La necrópolis de los brujos(terror, thriller, aventura)

Capítulo 4

Campanadas de la muerte:

Dejando el asiento vacío, movido por la urgencia de huir de aquel maldito lugar, la lucha por escapar se convirtió en una carrera desesperada por la supervivencia, librarse no sería fácil, sentía miedo y su espíritu pendía de un hilo. Intuyó una presencia que no transmita nada positivo, aun así debía encontrar lo que buscaba, desenterrar el secreto antes de que fuera demasiado tarde. Se aventuró en las inmediaciones del sepulcral cementerio, bajo el vespertino crepúsculo buscando un tesoro elusivo, cuya naturaleza fugaba incluso a su propio entendimiento. Anhelaba encontrar algo que le ofreciera protección, aunque ignoraba por completo qué forma tendría.

Escuchaba las burlas en el viento, enviadas con la voz a forma de mantra por el profesor del bastón, giraba la cabeza con brusquedad, solo para encontrarse con el vacío y la inquietante sensación de ser observado. El maestro intentaba persuadir su mente, casi olvidaba por completo qué lo había llevado hasta allí, luchaba por aferrarse a los fragmentos desgastados de su memoria, buscaba febrilmente desentrañar el enigma que lo había arrastrado a aquel reino de perdición. En su frustrarte e incansable búsqueda comenzó a sentir como se adentraba cada ves más en un escenario de ilusión que le fabricaba espejismos demoníacos, buscando desanimarlo sembrándole en el espíritu la semillas de la dudas, tentándolo a desertar de la iluminada causa y arrastrarlo a la tierra prohibida como discípulo del mal.

Vagaba entre los moribundos árboles, su mirada se detuvo en una rama solitaria que balanceaba de forma extraña, se frotó los ojos con nerviosismo, solo para descubrir que en la misma yacía una antigua campana dorada envuelta en hilos rojos, intrigado por el hallazgo se decidió a trepar árbol arriba para alcanzarla, en su escalada, varias criaturas borrosas y azuladas como la hipotermia más grotesca lo asediaban y perseguían con mucha euforia intentando que no alcanzara la campana, arañaban violentamente sus piernas y tobillos pero el fue más audaz, arrancó la rama sin tocar directamente aquel artefacto y por primera ves la agito logrando inesperadamente que toda aquella lacra enérgica se desprendiera de la corteza del tronco con un crujido atronador, cayendo en espiral hacia el suelo antes de desvanecerse en el aire, ante sus ojos atónitos, el árbol estalló en llamas, iluminando el entorno con su resplandor ardiente, se detuvo, observando con asombro cómo la luz danzaba sobre la superficie dorada y pulida de la reliquia que reposaba en sus manos, estaba convencido de que aquel objeto cargado de poder era la clave de su búsqueda y decidió llevarla consigo.

Por las noches, podía escuchar el sonido de la campana en la distancia, como si el vendaval la hiciera replicar, pero al observarla se mostraba igual, quieta y silente, durmiendo a su lado como un perro guardián que también es capaz de dañar a su propio amo. La campana, a la cual inicialmente consideraba un talismán de protección, reveló su verdadero carácter, un receptáculo de entidades, voces enloquecedoras que clamaban por su atención, percibía que lo invocaban, a pesar de escuchar su nombre en el susurro, no lograba comprender la conjuración que resonaba en el aire.
Mientras dormía, un ser extraño lo observaba, el sonido insistente de la campana engañosa cesó repentinamente, el joven abrió los ojos para darse cuenta de que estaba completamente inmóvil, un engendro de tono azulado nuevamente lo contemplaba, con sus múltiples cabezas en constante movimiento y sus brazos que aparentaban no tener huesos creando confusión en su cabeza, de repente, se vio rodeado por un cortejo de demonios, cuyas presencias helaron su espalda, sin embargo, no se dejó vencer y luchó con todas sus fuerzas para recobrar su conciencia, extendió su brazo hacia la campana que reposaba a su lado, la agitó logrando un estallido de energía primigenia que hizo que el demonio se fragmentara en múltiples entidades dispersándose entre quejidos por la puerta principal.

El joven errante se adentró en la necrópolis, ya con su alma al borde de la fractura, encontró al ser que lo acechaba en sus sueños, lo siguió hasta el Cenotafio penumbroso, ese en el que solía descansar, allí pudo liberar a una chica que era perturbada por el abominable organismo de ultratumba.




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