Alma corrompida:
No hemos tenido la oportunidad de regresar a la necrópolis, Intuyo que era precisamente lo que los maestros anticipaban. Veía a todos tomar notas en los cuadernos con la mirada perdida, nunca había estado consciente durante las clases, pero aquella vez fue diferente, el profesor mal encarado, posaba su mirada gélida e inexpresiva en mí, haciendo que mis sentidos se enturbiaran sometiéndome a un trance, vi un reflejo diabólico en el filo del arma de Sora, el rostro de un demonio acechando desde el objeto metálico, mis músculos se contrajeron involuntariamente a medida que intentaba ilustrarlo en el papel frente a mí, esa fue la última imagen que retuve, solo para despertar con mi cabeza reposando sobre la fría superficie de la mesa, cuando una voz atravesó la nebulosa de mi conciencia
-¿Qué te sucede? -preguntó Kufiyyah, señalando el extraño comportamiento de mis ojos vidriosos-mientras escuchaba sus palabras, una visión perturbadora se superponía en mi mente, estaba tendida en el suelo de un cementerio, los ojos tan dilatados que percibía la sequedad en ellos, un demonio alado ante mí, su mano ósea envolviendo mi cara con presión emanando un odio asfixiantes, en un instante de pavor absoluto, me vi al borde del abismo antes de regresar a la supuesta realidad con estremecimiento.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Sora con voz trémula.
-El demonio... -Logré articular entre tos entrecortada, sintiendo aún la presencia maligna que me había ultrajado el cuerpo y el espíritu-. Sora observó con inquietud por la ventana, donde el atardecer se desvanecía a una velocidad inexplicable, cediendo a una noche voraz, nos dimos cuenta demasiado tarde de que estábamos atrapados en una tejida tela de arañas, a merced de la criatura hambrienta.
Junto a Sora, ascendí apresuradamente hasta lo más alto de la ruinosa edificación en la que solíamos buscar refugio, nuestros pies encontraban tracción en lo que restaba del segundo piso, quedando solo un reducto, en la alta y precaria cumbre, un espacio que lamentablemente, sus límites se fundían con el aire libre, dejándonos expuestas, distinguíamos un ático diminuto en una esquina, tomamos aliento y subimos por las viejas escaleras tambaleantes, el sonido de pisadas apresuradas y jadeos se hizo inmediatamente presente detrás de nosotras, nuestros compañeros nos seguían en una veloz escapada, era tan angosto allí dentro que tuve que avanzar a gatas y sentarme con las rodillas dobladas al fondo para permitir que los demás se acomodaran, finalmente nos introdujimos en el reducido espacio y por un breve instante, la tranquilidad nos rozó, hasta que un sonido grave y tétrico emanó de las profundidades de la estructura vertical, una nube de polvo se alzó como fantasma, seguida por una lluvia de escombros que caía, ya que un pedazo de suelo había sucumbido, un grito cortó el aire, en un acto cruel de la gravedad y el deteriorado enjaulado de cabillas que contenía el hormigón, había cedido arrastrado consigo hacia el abismo el cuerpo grácil de la bailarina, en su caída vimos como aquel ser maligno reaparecía, succionando su alma, desencajando su mandíbula de la forma más grotesca, contorsionando su faz de tal modo que su rostro se derretía hacia atrás desfigurado, su boca se expandía más allá de mil límites con una tensión insoportable, los contornos de su cara se estiraban, arrastrándola hacia el oscuro abismo que se formaba en su centro, escuchábamos el crujir de los tejidos abriéndose cada vez más, dejando ver solo los colmillos astillados y brillantes, como dagas de hielo que se mostraban en toda su siniestra gloria, gritábamos aterrorizados, no podíamos hacer nada por ella, presenciamos como le chupaba el espíritu entero y la atrapaba dentro del suyo haciéndolo desaparecer ante nuestros ojos y dejando su cuerpo astral desinflado como un globo sin aire, comprendí en aquel instante que yo era simplemente otra alma errante, desvinculada ya del mundo de los vivos.
