La Necesidad Del EngaÑo

EPÍLOGO

El tiempo había pasado. Por lo visto Gordon no solo sabía muy bien el lugar en el que debía clavar un arma para herir de gravedad, sino que también sabía cómo extraerla para generar más daños. Por todo ello, mi recuperación fue muy lenta. Cuando comencé a poder abandonar la habitación James decidió que era hora de volver a casa. Por desgracia Gordon había logrado escapar, pero mi marido estaba convencido de que no conseguiría ir muy lejos, su cara empapelaba la ciudad y todas las salidas de Francia estaban siendo vigiladas. Yo intenté convencerlo de quedarnos hasta que resolvieran el caso. No podía permitir que tirara por la borda tres años de trabajo y lo que es peor, no podía tener la conciencia tranquila mientras un asesino anduviera suelto.

-James, se que ya tenemos las maletas cargadas, pero pienso seguir insistiendo en que lo correcto es que nos quedemos. No podemos dejar que Gordon siga suelto.

-Aroha….- Cualquiera en mi lugar habría entendido que estaba tentando a su suerte al insistir, pero yo no pensaba quedarme en silencio.

-No James, por mi culpa no estás siguiendo a un asesino y eso es algo que no puedo consentir.

-Lo que yo no puedo consentir querida, es poner tu vida en riesgo de nuevo. Y si para ello debo retirarme de mi trabajo o dejar a un millón de asesinos en el mundo lo haré. -Yo lo miré ceñuda. Sabía que aquello era una gran muestra de su amor por mí, pero no podía estar conforme con sus palabras.

-Jamás permitiría que ni un asesino estuviera libre si en mi mano está el detenerlo. -Respondí seria. -Quizá deba hablar con tu superior… creo que el matrimonio no te ha sentado bien señor Lluch, quizás yo debería tomar su lugar como espía.

-No me hace gracia Aroha. Entiendo tú punto, yo tampoco quiero dejar a Gordon libre, pero hay muchos agentes tras él y yo solo quiero que estés a salvo. ¿Tan difícil es de entender?

-No, no lo es… entiendo tus razones, sé que yo haría lo mismo si estuviera en tu lugar, pero… me siento culpable por no haber hecho más.

-¿Estás de broma? Recibiste una puñalada que casi te cuesta la vida y quizás te impida tener hijos ¡Qué más querías hacer mujer! -Dicho esto entró en el carruaje, yo lo seguí.

-No te enfades, no fue mi culpa que un loco me hiriera. -Me defendí sentándome junto a él.

-Claro que no lo fue… fue mía. -Esa era la razón por la que James había estado tan tirante, frío y enfadado esas últimas semanas.

-James…- Él no me miró.- Jamés… -Viendo que no lograría su atención de ese modo, me senté sobre su regazo y comencé a llenar de besos su rostro. -Cariño… no fue culpa tuya, si no hubieras llegado seguramente estaría muerta ¡Tú me salvaste!

-No, yo te puse en peligro. -La culpa lo estaba matando.

-Como vuelvas a decir que fue tu culpa que un loco me apuñalara te mando a dormir a otro cuarto. -Dije cansada de intentar convencerle de lo contrario. – Te quiero James, pero tus remordimientos son absurdos y van a terminar destrozando nuestro matrimonio.

A pesar de todo, a James le costó lo suyo perdonarse a si mismo por algo que realmente no había sido su culpa.

 

Aunque mi esposo no ayudó a capturar a Gordon, Anna y Marco sí que lo hicieron. Por lo que en pocos meses el señor Gordon estaba entre rejas. El tiempo fue pasando y James acepto ayudar en algunas misiones. No fingiré que yo lo llevaba bien, porque no era así. Cada vez que él se alejaba de mi lado necesitaba ocupar mis días en mil quehaceres para lograr estar tan cansada por las noches que no dormir me fuera imposible. Por suerte, entre volver a ayudar en la consulta y mi nuevo puesto como vizcondesa, las horas del día se llenaban con facilidad. A pesar de todo, yo sabía que el trabajo de James era importante y que mi presencia en sus investigaciones no le ayudarían.

En aquel momento me encontraba en la biblioteca, estaba tumbada en el sofá nada elegantemente y exhausta. El día había sido productivo y animado. Cami y yo habíamos ido a visitar a Zuzanny al internado y habíamos pasado el día las tres juntas. No pude evitar llevar una de mis manos a mi abultado vientre y sonreír. En unos meses James y yo seríamos padres. Todavía recordaba el momento en el que el doctor Hall me había confirmado mis sospechas… después de tanto tiempo nosotros ya habíamos dado por sentando que no podríamos tener hijos, pero habíamos sido bendecidos. James prometió que no se separaría de mí ni a sol ni a sobra, pero hacía poco más de un mes había llegado una misiva del rey. James despotricó y se enfadó con todo aquel que se cruzara por su camino. Mi esposo no quería dejarme sola, pero yo sabía que no podía eludir su responsabilidad. El rey le había exigido que cumpliera con su deber. Por lo que no tenía elección.

-No podría desear nada más. -Abrí los ojos y me encontré con la mirada de mi esposo recorriendo mi cuerpo.

-¡James! -Exclamé lanzándome sobre él.

-¡Cuidado con el bebé! -Me regaño al tiempo que me estrechaba contra su cuerpo.

-¡No sabía que regresarías tan pronto!

-¿Tan pronto? Lo que yo no sabía es que tu me echaras tan poco de menos… llevo más de un mes fuera…- Dijo fingiendo enojo.

-¿Enserio? Pensé que ayer mismo habías abandonado nuestro hogar… Me habré distraído.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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