La Nefilim

P R Ó L O G O

Era un día como cualquier otro, las señoras circulaban por el mercado junto a sus esclavos que llevaban con ellos todas las compras que su amo hacía para abastecer las casas, así era la vida en Roma en aquel lejano tiempo

Era un día como cualquier otro, las señoras circulaban por el mercado junto a sus esclavos que llevaban con ellos todas las compras que su amo hacía para abastecer las casas, así era la vida en Roma en aquel lejano tiempo. La conquista estaba beneficiando a todos los habitantes romanos y una de las mayores beneficiadas aparece frente a un puesto, lleva un vestido blanco que le llega a los tobillos, su piel, un poco más bronceada de lo habitual, siempre da pie a los parloteos de la gente, pero lo que más hace hablar a las personas es esa marca de nacimiento color rojizo asomándose por encima de su codo, algunos consideran esa marca algo muy hermoso porque simula una pulsera un poco irregular y justo en su centro aparece una estrella de cabeza, algunas viejas creencias dicen que es la marca del demonio y por eso le temen a la joven.

—Hola, pequeña.

La hermosa muchacha le sonríe a la mercader, aun no logra acostumbrarse del todo a andar sola por las calles.

—Hola, espero que su día este siendo bueno.

La mujer le devuelve la sonrisa.

—He escuchado los rumores que andan de aquí para allá, permítame felicitarla por su liberación, su amo debe tener un gran corazón.

La muchacha se encoge en su lugar, jamás imaginó que su amo tendría ese gesto con ella, le dio su libertad y por eso estaba en deuda con ese hombre.

—Se siente un poco extraño —confiesa tomando una manzana—. Mi mamá no para de pedirme que regresemos a su tierra, pero... —Se gira viendo en dirección a la casa de su amo—. Yo no quiero dejar al amo Tulio.

La mercader le arrebata la fruta de sus manos y la guarda en una pequeña cesta con aire malhumorado.

—No es correcto enamorarse de un hombre casado —dice en tono sombrío.

La joven suelta una ligera carcajada regresando a su posición inicial, toma un racimo de uvas y se lo entrega a la mercader.

—No me gusta el amo Tulio —Le da una barra de pan—. Yo tengo una deuda con él y me gustaría quedarme para poder pagarle.

La mercader sonríe aliviada, la joven le agrada y no le gustaría verla en problemas.

—¿No habrá un hombre que haga latir ese corazón tuyo?

La joven desvía la mirada, su rostro demuestra una profunda nostalgia, las mismas preguntas rondan su cabeza como cada vez que alguien le habla de amor. Regresa su mirada a la mujer, ella no va perder ante el amor.

—No, no existe ningún hombre en mi vida, los hombres suelen ser... viles, sólo vea lo que mi padre le hizo a mi madre —Sus manos se transforman en puños—. Escapó del amo y en lugar de llevarse a su familia nos dejó solas, desprotegidas, ese es un destino que me niego a seguir.

La mercader mira con pena a la joven. Debió sufrir mucho con el abandono de su padre, piensa ella.

—¿Cuánto es? —pregunta la joven terminando sus compras.

—Una moneda de plata.

La joven le entrega la moneda y la mercader le agrega un trozo de queso en su canasta.

—Es mi regalo —dice ante la confusión de la chica—, disfruta tu libertad, Malena.

—Muchas gracias por todo.

Toma la canasta y le regala una sonrisa antes de iniciar su viaje de regreso a su hogar, su amo fue muy generoso al dejarla vivir en una de sus propiedades, pero sabía muy bien que eso no siempre sería así. En algún momento la mujer de su amo se pondría celosa de ella y le arrebataría todo, era necesario que comenzara a mover sus manos para conseguir dinero, no siempre iba a depender de su amo para vivir.

Unos pasos comienzan a resonar detrás de ella, observa de reojo y se encuentra con un hombre al que jamás había visto. Debe ser un forastero, pensó ella. Su cuerpo comenzó a enviarle señales de que algo no iba bien con ese sujeto, invadida por el miedo dio una vuelta en una calle desconocida que permanece completamente desolada.

De nuevo se gira para poder ver si ese hombre la persigue y, en efecto, se hombre le pisa los talones, esto hace que se asuste más de lo que ya lo estaba. El miedo la hace tomar más malas decisiones, comienza a dar vueltas extrañas que hace que se pierda por las calles.




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