-¡Vayan, yo me encargaré de ganar tiempo!, exclamó el muchacho ajustando su chaleco con firmeza, las lágrimas fluían por las mejillas de su novia al implorarle que no fuera- ¡SORA¡ -exclamó el, mientras esta última bajaba su cabeza-¡HE DICHO QUE SE VALLAN! -vociferó, nuevamente el joven incrementando su volumen para que lo escucháramos con urgencia, mientras su prometida aferraba sus manos al brazo de el, lo miró suplicante, pero al cruzarse con la mirada decidida de Sora, lentamente soltó su agarre, en ese instante, Sora sabía que debía obedecer, todos habían hecho un pacto antes de yo llegar, se haría lo que cualquiera de ellos propusiera en una situación limite, fue un juramento, si este era roto, habría graves daños, tal ves irreparables, Sora comprometida confirmo la acción, después de tomarse unos segundos para manifestarlo, clavó su espada en el piso con todas sus fuerzas, el impacto hizo un fuerte eco, el suelo convulsionó violentamente, y un enjambre de grietas se propagó con velocidad, fracturándolo del todo, hasta que, finalmente, cedimos al peso del destino y nos desplomamos junto a restos de piedras.
El valeroso joven distraía al espíritu para que escapáramos, Sora arrastraba a la chica para evitar que regresará a buscarlo, emprendimos la frenética huida, aunque todavía voraz en su cacería, el demonio no tardó en perseguirnos.
Nos separamos, acudiendo instintivamente a nuestro método usual de escondites dispersos, buscábamos refugio en los rincones más ocultos del patio de la escuela. No dejo de pensar en aquella noche fuera de lo común, siendo la más larga, instaurándose como la más eterna que jamás había experimentado en esas tierras.
Me precipité hacia mi refugio, sin embargo, la figura siniestra se erigió ante mí, mi mirada se fijó en su semblante, quedando paralizada por la visión de su rostro, su extraña nariz de calavera había regresado a su sitio, junto a sus vaciados ojos blancos, custodiando las comisuras rasgadas en una perpetua y maquiabélica risa, tocando casi sus orejas, creció en tamaño, a la altura del techo del colegio, entonces la novia de nuestro compañero corrió delante mío volviéndose el nuevo objetivo, creo que ya no quería existir en un mundo sin su amado, mientras el aire se cortaba con su exclamación: ¡CORRE! -mi cuerpo se resistía a abandonarla, a pesar de mis conflictos internos, su mandato se volvió más firme-: ¡TE HE DICHO QUE CORRAS! -las palabras reverberaban, impulsándome a la acción, el ácido espectro la tomaba del cuello y comenzaba a devorar, corrí rápidamente, ya no había nadie, todos se habían ocultado, presencié como un gato y luego otro eran engullidos de una, yo buscaba donde ocultarme, mis ojos se posaron en un refrigerador, no obstante, ya había sido reclamado como refugio por otro compañero, estaba contorsionado con una postura fetal, en un esfuerzo por encajar dentro de la reducida cavidad, con cuidado, cerré la puerta, dejándolo en su improvisado resguardo y me proyecté hacia un armario, al entrar y cerrar la puerta me percaté de que prendas cubiertas con manchas rojizas colgaban pesadamente de las perchas, la ceguera y estrechez del espacio hacían la atmósfera asfixiante, con repulsión, comencé a apartar los viscosos ropajes entripados, cuya orgánica tinta roja se trasladó a mis dedos en un intento vano de encontrar un rincón libre, por mucho que frotase, quedaban marcadas con sangre que se resistían a desaparecer, de repente, un bolsito amarillo cayó de entre la ropa como enviado por el azar, lo levanté, en ese preciso instante, un suave toc, toc en la puerta aceleró mi pulso y aflojo mis piernas, (¿acaso habría hecho mucho alboroto?), comencé a sudar frío, sentía que me fatigaba, el sudor de mis manos se mezclaba con la sangre indesprendible, la puerta se abrió con un chirrido temeroso, era Sora, con mi cachorro en sus brazos, quienes entraron con rapidez al intrincado lugar, que para mi sorpresa, se había transformado en un armario vacío, sin rastro de las horripilantes prendas anteriores, y mis manos, contra todo pronóstico, estaban inmaculadas.
-¿Qué está pasando? -pregunté con un hilo de voz, casi sin aliento.
-Me temo que han empezado a sospechar que planeamos escapar -me respondió apretando mi mano como señal de precaución, su índice presionando suavemente mis labios en un impuesto silencio- Shh, no hagas ruido -susurró.