La Nefilim

T R E I N T A Y T R E S

PROBLEMAS

PROBLEMAS

Luna:

Estoy inmensamente feliz por Jamie, verlo tan enamorado me causa tanta ternura y emoción que no puedo describir cómo me siento realmente. Estoy segura de que Tadeo está cumpliendo su promesa y está haciendo muy feliz a mi amigo, todo parece ir bien con ellos.

Pero ya no soporto las interminables disculpas de Tadeo, cada oportunidad que tiene la usa para pedirme perdón, sus discursos duran horas y eso comienza a cansarme.

Suelto el aire, espero que esta semana sea mucho más tranquila que la anterior y todo regrese a la normalidad con Tadeo. Pero lo que más deseo que regrese a la normalidad son mis salidas con Leo, extraño mucho nuestra cabaña, deseo tanto ir a nuestro lugar que hoy me escaparé un rato, espero que Malena no esté rondando por ahí.

A penas rozo el candado de mi casillero alguien estrella su mano contra el metal, no esperaba tener problemas tan temprano, mucho menos sabiendo que no he hecho nada malo.

—¿Me extrañaste?

No tardo ni un segundo en girarme para ver a Leo, reconocería su voz en cualquier lugar, la voz de la persona que amo. Leo no deja de sonreír a pesar de estar sostenido por dos muletas, me encantaría arrojarme a sus brazos, pero no creo que sea capaz de sostenerse si le salto encima y podría lastimarlo más y no quiero eso.

—Más de lo que imaginas.

Ya no aguanto, le salto al cuello para poder abrazarlo con fuerza. Creo que estoy subestimando a Leonel, es bastante fuerte y dudo que nos deje caer, él siempre me sostiene.

—¿Cumpliste tu promesa?

Asiento sin soltarlo, incluso me atrevo a abrazarlo con más fuerza, lo extrañé tanto que solo quiero tenerlo cerca.

Muy a mi pesar lo suelto, no quiero que se lastime solo por mí, pero Leo no me deja separarme por completo, me toma las manos y las acaricia un poco, amo a este hombre con todo mi ser.

—Hay algo que no entiendo, Leo, ¿qué haces aquí? ¿No se supone que estarías en casa dos semanas? El doctor fue muy claro, Leo, no quiero que te lastimes otra vez.

Levanta los hombros quitándole importancia a lo que le dijo el doctor, suelta mis manos para ponerlas sobre las muletas, sabe que no podrá convencerme de que debería estar descansando.

—La verdad ya no soporto a Malena, pero tranquila, fui al doctor y me dijo que podía venir a clases siempre y cuando no jugara futbol, por eso estoy aquí, Lunita.

Los dos nos ponemos a reír, me lo imaginé jugando futbol como esos muñecos del futbolito. Me echo el cabello hacia atrás y la risa de Leonel se detiene, ¿acaso hice algo malo?

—¿Qué te pasó en el cuello? —dice molesto.

Cubro el moretón que tengo con la mano, había olvidado que aún tengo marcas de la guerra con Tadeo, esto se pondrá feo.

—No es nada, tuve unos pequeños problemas, pero ya están solucionados, lo prometo —Levanto las manos en señal de rendición ante la mirada dura de Leonel—. Todo está bien, Leo.

Su mirada no se suaviza en lo más mínimo, esos hermosos mares se convierten en dos gélidos glaciares, creo que estoy en problemas.

—¿Quién te hizo eso?

Trato de escapar de esto abriendo mi casillero, saco y meto libros al azar esperando que Leo me crea, pero creo que mi plan no está funcionando. Leonel cierra el casillero de manera abrupta, me giro a verlo y en sus ojos solo veo furia, de verdad estoy en problemas.

—Sabes que me enteraré de todo, Luna, es mejor que me lo digas tú, ¿no lo crees?

Me mojo los labios y suspiro, tiene toda la razón, lo mejor que puedo hacer es contárselo y evitar más problemas entre nosotros.

—Fue Tadeo, el... —Me detengo a la mitad de mi frase, no creo que sea una buena idea decirle sobre Jamie y Tadeo, mi amigo es muy especial con ese tema—. Tadeo es amigo de Jamie y tuvimos un par de diferencias.

Me preocupa un poco lo que está pasando, Leonel me mira sin mostrar ninguna emoción, me temo que sigo en problemas.

—¿Qué clase de diferencias tuviste con el amigo de Jamie?

Me recargo en mi casillero, no entiendo porque solo me meto en problemas, quisiera una vida pacifica por un día.

—Discutimos un poco, se nos fue un poco de las manos y este es el resultado.

Leo me hace una seña con la mano para que me acerque a él, no lo pienso y me paro frente a él. Aunque no ha sido de mis mejores ideas.

Toma mis mejillas y se pone a estirarlas como si fueran unas ligas de goma.

—Duele, Leo —digo de forma muy chistosa.

A pesar de que estira mis mejillas yo consigo reír, de verdad extrañé muchísimo a este hombre.




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