murió de fiebres cuando yo tenía 10 años y mi padre decidió que, en contra de todo lo que dijeran todos, sería él quien me criaría… así que… pasé los siguientes 9 años de mi vida entre militares y agentes secretos. Al cumplir los 19 mi padre me dio a elegir, podía irme a vivir con una tía lejana, la cual me presentaría en sociedad, me encontraría un marido etc. o … podía hacer algo grande. Y decidí la segunda opción.

-Te llevaste el pack completo. Eres espía y encontraste al marido igual – Dije risueña.

-Sí, lo encontré… Cuando nos casamos Marco y yo decidimos que pasado un tiempo lo dejaríamos, pero siempre hay otra misión, vidas en juego… es complicado.

-Entiendo… No lo había pensado, pero supongo que tendré que acostumbrarme a que la vida de James esté en constante riesgo…

-Si se lo pidieras él lo dejaría. – Dijo Anna con seguridad.

-Jamás podría obligarle a que lo dejara… yo dejaría la medicina si él me lo pidiera, pero sé que terminaría odiándolo por ello. Una cosa es que libremente decida hacerlo y otra muy distinta que yo se lo diga.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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