Luna:
Como le dije a Leonel me fui ese sábado por la mañana, aunque no contaba con que nos quedaríamos todas las vacaciones con mi abuelo, no es porque no quiera a mi abuelo, siempre lo estoy extrañando, pero no soporto pasar más de una semana con él porque su único tema de conversación es el derecho romano, siempre que paso más tiempo con él deseo regresar en el tiempo y quemar Roma por sus tontas leyes.
A penas regresamos a mi hogar salgo corriendo directamente a casa de Leo, ya quiero verlo, lo extrañe muchísimo.
—¡Oye! —grita mi papá— Quiero que regreses a las siete o habrá problemas, jovencita.
Mi papá debería saber que no le temo a sus castigos y no me importaría que me castiguen, ya tuve suficiente castigo no viendo a Leonel un mes entero, en este momento Leonel es lo único que me importa.
O eso creía.
Un escalofrío me recorre la espalda, ese instinto de peligro se hace presente y me obliga a parar.
Reviso la ciudad lo más rápido que puedo y no me gusta para nada lo que estoy viendo.
Tengo que obligarme a regresar, me muero por ver a Leo, lo amo con todo mi corazón, pero esto requiere mi atención inmediata. No logro entender como salieron del bosque, no deberían ser capaces de hacerlo, a menos que ya estuvieran afuera, no fui lo suficiente cautelosa cuando puse las barreras.
Regreso para buscar mis patines y llegar lo antes posible, necesito actuar rápido o expongo a cientos de personas. Revuelvo el ático sin ningún éxito, por más cajas que reviso no los encuentro, estoy perdiendo mucho tiempo.
—¿En dónde están mis patines? —digo desesperada.
—¿Qué estás buscando ahí arriba, Luna? —Me giro para ver a mi mamá.
Es perfecto, una madre siempre encuentra lo perdido.
—Mis patines, ¿los has visto?
Empujo la caja que revisaba y tomo otra, los necesito de verdad.
—Fuiste a patinar hace poco, Luna, fue con Leonel si no me equivoco.
—No busco los de hielo, busco los otros.
Mi mamá achica los ojos y se cruza de brazos.
—Si sabes que los empacamos juntos, ¿no?
Dejo las cajas a un lado y salgo corriendo a mi habitación, abro mi armario, bajo la caja donde guardo mis patines de hielo y, en efecto, aquí están mis patines. No tardo nada en ponerme mis patines y vuelvo a bajar como alma en pena, ahora sí estoy lista para ir a ese lugar.
—¿A dónde vas, Luna Soon? —dice mi papá saliendo de la cocina.
—Voy a la tienda de antigüedades, no me tardaré nada.
Tomo una chamarra, aun hace bastante frío afuera y la necesitaré cuando venga de regreso, yo pienso que la temperatura bajará otro poco por la tarde.
—Llama a Lucas o a Jamie para que te acompañen, no vayas sola hasta allá.
Niego esperando que no me vea hacerlo, esas cosas me quieren a mí, no voy a dejar que nadie se sacrifique por mí, yo puedo con esto y más, solo son diez demonios, no es mucho.
—Te veré más tarde, papá.
Salgo de mi casa y comienzo a patinar lo más rápido que puedo, mis piernas se mueven como locas tratando de darme el impulso que necesito para llegar lo antes posible. No puedo creer lo descuidada que fui, primero debí asegurarme que todos los demonios estaban en el bosque y después hacer las barreras, pero me apresuré demasiado.
Lo que más me sorprende es que ninguno de ellos siente la presencia de los demonios, yo los detecto a kilómetros.
En una esquina doy una vuelta demasiado rápido, sin mirar otra cosa más que los demonios y por eso no me di cuenta que había alguien afuera de la librería. Debo reconocer que es una persona muy fuerte, el impacto fue duro y aun así no logré moverlo ni más de cinco centímetros.
—Es la segunda vez que chocas conmigo, Soon —Levanto la mirada para encontrarme con Tadeo—. Si estás enterada que la casa de Leonel queda hacia el otro lado, ¿no? Vas en sentido contrario, niña.
No puedo evitar enojarme con Tadeo, no tiene ni idea de lo mucho que deseo ver a Leonel, pero no puedo ir con él hasta que termine con mi trabajo. Y hablando de eso, yo no debería estar aquí, debo marcharme lo antes posible.
—Sé perfectamente bien en donde está la casa de Leonel —digo molesta, después de unos segundos logro recordar que es el novio de mi mejor amigo—. ¿Jamie está aquí contigo?
Asiente confirmando mis miedos, este par no se va a separar nunca, ya es bastante malo tener que soportar un día más sin ver a Leonel como para tener que lidiar con Jamie.
—Está en la librería, deberías esperarlo, ha dicho unas cien veces que te extraña.