La necrópolis de los brujos(terror, thriller, aventura)

Capítulo 3

La ciudad de los muertos:

Los espejos habían sido terminantemente prohibidos por los maestros, argumentaban que estos fomentaban la vanidad y la perdición en las personas, pues creían que ninguno de nosotros había visto jamás su propio reflejo, nos incitaban a estudiar nuestras sombras en su lugar, asegurando que en las formas proyectadas en el suelo o la pared, revelaban mucho más que el efímero e insustancial reflejo en un espejo, pero la la verdadera problemática residía en que no teníamos sombra.
En los encuentros con el reflejo, la memoria de ninguno de mis compañeros volvió, yo a diferencia de los demás, recordaba y mantenía vivas mis imágenes antiguas, aún con estas visiones tan claras en mi mente, jamás conté el secreto a nadie, solo Sora sabía lo que había ocurrido. ¿Sería prudente volver a hacerlo?.

—¿Por qué creen que los espejos son tan peligrosos? —pregunté con curiosidad, mientras tanto, Sora afilaba su Haidong Gumdo (espada coreana tradicional), reposaba la lustrada hoja sobre su pierna, deslizando una piedra con movimientos constantes desde la empuñadura asta la agresiva punta.

—Los espejos pueden ser utilizados como portales o para la clarividencia —respondió.

—Pero hay muchos objetos brillantes, como tu espada, a través de los cuales puedes ver tu reflejo.

—Si te acercas, notarás que no es así —dijo Sora acercando la hoja a mi rostro

—Todos estos objetos tienen un maleficio, por lo que es mejor no tocarlos, pero no tenemos otra opción —comentó mirando hacia el patio —
Además, no creo que sean tan estúpidos como para permitirnos usar un jarrón como un espejo Scrying.

—¿Y qué significan esos objetos?

—Aún no lo sabemos. Primero tendremos que investigar tus recuerdos.

—Sora... sobre mi cachorro... —le comente repentinamente con tono preocupado, aprovechando que hablaba sobre mis recuerdos.

—Sígueme, te llevaré a verlo —dijo, deteniendo el afilado de la hoja.

La seguí hasta una especie de cafetería por la parte trasera de la escuela, donde en algún momento, daba la sensación de que alguien había estado cocinando, ya que percibí un leve aroma a guiso recién hecho, se agachó para abrir un viejo estante que postraba en el suelo, debajo de una meseta azulejeada con empolvados retazos que recordaban a un vitral, allí permanecía el cánido, dormido cómodamente sobre una peluda manta, estaba tan feliz, no podía creer que lo hubiera recordado.

—Yo lo he estado cuidando todo este tiempo.

—Muchas gracias, supongo que ya todo esto estaba predestinado —dije acariciando la pequeña cabecita.

—Desde mi conocimiento, considero que no es apropiado para los fallecidos recordar nuestras vidas anteriores, pudiéramos tener problemas al reencarnar, la idea de una nueva vida significa borrar el pasado y comenzar desde cero, es algo que también podemos elegir hacer cuando estamos vivos —me observó con intensa mirada

—Aún no logro comprender cómo lo has conseguido— dijo con gran curiosidad.

—No lo sé, la verdad es que tampoco logro comprender nada de lo que ha estado ocurriendo —murmuré tomando al cachorro en mis brazos.

—Nadie puede saber que está aquí o se lo ofrecerán a la criatura para que lo devore en lugar de ellos, no tienes idea de lo que el terror más profundo puede hacer —yo asentí con la cabeza, en tanto el perrillo despertaba saludándome con entusiasmo.

—¿Crees que tendré problemas debido a mis recuerdos?

—Supongo que en realidad no estás muerta, o al menos no del todo, de lo contrario ya habrías desaparecido —me dijo ella con seriedad.

—¿Te refieres a que aún tengo una oportunidad?

—Aun no cantes victoria, no estamos seguros, son solo conjeturas mías, no hay una certeza, así que mantente alerta.

—¿Has recordado algo sobre tu pasado?

—No, todavía no.

—Creo que prefiero que no lo hagas —confesé sintiendo el temor de que mi amiga pudiese desaparecer, ella me miró como si buscara algo en mi ser

—Te daré un consejo —fijo sus ojos en los míos— si logras volver allí, recuerda que estas muerta porque eres mortal, aunque seas consciente de que volverás a nacer disfruta de tu vida actual ya que antes de ser algo fuiste nada... siempre piensa en ello, antes de que pudieras vivir simplemente no existías, agradécele a la vida viviéndola plenamente.

—¿Por qué lo dices? —le pregunté extrañada pero ella simplemente cambió el tema distrayéndome.

—No veremos hoy a esa infame cosa, podremos estar tranquilos esta noche, los profesores nos dieron permiso para irnos temprano a casa.

—¿A casa? —Miré a Sora con la esperanza de encontrar alguna pista en sus ojos, pero ella solo negó con la cabeza.

—Para nosotros, es como si tuviéramos nuestro propio hogar en un portal astral, formado por la conexión entre cementerios de distintas regiones del mundo.

Los chicos me contaban que llevaban meses intentando regresar a la Necrópolis de los brujos, pero la ánima no se los permitía. Llamaban hogar a una pequeña ciudad para los muertos situada a dos cementerios de distancia, el área resultó ser mucho más extensa de lo que imaginaba, la noche casi caía amenazante, después del mausoleo cercano a la escuela, nos topamos con uno especialmente peculiar, estaba decorado con filas de banderas triangulares agujereadas, en una secuencia de color rojo y blanco, enfrente a grandes monumentos de reyes, Sora sugirió que sus restos podrían estar entre esas sepulturas, nos topamos con pequeñas estatuillas robustas de rostros peculiares y risueños hundidas en el fango, bordeando el caminillo empedrado que conducía a una amplia escalera, alta como una colina, y en su sima tres arcos carmesí, cada uno con un nombre en particular, Paifang, Paeng y Torii, representando un punto de transición entre el mundo terrenal y el espiritual, otorgando buen presagio a aquellos que pasan por debajo, luego descendimos a lo que tenia la apariencia de ser una ciudad repleta de diminutas moradas.




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