EL PODER DE UN NEFILIM.
Luna:
Deja ya la culpa, dice su voz en mi cabeza.
Para ti es muy fácil decirlo, respondo viendo a la nada.
Recargo mi cabeza en el vidrio de mi ventana, me encanta la forma en que mi papá acomodó esta habitación, abro un poco la ventana para dejar que el aire frío se cuele por el lugar. Estoy profundamente molesta conmigo misma, si tomara más en serio mi trabajo no habría permitido que esa mujer muriera, debí seguir más mi instinto, debí darme cuenta que había demonios en el bosque.
—¿Puedo pasar? —Giro la cabeza y me encuentro con mi papá en la puerta.
—Claro —Me recargo sobre mi espalda—, ¿pasa algo? ¿Necesitas que te ayude en algo?
Camina con gran lentitud y pone un tazón de helado de limón sobre mis rodillas mientras se acomoda sobre el diminuto espacio que dejo libre de este banco. Mi papá toma mis hombros y comienza a darles un suave masaje, esto me hacía mucha falta.
—Detesto verte de esta forma —Sus manos dejan de masajear mis hombros—, llevas dos días en este estado, no quieres salir de tu habitación, te la vives viendo hacia el patio y sólo te estás auto compadeciendo. Princesa, lamento ser yo quien te diga esto, pero tú estás aquí por una razón, si te quedas en este lugar sólo vas a conseguir que otra persona termine igual que esa mujer y sé que tú no deseas eso.
Sonríe un poco antes de soltarme.
—Disfruta tu helado.
Se va de mi habitación agitando la mano, no sé como lo hace, pero siempre consigue sacar lo mejor de mí.
—Gracias, papá.
Me levanto del banco que hizo, tomo mi pantalón negro y cambio mi blusa, acaricio mi hermosa marca antes de ocultarla con la manga. Juro que nadie más morirá en mi guardia.
Esa es la actitud de un Elegido.
Suelto un suspiro lleno de tranquilidad, llamo a Artemis, el arco que más me gusta usar, lo cruzo sobre mi pecho y salgo volando por la ventana, voy a proteger a la ciudad con mi vida.
Malena:
Me pinto las uñas de los pies de un tono azul obscuro, agito la mano para que se sequen más rápido, un feo golpe hace que manche mi cama.
—¿Por qué estabas en el bosque, Malena?
Un escalofrío me recorre toda la espina dorsal, mi tío no suele perder la calma de esta manera y creo que esta es la primera vez que lo veo así de molesto. Quisiera saber quién fue la persona que le contó que estuve en el bosque para poder callarle la boca para siempre, probablemente le envíe a uno de mis demonios para que aprenda a no meterse en mi camino.
—Fui a correr, te juro que sólo lo hice por la orilla, nunca me adentré, tío —intento defenderme.
Se cruza de brazos, me preocupa bastante el hecho de que su cara no muestra ningún tipo de expresión, creo que estoy pérdida.
—Estas castigada —sentencia con voz firme—, estarás dos semanas sin poder salir de la casa y limpiarás la biblioteca.
Le hago un puchero, siempre me levanta los castigos cuando le hago eso, ahora no puedo quedarme encerrada, tengo muchas cosas que arreglar y mantener a raya a los demonios.
—No puedes hacer eso, papi —digo con voz suplicante—. No puedes castigarme ahora que Dorian hará la mejor fiesta del mundo, es mañana, no me castigues.
Pestañeo de forma exagerada, eso nunca falla con él.
—En serio lamento que no puedas ir, princesa, pero no vas a salir de esta casa en dos semanas —dice con voz firme.
Bajo la cabeza, Joseph nunca había sido tan duro conmigo, voy a tener que recurrir a una fuerza mayor.
—¡Mami! —grito arrastrando la i.
Mi tía llega en menos de un minuto a mi habitación, sé que recurrir a ella es muy bajo, pero no puedo estar castigada, por el bien de toda la ciudad.
—Esto suena como una emergencia de chicas, ¿qué pasa, Mal?
Salto de la cama y me escudo en mi tía, si ella no consigue convencer a mi tío nada lo hará.