Malena:
No se me ocurrió otra cosa más que traer a Samael a casa de los Knight. No puedo llevarlo a un hospital u otro sitio parecido, es urgente cerrar esa herida y aquí tengo todo lo necesario para hacerlo.
Trato de subir a Samael por la escalera, es más pesado de lo que recuerdo y eso me hace ir más lento, solo espero que nadie descubra que estoy aquí.
—¿Malena?
Me paro en seco, un escalofrío me recorre toda la medula. Debí asegurarme de que no había nadie en casa antes de subir a Samael por las escaleras, de haberlo sabido habría preparado algo para engañar su mente, pero ya es tarde, de seguro ya lo vio.
Muy a mi pesar empiezo a fabricar una ilusión para mi tía, hago que su sangre se vea roja en lugar de negra. Fui muy descuidada al no revisar antes, no me gustaría dar explicaciones del porque la sangre es negra, mucho menos decirle que Samael es un ángel caído.
—Por Dios, ¿qué le pasó a ese muchacho? —Escucho sus pasos resonando por toda la escalera— Está sangrando mucho, Mal.
Me giro a verla un poco, no pierde nada de tiempo y toma su costado haciendo presión para evitar que siga sangrando.
—Yo...
—Cuéntame arriba —Pasa el brazo de Samael por su cuello—. Tenemos que curarlo rápido.
Con su ayuda subimos por la escalera bastante rápido, entramos a la habitación de huéspedes más cercana y lo tumbamos sobre el colchón, tendré que comprarle unas sábanas nuevas. Mi tía no pierde más tiempo y rompe la camiseta de Samael con las manos, olvido que mi tía puede hacer mil cosas aun siendo una humana cualquiera.
—Ahora explícame que pasó —Toma un botiquín de la mesa de noche—, ¿quién le hizo esto a este muchacho? ¿Lo conoces?
Veo la herida, no es tan profunda como pensé que sería, eso me alivia de cierta manera. Es un simple rasguño, pero al haberlo hecho con un arma celestial complica la situación.
Acaricio un poco su cara, sigue siendo tan guapo como la última vez que lo vi... me duele verlo en esta situación.
—No lo sé, nos asaltaron —Suelto su cara y una lágrima se me escapa—. Es un amigo de la escuela... haríamos un trabajo juntos y...
Mi tía toma una gasa y la coloca en la herida haciendo presión, la noto molesta e indignada.
—Lo primero es parar la sangre —Me hace apretar la herida—. Haz presión, iré a buscar el alcohol y una venda. Cuando logremos estabilizarlo iremos a la policía a denunciar el asalto.
Niego apretando más su costado, no puedo correr el riesgo de que alguien más sepa que Samael está aquí. Tendré que mentir una vez más, detesto hacerle esto a mi tía.
—No puedo hacerlo... No logré ver nada, tía. No supe que más hacer, solo se me ocurrió traerlo aquí. Tengo miedo...
Otra lágrima sale de mis ojos, eso hace que mi tía tenga compasión de mí, me abraza un poco y deja un beso en mi sien.
—Tranquila, amor —Acaricia mis brazos—. Ya no pienses en eso, es mejor que calmes y después nos ocupamos de esto, lo resolveremos.
Me da otro pequeño apretón y se va de la habitación. Todo es tan complicado, desearía no sentir esta culpa en mi interior. Samael solo quería ayudar, aunque fuera egoísta su razón, pero lo intentó a pesar de todo el pasado.
No sé porque siempre arruino las cosas con él.
Samael abre un poco los ojos y hace un gesto de dolor.
—¿Dónde...?
—Shh... —Pongo un dedo sobre sus labios— Sé que duele, pero estas a salvo, lamento haberte herido.
Hago más presión en su costado, entonces recuerdo algo que hicimos hace mucho tiempo. Tomo las tijeras del botiquín y me abro la palma de la mano, la herida no estará mucho tiempo, pero mi sangre de Nefilim lo ayudará a sanar la herida hecha con un arma celestial, es una ventaja de compartir sangre con los ángeles.
Samael cierra los ojos cuando ve que voy a sanarlo, va a necesitar mucha energía para curar esto. Debí controlar mejor mis emociones antes de atacar a Samael de esta manera, ya no tengo que ser la chiquilla impulsiva, voy a cumplir más de dos mil años.
Mi tía regresa con una botella y unas vendas, eso es desinfectante, no alcohol. Moja otra gasa con el líquido que tiene en las manos, está por cambiarme el lugar, pero en un segundo le quito la gasa y la intercambio con la que tenía antes, no debe tocarlo.
—Yo lo hago, tía.
Mi tía asiente y yo me pongo a limpiar la herida, sé que no le ayudará en nada la medicina de los humanos, pero ella no lo sabe. Esta situación me hace pensar en aquella época donde vivíamos en España, si no me falla la memoria fue cuando intentamos convencer a Rodrigo Borja de ser el papa de la iglesia católica, esa noche lo curé con magia negra y ahora pretendo hacerlo con un simple desinfectante humano.